Sor Gemma Simmonds: “Un director espiritual debe conocerse a sí mismo”

  • La directora del Instituto para la Vida Consagrada de Gran Bretaña imparte formación para la dirección espiritual
  • “Si no podemos ser honestos con nosotros mismos, ¿cómo podemos conocer a otra persona?”
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Sor Gemma Simmonds

“Para un director espiritual, la prudencia es saber cuándo escuchar y cuándo hablar. Es más, la prudencia es conocerse a sí mismo: si no nos conocemos a nosotros mismos, y no podemos ser honestos, ¿cómo podemos conocer y dirigir a otra persona?“. Para Gemma Simmonds, directora del Instituto para la Vida Consagrada de Gran Bretaña, y formadora de futuros directores espirituales, la prudencia es un tema muy personal, indispensable en la práctica del discernimiento, elemento central tanto de su enseñanza como del carisma de la Congregatio Iesu, la congregación ignaciana de la que forma parte.

“Un director espiritual prudente”, dice, “está en contacto con sus necesidades y vulnerabilidades, y está atento a ellas antes de atender las de los demás”. Por eso, Simmonds recomienda a sus alumnos ser misericordiosos y “escuchar al pueblo de Dios sin cansarse”. “Si tenéis dudas”, les recuerda y se recuerda a si misma, “rezad, y parte de esta oración deberá ser preguntaros cómo os sentís, de dónde provienen vuestros pensamientos, así que mirad a Jesús y preguntaos cómo respondió en situaciones similares”.

“Pedidle a Él que sea nuestro guía indispensable para todo director espiritual prudente”, recomienda. “Prudente es el que ve antes, el que mira más allá de las cosas contingentes con esperanza y valor”, añade. Entonces, la virtud de la prudencia no es miedo, circunspección o temor a decidir, sino todo lo contrario: “es hacer una lectura cuidadosa del presente, reflexionar y discernir para actuar bien”.

“No es fácil ser prudente”

Por otro lado, el discernimiento “no es algo que pueda enseñarse como un tema abstracto”. Debe estar conectado a contextos reales. “Yo muestro lo que san Ignacio enseñó y practicó, pero luego hago que mis alumnos reflexionen sobre su vida real: ¿cómo tomaron una decisión en una situación determinada? ¿Qué factores contribuyeron a esa elección? La prudencia, les digo, es sopesar los diversos elementos de una situación y encontrar un equilibrio entre la teoría moral y el contexto vivo”.

Esta, señala, es una práctica que pone en juego capacidades críticas y corazón. “Sin duda no es fácil ser prudente. El papa Francisco siempre alienta la consideración de las reglas y orientaciones en el contexto de situaciones pastorales”. San Ignacio, por su parte, “presume que sus alumnos tendrán que encontrar un equilibrio prudente entre las normas y las exigencias de la situación real, que podría no ser la misma que había previsto al escribir las Constituciones. Y habla de la ley del amor, escrita en el corazón”.

Esto no significa que la ley de la Iglesia no tenga importancia, sino, como dice el Evangelio, “¡el sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado!”. “A menudo me preguntan si hay un femenino específico en la formación espiritual. Y aunque desconfío de decir ‘las mujeres hacen esto’, he descubierto que a los hombres les gusta resolver problemas, en el sentido de que escuchan, pero a menudo con un solo oído, porque sus mentes están ocupadas buscando una solución”, explica. “A las mujeres”, añade, “les gusta hablar de problemas porque sienten que hablar de ello alivia, y dejan que la solución surja lentamente. Tal vez un don femenino en particular en la formación espiritual puede ser el de escuchar con atención sin sentir la necesidad de imponer una solución desde el exterior. Una prudencia natural que es un don del Espíritu”.

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