El delegado vaticano reconoce que Bianchi ha incumplido su promesa y sigue viviendo en Bose

Enzo Bianchi, fundador de la comunidad de Bose

Tras una investigación de siete meses, el pasado 13 de mayo, la Santa Sede decretó que el laico Enzo Bianchi, fundador del Monasterio de Bose, en el norte de Italia, abandonara la comunidad ecuménica debido al clima interno “tenso” que generaba y a “problemas relacionados con el ejercicio de su autoridad” en “cuestiones de gobernanza y fraternidad”. Entonces, el propio Bianchi, que fundó la comunidad en los años 60 y renunció como líder en 2017, aceptó la decisión vaticana y anunció que se retiraría a una “ermita”, rompiendo todo contacto con el grupo.



Sin embargo, como recoge el diario Crux, Amedeo Cencini, delegado pontificio en la comunidad, ha confirmado los rumores que circulaban en este sentido y ha reconocido ahora que dicha ermita está dentro de la comunidad, a “unas decenas de metros de su núcleo central”. De hecho, el propio Bianchi residiría en ella ya desde hace más de 15 años, bastante antes de anunciar su renuncia como líder, por lo que su situación no habría variado en absoluto tras el decreto vaticano.

“Noticias fantasiosas”

Pese a la negativa tajante de Bianchi a través de su cuenta de Twitter (donde rechazó lo que calificó de “noticias fantasiosas” y recalcó que lleva “tres meses alejado de la comunidad, sin haber tenido más contacto con ella”), Cencini ha denunciado que el fundador vive en la comunidad junto a un hermano religioso que le atiende por su delicada salud y que “recibe regularmente a otros miembros de la comunidad”.

En declaraciones a la RAI, Riccardo Larini, antiguo miembro Bose, ha admitido que la ermita en la que vive Bianchi fue construida para él ya en el año 2000. Eso sí, considera que Bianchi sí ha cumplido parte de su promesa y se mantiene completamente alejado de la vida comunitaria.

Choque con su sucesor

Algo que, a su juicio, debió hacer nada más renunciar al liderazgo del grupo y que fue lo que, entiende, le hizo chocar con su sucesor, que habría visto su autoridad cuestionada con la sola presencia física de Bianchi en Bose.

“Una personalidad –concluye Larini– extraordinaria y fuerte como la suya está destinada a tener un fuerte impacto incluso a través de la presencia física sola. (…) Una palabra o dos de desaprobación de cómo el nuevo líder manejó las cosas podrían haber sido suficientes para causar problemas, pero esto, ciertamente, no le convierte en un monstruo”.

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