Carlos Escribano, arzobispo electo de Zaragoza: “Mi modelo es ser párroco, no sé ejercer mi episcopado de otra forma”

Carlos Escribano, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

No tiene ningún anhelo de ascenso. “No me preocupa”, afirma a Vida Nueva el arzobispo electo de Zaragoza, Carlos Escribano, que vuelve a casa tras diez años como obispo de Teruel y Albarracín y luego en la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño. El prelado, que parece seguir todos los pasos del actual presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella, es uno de los hombres elegidos por el papa Francisco para liderar la Iglesia española cuando en poco más de uno año una veintena de prelados tendrán que renunciar por edad.



PREGUNTA.- De vicario de Zaragoza a obispo de Teruel y luego a Logroño para ahora volver a casa…

RESPUESTA.- Es una vuelta a casa, cierto. Estoy muy agradecido al papa Francisco por confiar en mí, pero con la pena de marcharme de La Rioja, donde he estado cuatro años muy buenos de trabajo y de encuentro con la gente, a pesar de que los últimos meses se ha empañado un poco todo por la pandemia. Ahora vuelvo a casa al amparo de la Virgen del Pilar, así que con mucha ilusión.

P.- Tras cuatro años en La Rioja, ¿qué deja de usted allí?

R.- Dejo muchos amigos y todo mi empeño en la misión diocesana, con la que intentamos dar todo de nosotros al servicio de la evangelización. Se estaba desarrollando y este año lo paramos con mucha pena en marzo debido al Covid, porque nos tocaba el año en la calle. Los sacerdotes y los laicos –impulsados por el Congreso Pueblo de Dios en Salida– estaban entrando cada uno con su protagonismo en esta misión diocesana y yo no puedo sino agradecerles su trabajo.

P.- Ni siquiera ha aterrizado en Zaragoza, por lo que no le ha dado tiempo a diseñar su plan para la archidiócesis, pero ¿qué le gustaría impulsar?

R.- Me gustaría ayudar a la comunidad cristiana a evangelizar en medio de una sociedad que ha mutado, aunque sé que ya están trabajando en esta clave. En este sentido, las propuestas de Francisco son interesantes, sobre todo en lo que se refiere a ‘Evangelii gaudium’, que fue su exhortación programática, y que estoy seguro que este documento nos seguirá iluminando y ayudando. Nos tenemos que acercar a los presentes, a los alejados y a los ausentes con el amor de Dios. Esto supone que seamos capaces de diseñar estrategias pastorales diferenciadas que es lo que produce una eficacia a la hora de anunciar el Evangelio y caminar junto a la gente. Como arzobispo de Zaragoza mi misión es apoyar los trabajos que se están haciendo y aportar mi granito de arena.

P.- Llega a una diócesis en la que la mayoría de las delegaciones están coordinadas por laicos. Su ministerio no se entiende sin su apuesta por el apostolado seglar, que ahora alienta desde la presidencia de la Comisión de Laicos, Familia y Vida de la Conferencia Episcopal. ¿Qué espera de ellos?

R.- Tengo una gran confianza en el laicado. La colaboración con ellos es siempre fructífera y lo sé de buena tinta porque ya compartí tareas de evangelización con ellos durante mi vida sacerdotal en Zaragoza. En muchas ocasiones son los más intuitivos en las tareas de evangelización y tenemos que coordinarnos como pueblo de Dios para otear todos los horizontes. Soy consciente de que en el laicado voy a encontrar a excelentes colaboradores para llevar adelante todos los proyectos que nos marquemos.

P.- Su nombramiento y el de Mario Iceta para Burgos suponen una renovación generacional…

R.- Pues, sinceramente, no me había parado a pensar en esta clave, pero es cierto. En realidad somos personas con más de una década como obispos y el Papa habrá pensado que ya era una trayectoria suficiente como para que tomemos nuevas responsabilidades.

P.- Cuando se habla de usted, se le considera como un pastor muy en la línea del Papa…

R.- Cuando me sentí llamado por el Señor a la vocación sacerdotal mi gran modelo era ser párroco y el Señor me lo concedió durante muchos años en los que disfruté mucho. En el desarrollo del servicio pastoral que he ejercido después como obispo esa impronta siempre ha estado ahí. Me considero una persona tímida, pero a la vez me gusta el contacto con la gente y visitar parroquias. Eso, de alguna manera, puede ser un poco equiparable a lo que el Papa es y demuestra, pero es el modo que yo tengo de ejercer el episcopado y no sé hacerlo de otro manera. Así lo he hecho en Teruel y Albarracín y ahora en Calahorra y La Calzada-Logroño.

P.- Vicente Jiménez deja Zaragoza seis años después de su llegada. ¿Con qué se queda de su impronta?

R.- Ha hecho una labor de entrega aportando lo mejor de sí mismo en una situación que no era sencilla. Ha intentado aportar serenidad, paz y un proyecto evangelizador. En ese sentido, la gente en Zaragoza está contenta.

P.- Tras un clima enrarecido en la diócesis con la renuncia de Ureña antes de llegar Jiménez, ¿es usted un nuevo salvador?

R.- Que nadie piense que soy un salvador. Yo voy allí con la disposición de trabajar, de mirar al futuro tomando conciencia de que la realidad de la evangelización es muy compleja. Y no lo digo por evadir de la pregunta, es que es lo que pienso: la mejor manera de sanar las heridas que pudiese haber es con trabajo, asumiendo el reto que tenemos por delante a la hora de evangelizar y dedicar nuestro tiempo y nuestras energías en buscar caminos para encontrarnos con los hombres y mujeres de hoy para anunciar la buena noticia. Esto sana muchas cosas, porque aglutina, crea un proyecto común y nos permite darnos cuenta de que la evangelización es lo que realmente da sentido a todo lo que hacemos. Tenemos que dedicar horas y esfuerzos a esto, que es lo importante. Hay quizá otras cosas que son menos importantes…

Lea más:
Noticias relacionadas
Compartir