La lección de vida del teólogo Valle-Inclán

  • Evolucionó del carlismo a ser crítico con la Iglesia institucional, aunque siempre fascinado con Jesús
  • Su caminar le llevó a la crencia orientalista de que todos los seres vivos “somos uno”
  • “Si miras con todos los ojos, amarás con todos los corazones”, es su gran esencia vital

Dentro de la llamada Generación del 98, si hubo un miembro especialmente poliédrico y genial fue Ramón María del Valle-Inclán, quien retrató magistralmente el dolor por una España que se descomponía a marchas forzadas. Así, ‘Luces de bohemia’ aparece como la obra en la que con más fuerza late el espanto en una sociedad marcada por la abulia, la falta de referencias, la desesperanza y, sobre todo, el esperpento.

Si abordó prácticamente todos los grandes temas de su tiempo, no menos interés mostró el autor gallego por lo religioso. Y aquí, como en tantas otras cuestiones, se reflejó su evolución íntima. Y es que, tras una etapa tradicionalista (con pertenencia al carlismo incluida), Valle-Inclán acabó señalando las grandes lacras que lastraban a la “Iglesia institucional” de sus días, lo cual no fue óbice para que jamás perdiera su fascinación por la figura de Jesús de Nazaret.

Volver al “niño interior”

Su obra referente aquí es ‘La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales’ (1922), donde Valle-Inclán se suma a la creencia de Unamuno sobre la urgente necesidad de volver al “niño interior” que anida en cada uno de nosotros y cuya voz se apaga en el baile de máscaras de la convivencia social.

Aunque hay un matiz respecto al rector de la Universidad de Salamanca, que creía que ese conflicto solo podía resolverse en el momento de la muerte, al volver al punto de partida y “desnacer”. Para don Ramón María, en ese punto oscuro en el que danzan la vida y la muerte se esconde un universo a la vez íntimo y colectivo. En él (en una idea en la que posteriormente Hermann Hesse profundizaría con mucha fuerza al imbuirse en las religiones orientales) están presentes todos los seres vivos, incluidos los animales y plantas, floreciendo una esencia poderosa y que trasciende a la propia noción de religión: “Somos uno”.

Si hay una frase de ‘La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales’ que recoge todo esto es, sin duda, la siguiente: “Si miras con todos los ojos, amarás con todos los corazones”. Aquí anida a pleno pulmón la teología de Ramón María del Valle-Inclán.

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