Pietro Parolin, sobre la encíclica ‘Fratelli tutti’ del papa Francisco: “La fraternidad no es una moda, son actos concretos”

El secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, no considera que la encíclica ‘Fratelli Tutti’ sea una ensoñación romántica del papa Francisco. Más bien, todo lo contrario: “La fraternidad no es una tendencia o moda que se desarrolla a lo largo del tiempo o en un tiempo; se trata más bien de la manifestación de actos concretos”.



Así lo manifestó ayer durante la rueda de prensa de presentación del documento papal, en la que tumbó la idea de que sea un texto eminentemente utópico: “No se limita a considerar la fraternidad como un instrumento o un deseo, sino que esboza una cultura de la fraternidad para aplicar a las relaciones internacionales. Ciertamente, una cultura: es la imagen de una disciplina que tiene desarrollado un método y un objetivo”.

El diálogo no es un parche

De alguna manera, Parolin vino a defender la geopolítica vaticana que se desprende de la encíclica, al recordar que el instrumento del diálogo no puede ni debe ser visto “como un analgésico o para ‘parches’ ocasionales, sino como un arma con un potencial destructivo muy superior a cualquier otra” capaz de destruir “las barreras del corazón y la mente, abre espacios para el perdón, favorece la reconciliación”.

Eso sí, el cardenal reconoce que a menudo la fraternidad puede ser visto bien “como un camino lento y difícil”. En cambio, Francisco la dibuja como “un camino ascendente determinado por esa sana subsidiariedad que, partiendo de la persona, se amplía para abarcar las dimensiones familiar, social y estatal hasta la comunidad internacional”.

El bien común

Desde esta perspectiva, el ‘premier’ es consciente de que “en el escenario internacional contemporáneo es la abierta contradicción entre el bien común y la capacidad de dar prioridad a los intereses de los Estados, e incluso de los Estados individuales, en la creencia de que pueden existir ‘zonas sin control’ o la lógica de que lo que no está prohibido está permitido”.

Frente a esta concepción, explica cómo Francisco transforma la fraternidad en el eje que permite activar instrumentos como “la diplomacia, la negociación y las instituciones multilaterales” en aras del bien común.

Incluso elogia al Papa por caer en la cuenta de que  “ya no basta con definir las relaciones internacionales en términos de paz o seguridad, desarrollo o una referencia general al respeto de los derechos fundamentales”. Para Parolin, la encíclica insta a los dirigentes de las naciones y a los diplomáticos a “transformar la vida internacional de una simple coexistencia, casi necesaria, a una dimensión basada en ese sentido común de ‘humanidad’ que ya inspira y sostiene tantas normas y estructuras internacionales, promoviendo así una coexistencia efectiva”.

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