Diez años sin Miguel Delibes, un buscador insobornable entre las sombras de Dios

  • El autor castellano siempre fue un fiel discípulo del cristianismo en clave de autenticidad y libertad
  • La suya no fue una religiosidad ortodoxa o militante, sino tolerante y de combate, evangélica

Delibes

Este 12 de marzo se cumplen diez años de la muerte de uno de los grandes maestros de la literatura contemporánea en español: Miguel Delibes. Un autor que nos regaló personajes fascinantes como Daniel el Mochuelo, el señor Cayo, Carmen y Mario, Azarías y su “milana bonita” o Cipriano Salcedo. Voces a través de las cuales, desde un ritmo denso y sencillo, nos sumergió en innumerables mundos. Entre ellos, por supuesto, el eterno sol de Castilla alumbrado por Dios.



La pulsión espiritual fue una constante en su obra, mostrándose siempre Delibes en clave creyente. Eso sí, la suya no fue una religiosidad ortodoxa o militante, sino hondamente evangélica. Y, por tanto, desbordando siempre pasión por una fe libre, pura, auténtica y de combate, desde la lucha íntima, desnuda de todo asomo de ideología.

Un hombre bueno

Delibes late en el hombre bueno que protagoniza, aun después de su propia muerte, ‘Cinco horas con Mario’. Y lo hace desde la perspectiva originalísima de esa noche de vela en la que su mujer, Carmen, supuestamente católica a machamartillo, le echa en cara que sea un hombre irreligioso. Y así, destripando ella sus teóricas taras en la fe, nos encontramos con un creyente en el Evangelio del amor, atacado desde una perspectiva creyente falsamente dogmática y arraigada, en el fondo, en el desprecio al otro.

Para Carmen, Mario es un “protestante”… Como lo es realmente Cipriano Salcedo, el protagonista de su última novela, ‘El Hereje’, quien, cercado por la intolerancia, solo trata de vivir libremente y en conciencia su propia creencia. Por ello, paga el mayor precio de todos: su salvaje quema a manos de la Inquisición. Una escena final, por cierto, en la que Delibes abandona momentáneamente su estilo sosegado para, desde una descripción marcada por el dolor, llevar al lector a compartir con el ejecutado, dentro de su piel, el horror padecido.

Justicia social

Y qué decir de ‘Los santos inocentes’, donde el autor vallisoletano nos hace toparnos con las innumerables injusticias que los abajados sufrían en la España profunda de los años 60, cuando, bajo el paraguas del franquismo, los señoritos extendían su poder absoluto sobre quienes, más que trabajadores, eran esclavos. Evangelio puro, a flor de piel.

Más allá de la oportunidad para el recuerdo que nos ofrece este décimo aniversario de su muerte, aquellos que, en estos tiempos de coronavirus, se vean obligados a pasar unas cuantas semanas en casa, pueden nutrirse con la lectura de títulos claves de nuestra literatura, como ‘La sombra del ciprés es alargada’, ‘El camino’, ‘Diario de un cazador’, ‘La hoja roja’, ‘Las ratas’ o ‘El disputado voto del señor Cayo’. En muchos de ellos late un buscador insobornable de los misterios de Dios.

Delibes, hoy, puede y debe estar más vivo que nunca.

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