Beatriz Iraeta: “El coronavirus está evidenciando la precariedad de las empleadas de hogar”

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Son otras víctimas del coronavirus. Un ejército de 600.000 empleadas del hogar –al menos 200.000 de ellas trabajando desde la economía sumergida– que estos días están sufriendo despidos unilaterales ante el miedo de los empleadores al contagio o porque, debido al obligado confinamiento, ya no se las necesita para atender a los hijos y a los mayores.



En vísperas del Día Internacional de las Empleadas del Hogar, que se celebra el 30 de marzo, Beatriz Iraeta Gascón, técnica de Economía Solidaria de Cáritas Española, reivindica la labor de estas mujeres, “un trabajo que en muchas ocasiones no se entiende como un servicio que debe ser remunerado con todos los derechos como cualquier trabajo y en condiciones iguales que el resto de los trabajadores”.

PREGUNTA.- Las empleadas de hogar, ¿son otras víctimas colaterales del coronavirus?

RESPUESTA.- Son víctimas de un sistema que ya las excluía. El coronavirus lo único que ha hecho es poner de manifiesto esa desigualdad, vulnerabilidad y exclusión. Y ahondar en ella, pues al partir de una desigualdad de derechos frente al resto de trabajadores, hace que ahora, al aplicar medidas de protección, no estén incluidas.

No hay que olvidar que tienen un régimen de la Seguridad Social especial, que no contempla el desempleo, que la persona empleadora puede prescindir de ellas sin motivo objetivo, únicamente por falta de confianza, y que hay un gran número de ellas que trabajan sin contrato.

Angustia, miedo e incertidumbre

P.- ¿Cómo están viviendo esta situación? ¿Han dejado de ir a las casas?

R.- Con mucha angustia, miedo e incertidumbre. Muchas han dejado de ir a trabajar a las casas por miedo de las personas empleadoras a contagiar o ser contagiadas; otras por protegerse y no querer salir de casa; otras porque muchas familias, al estar en casa, ya no las necesitan. Algunas de estas decisiones han sido unilaterales y otras consensuadas. Las que están internas, muchas se han quedado en la casa, sin salir, y otras han sido despedidas sin tener un alojamiento alternativo adecuado.

En general, está siendo un momento complicado para todas, por quedarse sin empleo y sin posibilidad de ingresos, al no tener derecho al paro y, todo esto, por un tiempo indefinido que genera gran incertidumbre. La mayoría de las familias les han dicho que sería algo temporal, pero algunas tienen miedo de cómo será esa nueva normalidad tras el coronavirus. Afortunadamente también hay familias empleadoras que les han ofrecido seguir pagándoles el sueldo íntegro y disminuir horas o ir un día a la semana.

Pero otras están acudiendo a sus trabajos, por necesidad o por “responsabilidad”, enfrentándose a situaciones de mucha inseguridad al no contar, en la mayoría de los casos, con los sistemas de protección adecuados. En el caso de las mujeres internas, muchas han continuado con su empleo, pero sin disfrutar del descanso del fin de semana.

Sin medidas de seguridad

P.- Muchas atendían a ancianos que estaban solos, pero ahora están con sus familias. ¿Cómo repercute en los empleos?

R.- Muchas familias han decidido prescindir de las empleadas de hogar ya que, al estar en casa, se pueden hacer cargo de los mayores. Pero en los casos que no es así, muchas mujeres siguen acudiendo a trabajar, en la mayoría de casos en situaciones de inseguridad y en condiciones laborales que en muchas ocasiones muy precarias.

Tampoco podemos olvidar que, en muchos casos, son mujeres que son la única persona adulta a cargo en familias monomarentales y, con el cierre de los colegios, han tenido que quedarse en casa ocupándose de sus hijos. Aunque les suponga quedarse sin ingresos. Y en el caso de las internas, muchas continúan trabajando, pero sin librar los fines de semana. Desde Cáritas estamos aconsejando que, aunque sigan el fin de semana en casa del empleador, tengan horas de descanso, aunque sea en su habitación. O si no van a disfrutar esos días de descanso, que una vez pase la emergencia puedan cogerse algunos días de vacaciones.

Explotación laboral

P.- ¿Esta situación está propiciando una mayor vulneración de sus derechos?

R.- Las empleadas de hogar necesitan de los ingresos de su trabajo para mantener a sus familias y, en la mayoría de los casos, la decisión de dejar de ir a trabajar ha sido unilateral por la parte empleadora, no siempre dejando claro si les pagarán el sueldo correspondiente a esos días o si las mantendrán de alta. Desde Cáritas recomendamos que las mujeres puedan hablar con las familias empleadoras para poder tener cubiertos sus derechos.

