El Papa a los jesuitas en Rumanía: “En algunos casos es mejor que un matrimonio se separe por el bien de los hijos”

  • Francisco reconoce ante los miembros de la Compañía que “la Iglesia está herida por tensiones internas”
  • “Las resistencias no están en el pueblo de Dios”, recalca en el diálogo recogido por La Civiltà Cattolica

Como ya es tradición, el papa Francisco aprovechó su visita a Rumanía del 31 de mayo al 2 de junio para conversar con los miembros de la Compañía de Jesús en el país. Lo recoge el también jesuita Antonio Spadaro, en la revista que dirige, La Civiltà Cattolica. Durante cerca de una hora, Jorge Mario Bergoglio les invitó a preguntar.

P. Marius Talos.- Aparte de las manifestaciones de aprecio, los jesuitas somos a veces objeto de críticas. ¿Cómo debemos comportarnos en tiempos difíciles? ¿Cómo permanecer al servicio de todos en momentos de turbulencia?

Francisco.- Hay tiempos en los que no se puede avanzar demasiado, y entonces hay que tener paciencia y dulzura. En un tiempo de críticas y de tensiones se requiere verdaderamente la cercanía, una cercanía mansa. Hay que estar ante todo cerca del Señor con la oración, con el tiempo transcurrido frente al sagrario. Y después, la cercanía al pueblo de Dios en la vida cotidiana con las obras de caridad para curar las heridas. Yo pienso la Iglesia como hospital de campaña. La Iglesia está muy herida, y hoy está también muy herida por tensiones en su interior. ¡Mansedumbre, hace falta mansedumbre! ¡Y de verdad hace falta valentía para ser mansos! Si uno tiene una duda sincera, se puede dialogar. Pero no responder a los ataques. En el momento del ensañamiento no se puede hablar. Cuando hay persecución queda por vivir el testimonio. Se abraza la cruz.

P. Gianfranco Matarazzo.- Háblenos de las consolaciones que lo están acompañando.

Francisco.- ¿Dónde encuentro yo las mayores consolaciones? En la oración el Señor se hace oír. Y luego las encuentro con el pueblo de Dios. En particular, con los enfermos y con los viejecitos, que son un tesoro. ¡Id a visitar a los ancianos! Y luego con los jóvenes, que son inquietos y buscan testimonios verdaderos. El pueblo de Dios comprende las cosas mejor que nosotros. ¡Tenéis que oír las cosas que me dice la gente cuando me encuentro con ella en las audiencias! Tienen olfato para entender las situaciones.

Os contaré una anécdota. A mí me gusta detenerme con los niños y los ancianos. Una vez, había una anciana. Tenía los ojos preciosos, brillantes. Yo le pregunté: “¿Cuántos años tiene?”. “Ochenta y siete”, me respondió. “Pero ¿qué come para estar tan bien? Deme la receta”, le dije. “¡De todo! —me respondió— y los ravioles los hago yo misma”. Le dije, entonces: “¡Señora, rece por mí!”. Ella me respondió: “Todos los días rezo por usted”. Y yo, para bromear, le pregunté: “Dígame la verdad: ¿por mí o contra mí?”. “¡Pero, por supuesto: rezo por usted! Muchos otros dentro de la Iglesia rezan en contra de usted”. La verdadera resistencia no está en el pueblo de Dios, que se siente de verdad pueblo. Si se está de veras con el pueblo de Dios se comprende si las cosas van bien o no.

Otra anécdota. Iba cada año al santuario de Nuestra Señora del Milagro, en el norte de Argentina. Un día, después de la misa, mientras salía con otro sacerdote, se acerca una señora sencilla. Llevaba consigo estampitas y crucifijos. Y le pidió al otro sacerdote: “Padre, ¿me bendice?”. Él, que es un buen teólogo, respondió: “Pero, ¿usted estuvo en la misa?”. Ella respondió: “Sí, padrecito”. Entonces él preguntó: “¿Usted sabe que la bendición final bendice todo?”. La señora: “Sí, padrecito”. En ese momento salía otro sacerdote, y el “padrecito” se dio la vuelta para saludarlo. En ese momento, la señora se dirigió a mí y me dijo: “Padre, ¿me bendice?”. ¿Veis? La señora había aceptado toda la teología, pero quería esa bendición. ¡La sabiduría del pueblo de Dios! ¡Lo concreto!

P. Mihály Orbán.- Quiero hablarle de un problema que tiene que ver con la familia: la nulidad de los matrimonios. Es difícil gestionar los procesos de nulidad. No se llega nunca al final. ¿Qué hacer? Me parece que muchos viven sin poder llegar al final del proceso. Los tribunales no funcionan.

Francisco.- A veces el matrimonio no es nulo, pero no se desarrolla bien por inmadurez psicológica. En algunos casos el matrimonio es válido, pero a veces es mejor que los dos se separen por el bien de los hijos. El peligro en el que corremos el riesgo de caer será siempre la casuística. Cuando comenzó el Sínodo sobre la Familia, algunos dijeron: el Papa convoca un Sínodo para dar la comunión a los divorciados. ¡Y siguen todavía hoy! El punto en el que en ‘Amoris laetitia’ se habla de integración de los divorciados abriendo eventualmente a la posibilidad de los sacramentos fue hecho según la moral más clásica de santo Tomás, la más ortodoxa, no la casuística decadente del “se puede o no se puede”. Hay que acompañar a las parejas. Y he pedido que se haga el proceso breve. Sé que en algunas realidades no funciona. ¡Que el Señor nos ayude!

P. Florin Silaghi.- Siento que estamos en una Iglesia que tiene un vestido muy variopinto. Nosotros, los jesuitas, somos un reflejo de esta Iglesia. ¿Qué piensa de esta diversidad? ¿Cómo gestionarla?

Francisco.- Que un jesuita sea diferente del otro es una gracia. Significa que la Compañía no anula las personalidades. La pregunta es, después, cómo se gestiona esta diversidad comunitariamente. Debemos tener unidad de corazones, de espíritu. Lo importante es el diálogo comunitario y la discusión fraterna que se prepara con la oración. Agradezcamos a Dios por ser diversos. Sí, a veces la diversidad es ideológica, y esta hay que combatirla. Cuando es fruto de tomas de posición ideológicas cerradas, la diversidad no sirve. La diversidad buena es la que el Señor nos ha dado y que nos hace crecer. Pero las dificultades no deben bloquearnos nunca. Hay que seguir avanzando siempre. La paz la encontraremos después más allá…

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