Ehsan Ullah Khan, el Moisés musulmán que volvió para liberar a los niños esclavos

  • Este paquistaní ha sacado de las fábricas a millones de “intocables”, incluidos medio millón de niños
  • Su labor humanitaria le ha costado padecer, desde 1992, un exilio en Suecia, donde sigue con su lucha
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Ehsan Ullah Khan

Según reconoce la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el mundo hay 40 millones de niños que trabajan como esclavos. Un drama que no hace sino avanzar, engordando los ingresos millonarios de multinacionales que utilizan a los más pequeños para su producción en minas o su comercio textil. Frente a ello levanta la voz el paquistaní Ehsan Ullah Khan, quien, desde 1967, en buena parte a través del Frente de Liberación del Trabajo Forzado en Pakistán (BLLF), ha liberado a millones de compatriotas de la esclavitud en las fábricas de ladrillo y de ropa, incluidos medio millón de niños. Algo por lo que él ha pagado el precio del exilio en Suecia, teniendo impedido desde 1992 volver a su país.

En un reciente paso por Madrid, con la asociación Encuentro y Solidaridad, que le presta un gran apoyo desde hace años, relata a Vida Nueva que todo empezó para él cuando, a sus 19 años, se encontró con un octogenario anciano a punto de suicidarse arrojándose por una alcantarilla: “Se llamaba Kulan Baba, era católico y se había escapado de la fábrica de ladrillos en la que trabajaba junto a sus dos hijas, de 11 y 12 años. Los tres eran esclavos. No tenía esperanza porque a sus dos hijas, tras ser violadas en grupo, no podía liberarlas. Le decían que debía pagar una supuesta deuda de 80.000 rupias, algo inasumible para él; si no lo hacía, iban a venderlas a otro patrón”.

La primera liberación en un siglo

Rebelándose ante la nueva realidad conocida (pensaba que ya no existían las castas), Ehsan consiguió ayudarle a liberar a sus hijas, promoviendo una sentada ante la comisaría que asustó a la policía. Entonces, se prendió la mecha de la revolución de la fraternidad… “La noticia de la primera liberación de la esclavitud en más de un siglo en mi país corrió como el fuego. Vinieron a buscarme muchos de los esclavos. No eran el plan que tenía para mi vida, pero no podía dejar que pasara otro siglo sin que esta gente fuera escuchada. A cambio de que incluyeran a mujeres entre sus representantes, acepté liderarles y fundamos el Frente de Trabajadores de las Fábricas de Ladrillos”.

Eso sí, “teníamos en contra al Gobierno, a los dueños de las fábricas, a los comunistas (que me rechazaban porque decía que quería reducir el odio entre ricos y pobres) y a los líderes religiosos; no solo a los hindúes, sino también a los cristianos y musulmanes, para los que, según ellos, rompíamos con lo dicho en la Biblia y el Corán”.

Luz en el Evangelio

Pese a las dificultades, no se rindió. Un camino que duró 25 años (entre 1967 y 1992) y en el que este creyente en Mahoma encontró luz en las escrituras cristianas: “Tras convencerme de que en verdad estaba ante esclavos, para lo cual vencí a mi propia mentalidad, entendí que había que romper con la colectiva, convenciendo a estas personas de que todos los hombres somos iguales y de que podían empoderarse y ser auténticamente libres. El sistema de la esclavitud depende de su aceptación por parte de sus víctimas. Si ellas ya no se sentían esclavas, podían liberarse. Me documenté con muchos libros para hacérselo ver, pero fue en la Biblia donde me encontré con Moisés encabezando la liberación de todo su pueblo y escapando de Egipto”.

Tras forzar muchas liberaciones de esclavos, al final, a principios de los años 90, consiguieron que el propio Estado aprobara por ley el rechazo de toda forma de esclavitud, haciendo desaparecer todas las teóricas deudas de los trabajadores en las fábricas. Era el teórico triunfo, remarcado además por su apuesta por la educación, impulsando el BLLF hasta 200 escuelas para niños liberados. Pero estaba claro que los poderosos no lo aceptarían tan fácilmente…, como se demostró con el caso que lo cambió todo: el de Iqbal Masih.

Iqbal, su gran amigo

“Iqbal –relata– era un niño cristiano que trabajaba como esclavo haciendo alfombras. Cuando le conocí, en una concentración por la libertad, tenía 10 años, no hablaba y ocultaba su cara. Era el fiel reflejo de la esclavitud, que anula a la persona. Le convencí para que hablara en público y contó que llevaba trabajando desde los cuatro años, que su dueño le pegaba y que no le dejaba salir de la fábrica, debiendo su familia 12.000 rupias. Hablar en público fue una catarsis. Se liberó”.

Tras darle una simbólica carta de libertad, le acompañaron para que se le entregara al dueño de la fábrica. Este le quiso pegar, pero, tras llamar a la policía, consiguieron liberarlo. Como el empresario era muy poderoso, al ver que un niño había conseguido escapar de él, se generó un eco enorme en toda la zona y hasta 3.000 niños más lograron la libertad en varias fábricas. Muchos de ellos pasaron a las escuelas de Ehsan.En la que estudiaba Iqbal fue quemada por la mafia de la alfombra. Estaba claro que el pequeño corría peligro, por lo que el activista se convirtió en su tutor legal y lo acogió en su propia casa.

La sangre del martirio

“El chico –cuenta orgulloso– era muy inteligente e hizo cinco cursos en tres años. Incluso recibió un premio por la Universidad de Boston. Su discurso impactó a todos y la Universidad le aseguró la matrícula para cuando terminara la Secundaria en su país”. Tristemente, a la vuelta de aquel viaje todo cambió: “Iqbal quería pasar la Semana Santa con su familia. La mafia aprovechó nuestra separación para matarlo. Al mismo tiempo, el Gobierno de Pakistán me acusó de alta traición y tuve que abandonar el país”.

Desde entonces, abril de 1995, Eshan no ha podido volver a su país. Eso sí, desde Suecia, España o las veces en las que ha hablado en Ginebra, ante la ONU, sigue luchando contra los molinos de viento de la esclavitud infantil. Por los 40 millones de chicos y chicas a los que no se les deja tener una infancia. Por Iqbal.

Las grandes empresas, culpabes

Por todos ellos, concluye la charla con un mensaje rotundo: “En España, todas las grandes empresas tienen subcontratas en países como Pakistán, donde se sigue explotando a los niños. Por eso, pido a vuestro Gobierno que prohiba el comercio salido de mano de obra infantil”. Antes de irse, hace otra petición, en este caso al papa Francisco: “Que beatifique a Iqbal Masih”.

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