Joan García del Muro: “El concepto de verdad ha desaparecido para dar lugar a una especie de conformismo”

  • Vida Nueva habla con el filósofo que abre las jornadas de Cristianisme i Justicia sobre ‘El secuestro de la verdad’
  • “Al no tener un criterio para establecer si algo es cierto o no, desaparece la posibilidad de construir una crítica seria al poder”

Joan Garcia del Muro

El centro de estudios Cristianismo y Justicia ha convocado los días 28 y 29 de junio en Barcelona la tercera edición de sus Jornadas de Pensamiento Fe y Justicia. En esta ocasión se celebran con el título ‘El secuestro de la verdad’, una problemática que alerta a la filosofía y tiene consecuencias de manera directa en la era de la información.

Las jornadas las abre Joan Garcia del Muro, profesor de filosofía en la Universitat Ramon Llull y uno de los ensayistas más galardonado de la literatura catalana. Con él ha decidido contar Cristianismo y Justicia para abordar cómo, “en tiempos de extremo relativismo”, la verdad “ha sido secuestrada y con este secuestro se justifican hoy tantas injusticias en nuestro mundo”, como los miles de muertos en el Mediterráneo, la “mentira constante para justificar el descarte del otro”, la discriminación y la exclusión de la vida social de miles de personas.

PREGUNTA.- ¿Qué implica esta época que vivimos para el concepto de ‘verdad’?

RESPUESTA.- Quizá lo más característico de nuestra época, quizás por eventos políticos y por diversas situaciones, el concepto de ‘verdad’ se ha devaluado, se ha desprestigiado bastante. Hablar de ‘verdad’ ya no queda bien, parece que se habla de ello casi despectivamente. Y es que se suele identificar en la filosofía posmoderna la ‘verdad’ con dogmatismo, fundamentalismo y casi con violencia.

Creo que podría ser efecto de la II Guerra Mundial, con el holocausto. Parece que una de las consecuencias que saltó a la cultura fue la idea de que creer demasiado nos lleva a la intolerancia, nos llevó a la barbarie en el siglo XX. Por eso, un poco la filosofía posmoderna que ha marcado nuestra manera de pensar es el intentar evitar que vuelva a suceder, y para ello se ha fomentado el relativismo, que acabaría con la intolerancia, el dogmatismo, el fundamentalismo, etc.

Ahora mismo estamos en una situación en la que, al no tener ya un criterio que nos permita establecer si lo que dice alguien es verdad o no, lo que ocurre es que desaparece la posibilidad de construir una crítica seria al poder. Si todo son interpretaciones, y todas las interpretaciones son igualmente verdaderas, lo que sucede es que es muy difícil comprometerse con una causa.

Al desaparecer la verdad, en cierto modo, ha aparecido una especie de conformismo y esto creo que es lo más característico de la actualidad. Es decir, mentiras ha habido siempre. De hecho, Maquiavelo hasta defiende la legitimidad de la mentira por parte del poder si eso defiende sus intereses. Pero lo propio de esta época no está tanto en el emisor, el que miente, sino en el receptor, que se ha hecho a la idea de que todo el mundo le miente y ya no puede reclamar que se le diga la verdad. Es la posverdad: como se que nadie me va a decir la verdad, lo que hago es elegir, entre todas las mentiras, la que más me gusta. Es como si la verdad se hubiera convertido en una mercancía más, y compro la que más me conviene.

P.- En un momento en el que tenemos la posibilidad de acceder a mucha más información de la que se tenía en el siglo XX, ¿renunciar a la verdad no es algo contradictorio?

R.- Efectivamente. Es una paradoja. La tecnología o, al menos, la manera en la que la estamos usando, parece que favorece este tipo de mentalidad. Es decir, las redes sociales o la manera que gestionamos la información parece que favorecen unas ‘cámaras de resonancia’ en las que me llega la información que, entre yo mismo y los algoritmos, ya se ha seleccionado. Lo que pasa es que todo lo que veo en Twitter, por ejemplo, o la mayoría, confirma mis opiniones, mis prejuicios, mi manera de pensar… Y quizás esto no debería gustarnos tanto, porque difícilmente nos llega información que nos interpela, que nos hace pensar y replantearnos nuestras propias convicciones.

P.- Antes hacía referencia al Holocausto, pero en la Alemania nazi era difícil saber realmente lo que ocurría. Sin embargo, ahora sí que vemos, todos los días, lo que está pasando en el Mediterráneo, por ejemplo. ¿El saber algo no implica también una cierta responsabilidad?

R.- La tragedia del Mediterráneo es una de las cosas que me obsesionan, y está ligado con lo que antes comentaba. La definición de ‘verdad’ o, al menos, la que la mayoría de la gente maneja, implica que el relato o el discurso debe coincidir con la realidad de los hechos. Pero lo característico de la posverdad es que ya no importa tanto ese mundo exterior, sino que la ‘verdad’ se establece con otros criterios.

Para el pragmatismo la verdad es lo que me sirve para alcanzar mis intereses, y para el relativismo, por ejemplo, todas las verdades son igual de válidas. Entonces, lo que sucede es que ya no nos interesamos tanto por el hecho en sí sino por el efecto que tiene. Entonces es difícil encontrar responsabilidad en los emisores de noticias, que buscan un efecto emocional, ya sea asociada a una imagen o a un discurso.

Por muchas muertes que veamos en el Mediterráneo, si no hay una reflexión y un análisis racional, es difícil construir sobre emociones pasajeras compromisos o acciones de carácter moral o realmente duraderos.

P.- Entonces, ¿qué podemos hacer para ser un poco más responsables en este sentido?

R.- Lo primero, darnos cuenta de que tenemos un problema. Eso es fundamental. Si uno advierte su patología, ya algo ha hecho. Por eso, tomar conciencia de que tenemos un problema con la ‘postverdad’ ya es mucho. En cuanto a qué hacer, creo que no podemos olvidarnos de la educación, es imprescindible insistir en ella. Si no piensas tu por ti mismo, fácilmente encontrarás a alguien que lo haga por ti.

P.- Justo ahora la asignatura de Filosofía parece que no pasa por su mejor momento…

R.- Es cierto. Las humanidades en general. Contra esta tendencia a la super tecnificación me parece que abandonar las humanidades es casi un suicidio, es peligrosísimo. Siempre es necesaria la reflexión humanista, la reflexión ética y filosófica sobre, porque no solo es necesario hacer ciencia sino también plantearse qué sentido tiene y hacia dónde avanza.

Noticias relacionadas
Compartir