Juan José Asenjo: “El título de hijo adoptivo de Sevilla me honra y me obliga a una clara correspondencia”

El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, en una rueda de prensa archivo

El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, ha agradecido al Ayuntamiento de Sevilla la concesión del título de hijo adoptivo, un reconocimiento que recogerá el próximo 23 de septiembre en la gala que se celebrará en el salón de actos de FIBES. En declaraciones a los medios de comunicación diocesanos, Asenjo ha recordado que conoció la noticia el pasado viernes, de boca del alcalde, Juan Espadas.



Asenjo ha mostrado también su gratitud a las instituciones que le han propuesto –la iniciativa partió de Cáritas Diocesana- y al Ayuntamiento, “que ha sido muy generoso”. A continuación, ha recordado que este título se une a otros que ya tenía, “el principal y más importante el de hijo de Dios, que es el titulo más grande y más honroso que uno puede ostentar en esta vida. También hijo de la Iglesia, de una Iglesia que me ha acompañado desde niño, seminarista, sacerdote y obispo”. Así, ha recordado a sus padres, que “me transmitieron la fe, me quisieron y tanto se preocuparon de mi”.

Dedicado a Sevilla con “alma y corazón”

El prelado cuenta además con el título de hijo predilecto de Sigüenza, su ciudad natal. A este se une ahora el de hijo adoptivo de Sevilla, una distinción “que me honra muchísimo y que me obliga a una clara correspondencia”.

El mitrado ha afirmado que en estos once años se he dedicado a Sevilla “con alma, vida y corazón”, y que ha tratado de compartir con los sevillanos “el mejor tesoro que tengo: el amor a Jesucristo, único salvador y redentor, fuente de esperanza para el mundo, una fuente de esperanza que nunca defrauda”.

Asenjo ha finalizado su intervención agradeciendo “que este aspecto de mi vida sea reconocido por el Ayuntamiento de Sevilla”, y ha recordado que una vez deje de ser titular de la Archidiócesis hispalense se quedará en Sevilla: “Me van a tener todos los sevillanos a su servicio, desde la humildad, desde el silencio, rezando por todos, que es el mejor servicio que puede prestar un obispo jubilado: rezar por los fieles que el Señor le confió y dispuesto a acoger a todos como padre, como hermano y como amigo”.

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