El día en el que el Coco Basile echó del vestuario a Bergoglio… Y cómo nos lo contó magistralmente David Gistau, a quien decimos adiós

  • Muere en Madrid, a los 49 años, uno de los periodistas referentes de nuestro tiempo
  • Apasionado contador de anécdotas, en algunas de ellas hubo espacio para la transcendencia

David Gistau

En la noche de ayer, domingo 9 de febrero, murió en Madrid, a los 49 años, el periodista y escritor David Gistau, para muchos, el columnista más brillante de nuestro tiempo, escribiendo desde hace 20 años en La Razón, El Mundo (donde había regresado) y ABC.



Contador desenfadado de nuestro día a día (desde el costumbrismo cotidiano hasta la primera línea política), abordara la cuestión que abordara, en sus textos casi siempre había referencias que evocaban sus íntimas pasiones: el boxeo, los cómics de Corto Maltés, Astérix y Tintín, la Historia, la tauromaquia, “el Madrí”, la literatura francesa cuyos faros eran Camus y Voltaire, el heavy… y, sobre todo, un sentido del humor desde la gota fina.

Sin ayuda de Dios

Cierto es que, en tan amplia producción, la cuestión espiritual nunca fue protagonista. Pero, como fiel rastreador de la actualidad, en ella a veces se colaba Dios, aunque fuera desde las rendijas de lo hilarante. Buen ejemplo de ello es su columna ‘Sin ayuda de Dios’, publicada en 2017 en ABC. En ella contaba la anécdota protagonizada, años atrás, por el entrenador argentino Alfio ‘Coco’ Basile, cuando San Lorenzo de Almagro le contrató en un momento bastante complicado, para que salvara al equipo del descenso.

En su debut, se produjo la siguiente situación, relatada por Gistau de un modo magistral: “Sin apenas tiempo para conectar con su nuevo vestuario, Basile tuvo que afrontar un partido contra Platense el sábado siguiente a su contratación. Basile es lo que en Argentina llaman un tipo ‘de códigos’, también de supersticiones, y tenía por costumbre quedarse a solas con los futbolistas para la arenga final antes de saltar al campo. Echaba hasta a los directivos. Él inflamaba a los futbolistas, estos se abrazaban y gritaban, y así quedaba obrado el embrujo. Pero, ese día, cuando los futbolistas ya se disponían a salir, en el vestuario entró un cura menudo y discreto: ‘¿Y vos quién sos?’, preguntó Basile”.

Fundado por un sacerdote

“En realidad –prosigue el columnista–, la presencia de un sacerdote no debería haberlo sorprendido. A San Lorenzo le tienen colocado, además de El Ciclón, el apodo de Los Cuervos, en referencia al color de las sotanas. No en vano, lo fundó un cura, Lorenzo Massa, que ofreció espacio para jugar dentro de la parroquia a un equipo de chavales, los Forzosos de Almagro, porque temía que los atropellara un tranvía si peloteaban en la calle. Los chicos correspondieron rebautizando su equipo con el nombre del cura. Todo esto no ablandó a Basile. Tampoco la explicación de que el sacerdote acudía siempre para bendecir a los futbolistas antes de un partido. Basile razonó que debían decidir quién salvaría a San Lorenzo, Dios o él, e insistió en expulsar al cura, que se marchó triste pero resignado. Tan triste, en realidad, que a Basile le quedó rondando su expresión como un moscardón de la conciencia”.

Años después, cuando Basile se reencontró con el presidente de San Lorenzo, este “preguntó a Basile si recordaba a aquel cura al que sacó del vestuario con malos modos. ‘¿Por qué?’, preguntó Basile. ‘Porque es el Papa. Ese día cagaste a Bergoglio. Con lo que le gustaba al tipo rezar un padrenuestro con los muchachos’”.

“Dicen los habituales de La Raya –concluye Gistau la maravillosa anécdota– que Basile quiere aprovechar su siguiente viaje a Europa para pedir audiencia en el Vaticano y reparar la ofensa. No concibe siquiera que la audiencia le pueda ser negada”.

Miedo a morir

El pesar por la muerte del periodista es generalizado, despidiéndole emocionados representantes políticos de todas las tendencias (lo que explica perfectamente quién era Gistau). En las redes sociales se está difundiendo mucho una columna que publicó en El Mundo cuando nació Luca, su segundo hijo (era padre de cuatro). Sobre el blanco y negro, confesaba el cambio íntimo que en él empezaba a darse: “Por primera vez en mi vida, temo morir. Me siento obligado a permanecer aquí al menos 25 años más, los que él pueda necesitarme, y en eso no quiero fallarle. Mi hijo no ha de ser lo que yo fui: un adolescente enfadado con el mundo porque se le murió el padre demasiado pronto. Voy a dejar de fumar”.

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