Chiara Giaccardi: “Las mujeres están más acostumbradas a hacer frente a pequeñas emergencias cotidianas”

Chiara Giaccardi, socióloga y miembro del Comité de Dirección de Donne Chiesa Mondo

Hemos escuchado decir que en la emergencia sanitaria del coronavirus, el mundo ha descubierto la fuerza, el coraje, la tenacidad y la sensibilidad de las mujeres… Doctoras, enfermeras, investigadoras, madres, compañeras, abuelas, voluntarias y, también mujeres de fe y en la cima de las instituciones. Estudios recientes han puesto de relieve la tendencia de las empresas e instituciones, en situaciones de crisis, a nombrar mujeres para puestos de responsabilidad: el fenómeno del glass cliff, el precipicio de cristal. Porque las mujeres tienen más coraje, más abnegación. Y porque cuando las circunstancias son extraordinarias, se interrumpen las posiciones de poder y las jerarquías. Entonces, ¿por qué no permitir que las mujeres expresen estos talentos más allá de los tiempos de emergencia?



Hemos hablado de ello con una pareja de sociólogos: Chiara Giaccardi y Mauro Magatti. Enseñan en la Universidad Católica de Milán. Juntos escribieron hace años el libro ‘Generativos de todo el mundo, ¡uníos! Manifiesto por la sociedad de los libres’ (Feltrinelli, 2014) y hace un año el libro ‘La apuesta católica. ¿Hay todavía un nexo entre el destino de nuestras sociedades y las vicisitudes del cristianismo?’ (El Molino, 2019) del que se ha debatido mucho en Italia.

Vivir en comunidad

Son marido y mujer, tienen siete hijos, de los cuales cinco biológicos. Viven en Como en una comunidad de familias italianas y migrantes, Eskenosen. Chiara está en el Comité de Dirección de Donne Chiesa Mondo.

PREGUNTA.- ¿Es verdad que en los momentos de emergencia crece el rol de las mujeres? ¿Y que se revelan más aptas y eficaces que los hombre cuando hay una crisis?

CHIARA.- En los momentos de emergencia la normalidad se subvierte, por tanto la rigidez de los roles tradicionales disminuye. Se abre un espacio para expresar un potencial que normalmente está más escondido. Se dice también que una característica de las mujeres es la de ser multitarea, afrontar una cotidianidad hecha de diferentes aspectos para armonizar, con diferentes equilibrismos. Las mujeres están más acostumbradas a ser interrumpidas, a hacer frente a pequeñas emergencias cotidianas, a rupturas de programas y de planificaciones y esto puede ser una ventaja en las grandes emergencias. El riesgo es que esta ocasión, aprovechada en el momento difícil, luego se olvide. Ahora se han creado espacios, el potencial de las mujeres se ha hecho evidente: el desafío es no perder la conciencia y la memoria de lo que tantas mujeres están haciendo.

MAURO.- No sé si la afirmación es cierta. No tengo datos ¡Podría ser! Creo que esta crisis exalta la dimensión femenina que todos tenemos, hombres y mujeres, si nos referimos al elemento de cuidado, atención al detalle, paciencia. Es más probable que esta dimensión femenina se sienta en las mujeres. Espero que, en realidad, la crisis también haya estimulado a muchos hombres a desarrollar esta dimensión que nos hace capaces de dialogar entre hombres y mujeres.

Algunas cualidades son presentadas como más femeninas: abnegación, tenacidad, confianza, sacrificio, flexibilidad. ¿Pero la valentía? ¿Las mujeres son más valientes?

CH.- Es cierto que ciertas características que definimos semánticamente femeninas también pertenecen al hombre. Después, socialmente, hay divisiones de roles que tienden a endurecerse. En cualquier caso, creo que el tema del vínculo está escrito en el cuerpo de la mujer, lo que significa conciencia de la falta del otro y apertura a la relación con el otro, siempre preciosa y aún más en tiempos de emergencia. Nunca como en este momento ha surgido la dimensión del “nosotros”: un nosotros que no es exclusivo, contra otra persona, contra un “ellos”, sino que es un nosotros de proximidad, de interdependencia. Esta dimensión femenina de la falta del otro, que también es antropológica, está en la raíz de las muchas manifestaciones de preocupación, apoyo y dedicación que hemos presenciado. El individualismo es una historia engañosa y triste. Es un regalo que esta vez nos ha dado, en medio de tantos dramas.

