El papa Francisco reconoce las virtudes heroicas de la fundadora de las Misioneras de Cristo Sacerdote

Maria Dolores Segarra

El papa Francisco ha firmado hoy, 30 de septiembre, el decreto por el cual la sierva de Dios María Dolores Segarra pasa a ser reconocida como venerable por sus virtudes heroicas dentro de la Iglesia católica. Segarra fue la fundadora, junto con sacerdote Sebastián Carrasco, de la congregación de las Misioneras de Cristo Sacerdote.



Nacida en Melilla el 15 de marzo de 1921, era la tercera hija en un hogar profundamente católico. De hecho, recibió su vocación religiosa siendo muy pequeña. Algo que ella decía que había sabido “desde siempre”. Asimismo, empezó muy joven a llevar a cabo obras de apostolado en distintos lugares pero, de un modo especial, en la parroquia del Sagrado Corazón de Melilla, regentada por Sebastián Carrasco.

Sin embargo, María Dolores no encontraba el instituto religioso “que llevaba dentro del alma”: aquel que estuviera basado en la oración y el sacrificio por la santidad y el aumento de sacerdotes, junto a un apostolado directo y en colaboración con la jerarquía de la Iglesia.

Una vocación de don total

Años después, la ahora venerable se pone bajo la dirección espiritual de Don Sebastián, su antiguo confesor en Melilla y entonces vicario general de Málaga. Éste, que pretendía desde mucho tiempo atrás fundar una congregación religiosa que auxiliase a los sacerdotes en su ministerio, encontró en María Dolores la persona idónea, y ella el instituto que estaba buscando. Así nacieron las Misioneras de Cristo Sacerdote, con un carisma “activo y contemplativo: oración, sacrificio y actividad apostólica de espíritu sacerdotal”.

“Nuestra vocación es de don total. Ella me exige que todos los actos de mi día, todas las oraciones, todos los sacrificios, en una palabra: TODO, vaya buscando un solo fin: la gloria de Dios en la santificación de los sacerdotes por el bien de las almas”, decía la fundadora hablando de su vocación.

María Dolores Segarra falleció el 1 de marzo de 1959, con apenas 38 años de edad. Su obra está actualmente presente en Las Rozas de Madrid, Granada, Cáceres, Huéscar y Lurín (Perú), desarrollando apostolados muy diversos. En 1987, Ángel Suquía Goicoechea, cardenal Arzobispo de Madrid, abría el proceso de canonización de la sierva de Dios. Por otro lado, en 1993, el entonces obispo auxiliar y vicario general de la diócesis, Luis Gutiérrez Martín, abrió el Proceso sobre una presunta curación Milagrosa (recuperación súbita de la vista de un ojo) por intercesión de la sierva de Dios. Ambos procesos diocesanos fueron clausurados por Antonio Rouco Varela en enero de 1999 y están actualmente tramitándose en Roma.

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