Estas mujeres son las que se hacen cargo de nuestros mayores e hijos. Realizan su trabajo con el mayor cuidado y entrega, pero socialmente, y a nivel de derechos, es un trabajo poco valorado, poco remunerado y donde se sufre mucha explotación. Y es en estos casos donde se ve la debilidad del sistema de dependencia y de cuidado, que se sostiene a costa de los derechos de las personas de empleo en el hogar y de cuidados.

P.- La gente que trabaja con los sin techo constata un repunte en la calle de mujeres que habían sido trabajadoras domésticas…

R.- La precariedad del sector de empleo de hogar es real. Muchas trabajan sin cotizar o con cotizaciones muy bajas y sin otros ingresos. Si vives en la precariedad, vives al día, y si dejas de tener tu única fuente de ingresos, es posible que te veas abocada a la calle, o en el caso de las internas, cabe la posibilidad de que esa fuese su única residencia y si se prescinde de sus servicios, no tengan otra alternativa de alojamiento.

Y este caso se ve agravado en el caso de las mujeres migrantes sin documentación, ya que, en la mayoría de los casos, el empleo de hogar es su única posibilidad de inserción en el mercado laboral durante el tiempo necesario para cumplir el plazo requerido para solicitar el arraigo. Un trabajo invisible, en la economía sumergida y en la mayoría de los casos en condiciones de precariedad que, en esta situación, las deja totalmente desprotegidas.

Invisibilizadas

P.-¿Llueve sobre mojado?

R.- Partían de una situación de mucha desventaja. El empleo de hogar es un sector feminizado, invisibilizado, con unas condiciones muy precarias y que carece de reconocimiento social, a pesar de ser el trabajo realizado por estas mujeres esencial para la sostenibilidad de la vida. No tienen derecho a desempleo, ni posibilidad de jubilación anticipada, no están incluidas en las Ley de Prevención de Riesgos Laborales… a lo que se une que, al ser una actividad que se realiza en un domicilio particular, un espacio que está considerado como inviolable, el control que se puede ejercer sobre el mismo, principalmente por parte de la Inspección de Trabajo, está bastante limitado, lo que se traduce en una desprotección ante eventuales vulneraciones de derechos.

También es importante recalcar que para las familias es complicado económicamente mantener a una empleada de hogar o a tres para cubrir las 24 horas, en el caso de que desapareciese la figura de interna. Creemos que el derecho a ser cuidado, debe estar cubierto por el Estado, que no debe recaer sobre las familias y sobre la vulneración de los derechos de las trabajadoras de hogar. Muchas familias querrían mantener buenas condiciones, pero no siempre es posible económicamente. Una persona mayor con una pensión de jubilación, muy difícilmente puede pagar a una persona un sueldo justo. Se debería ampliar y fortalecer la Ley de dependencia y de protección social, para que los derechos de las personas dependientes y mayores no estén por encima de las empleadas de hogar. Dejar estos derechos en manos de familias trabajadoras no es justo para nadie.

¿Obligadas a pagar el tratamiento del coronavirus?

P.- Muchas siguen siendo trabajadoras en situación administrativa irregular. ¿Qué le parece que algunos partidos hayan pedido que los inmigrantes en situación irregular se paguen la atención sanitaria mientras dure el estado de alarma vigente por la pandemia?

R.- Que no se dan cuenta que la desigualdad y pobreza no hace bien a nadie, ni a ninguna sociedad. Esta crisis sanitaria nos hace ver, además, que nuestra salud depende de la salud de todas las personas. Es obvio que no sería positivo que haya personas excluidas de la atención sanitaria en estos momentos y que las personas en situación irregular no tienen acceso a ingresos que les permitan asumir el coste de la atención sanitaria.

Tenemos que tender a medidas que fomenten la cohesión social, y más en casos de emergencia en los que hay que hacer un llamamiento a la solidaridad y corresponsabilidad de todos los ciudadanos. Más si nos regimos por las enseñanzas del Evangelio, que nos dice que hay que dar a quien no tiene y que todos somos hijos de Dios, que no entiende de situaciones administrativas.

Muchas de las empleadas de hogar son mujeres en situación irregular que han venido a España huyendo de situaciones de hambruna y pobreza, y que tienen derechos, derechos humanos como cualquier persona en este planeta. Más en un país donde el derecho a la salud es derecho universal.

P.- ¿Están solicitando estos días ayudas a Cáritas estas mujeres? 

R.- Sí, no están demandando ayudas económicas y de alimentación, ya que muchas se han quedado sin su único ingreso. También asesoramiento para poder negociar con sus empleadores y tener la situación más justa posible. Otras, solo consuelo y escucha. También las familias empleadoras se acercan a Cáritas para ver cómo poder tramitar las bajas laborales y otras gestiones. Cáritas sigue acompañando a las empleadas de hogar para evitar que se vulneren sus derechos, y a las familias para que puedan hacer lo correcto, tanto legal como éticamente.

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