M.- Este tema “del otro que pide” ha sido lo que nos ha unido a muchos de nosotros –aunque si no todos, no siempre, han sido capaces de recoger esta instancia. Pero me parece que han aparecido dos cosas: sobre todo, una modalidad más femenina en el hacer frente a esta situación. Muchas de las personas con las que he hablado, que han tenido roles importantes y que han sido figuras simbólicas, no eran mujeres por casualidad. La modalidad “heroica” se ha manifestado más en la vertiente femenina. Y por otro lado, quizá, esta ha creado también condiciones para una renegociación de la relación entre hombre y mujer.

P.- Esperemos que esta experiencia nos deje como herencia la conciencia de que los dos modos de mirar y estar en el mundo –que no son solo de la mujer y del hombre, pero que son dos acentuaciones de nuestro modo de ser– son ambas necesarias.

CH.- Respecto a los roles socavados: los padres han tenido ocasión de cuidar de los hijos. Este frame stop que el present–e ha impuesto a nuestra vida ordinaria ha abierto un espacio de redescubrimiento de dimensiones normalmente muy sacrificadas. Un efecto colateral positivo que deberíamos conservar en la memoria.

También porque esta crisis se desarrolla en gran parte entre los muros domésticos, reino femenino por excelencia. ¿Cuán útil y urgente es valorar la reciprocidad hombre-mujer?

CH.- Reciprocidad es una palabra clave, indica un dinamismo, una relación que no se basa en roles rígidos y sobre una división de las tareas que se convierte en separación y delega, pero en un diálogo entre diferentes que cambian juntos, en un proceso dialógico y aventurero. Sin embargo la idea de complementariedad masculina y femenina es una idea muy estática, basada en la separación de los roles y de las tareas. Encontrarse cara a cara, 24 horas al día, con los hijos en casa, pone a la pareja en juego. También nosotros, con varios hijos en casa, hemos vivido la belleza pero a la vez un poco el cansancio de una cotidianidad que debe encontrar otros ritmos, otros equilibrios entre silencio y palabra, intimidad y convivialidad.

M.- Las consecuencias de una convivencia forzada en las casas las veremos en los próximos meses. Ahora no sabemos qué ha sucedido exactamente. Como ya antes, ha habido casos de violencia. Y seguramente habrá habido situaciones problemáticas, situaciones críticas que ya existían y se han agudizado.  La esperanza, que parece tener algún fundamento, es que el ejercicio de la convivencia, aún siendo inesperado y bastante prolongado, nos ha ayudado a todos a recuperar dimensiones que se tienden a perder en los ritmos de la vida ordinaria. No somos partículas elementales dispersas en el globo sino que somos islas que se unen a otras islas, archipiélagos en conexiones entre ellos, y esto quizá lo hemos entendido un poco más.

En líneas generales, y también en esta crisis, hay más mujeres comprometidas en la emergencia cotidiana y más hombres que hablan en la escena pública. ¿Pero qué mirada pueden llevar los creyentes, y en particular los cristianos,  a estas problemáticas? ¿Qué nos dice el Evangelio al respecto?

CH.- Hay muchos episodios, que no son solo historias sino “iconos”, con un significado simbólico que hablan a nuestras vidas de hoy. Uno de los iconos más bellos, para mí, es el de las bodas de Caná, cuando María se da cuenta de que el vino se ha acabado. Esta es una capacidad femenina muy bonita: estar atentas a los aspectos de la cotidianidad que parecen detalles pero no lo son, porque se refieren al bienestar de todos; no pensar solamente en la supervivencia sino también en hacer de la vida algo bonito para vivir, para todos. Cierto, es Jesús quien realiza el milagro. Pero no hubiera sido posible si María no hubiera percibido una falta. Es una preciosa imagen de la reciprocidad entre masculino y femenino. Quizá el masculino tiene la idea del escenario, del conjunto, y el femenino más del detalle y de las necesidades del individuo, pero dentro de un cuadro compartido, donde cada uno contribuye.

M.- El Evangelio, escrito por hombres, ha conservado una pista suficientemente evidente de la presencia relevante y original de las mujeres en la vida de Jesús. Esto es un contenido revolucionario que por muchas razones, también en la cristiandad y dentro de la Iglesia, ha costado y cuesta acoger y desarrollar. Yo creo que necesitamos reforzar una hermenéutica nueva también de una serie de pasajes del Evangelio en el que las mujeres tienen un rol de gran relevancia, porque quizá hay pasajes que todavía no conseguimos comprender bien. Desde este punto de vista el Evangelio debe seguir siendo explorado.

CH.- En la Resurrección son las mujeres las que se convierten en testigos y anunciadoras de un evento extraordinario. Esta unión entre figuras femeninas y pequeñas y grandes emergencias, el Evangelio nos lo pone de frente dirigiéndose hacia la nueva hermenéutica de la que hablaba Mauro, hoy absolutamente necesaria.

P.- La epidemia de Covid-19 (como la peste, el cólera) ha dado la vuelta a los valores que hacen del triunfo humano, un campo más puramente femenino. Cuando volvamos a la normalidad, los gobiernos deberán esforzarse por reorganizar los tiempos y las formas de trabajar. ¿Qué importancia tendrá la contribución de las mujeres?

CH.- Hemos visto que las mujeres están más presentes en el cuidado de las personas, hemos visto que los países que mejor afrontan la emergencia son guiados por mujeres. Mauro y yo vimos juntos la rueda de prensa que la primera ministra noruega Erna Solberg dio para los niños. Mauro comentó: “Solo una mujer podía hacer algo así”. ¿Qué hizo? Algo sencillo: tuvo en cuenta que los niños tienen miedo, y que la información de este evento traumático está toda dirigida a los adultos. La primera ministra intuyó la necesidad de acompañar a los niños a través de este miedo que es normal, que sirve para crecer. Y esto es un signo de cómo hay necesidad de contribución femenina, que tenga en cuento a todos. Ya no se volverá a lo de antes.

Los caminos son dos: volvemos peor que antes, porque esta crisis no ha hecho más pobres, la economía tiene dificultades, existe el riesgo de que las mujeres salgan del mercado del trabajo y pierdan puestos que han logrado alcanzar; faltarán los servicios para la infancia, las escuelas abrirán con limitaciones: el temor es que se dé por descontado que las mujeres deben renunciar al trabajo. O está la posibilidad de que se inaugure un gran cambio cultural. Hemos entendido que solo nos salvamos juntos, y que nuestra felicidad no depende del consumo.

Hemos redescubierto la dimensión del “saber hacer”, harina y levadura agotados en los estantes… Hemos experimentado que la vida del otro debe ser defendida para defender la nuestra, que todos estamos interconectados, y que la desconexión, a diferencia de lo que el modelo digital nos lleva a pensar, es prácticamente imposible. Pero no será fácil llevar con nosotros esta maleta de iluminación en la construcción del futuro, porque las inercias son fuertes, y cambiar cuesta. Y se continúa pensando en la reconstrucción en compartimentos estancados. Se está justamente pensando en el trabajo, pero sin pensar que los trabajadores son también padres y madres.

M.- Esta crisis puede empujarnos hacia un mundo más malo, más dividido, más conflictual. O puede llevarnos en una dirección más transformadora, a condición de que consigamos tirar una serie de muros y de resistencias que teníamos antes. Uno de los nudos es la renegociación entre masculino y femenino, entre hombre y mujer. Sabemos bien que la figura masculina está en dificultad y por tanto en muchos casos la crisis desemboca en la violencia.

Yo como hombre espero que los gobiernos guiados por mujeres, y el elemento femenino que ha encargado más específicamente las mujeres, nos ayuden a generar las transformaciones que tendremos que perseguir en los próximos años. Y creo que si nos encomendamos solo a hombres-masculinos o a mujeres-masculinos, se volverá al punto de antes. Necesitamos, hoy más que ayer, y quizá hay alguna condición más, de la contribución del masculino y del femenino, en su reciprocidad, también en la gestión del sector público.

*Entrevista original publicada en el número de junio de 2020 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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