Los curas de la España vaciada ¿también votan?

Pedro Utrilla no votará en las elecciones municipales del 26 de mayo. El sacerdote soriano evitará, en esta ocasión, su cita con las urnas por una cuestión familiar: su primo se presenta a alcalde de Vinuesa –su pueblo natal y donde vota– por el PP y su prima lo hace por el PSOE. “Aquí no entendemos de partidos sino de personas y como no puedo darle medio voto a cada uno, pues me abstengo”, comenta a Vida Nueva. Acompañamos al párroco de Navaleno, Abejar, Cabrejas del Pinar, Talveila, Cubilla, Casarejos, Muriel Viejo y Vadillo en una de sus maratonianas jornadas. En esta ocasión, le esperan en dos de los nueve pueblos asignados por el obispo: Talveila y Vadillo.

Hasta Vadillo se desplaza el sacerdote en su coche para recoger a Graci de Pablo (63 años), uno de los vecinos del pueblo que le ayuda con la parroquia. No toca misa, pero le va a llevar hasta Soria. Una tarea más en su misión: la de estar con su gente. Graci llevaba varios años cuidando a su madre, hasta que falleció con 96 años. Ahora se ha tenido que alquilar un piso en Soria para irse a la ciudad. Y no solo por la soledad que le acompaña, sino porque, por problemas médicos, debe estar cerca de un centro médico. De esta soledad es testigo otro vecino de Talviela. Vicente se cayó en la calle este invierno. Las mismas aceras donde durante horas no pasa nadie. “Se le apareció san Miguel”, dice Pablo Torroba (69 años), pues pasaron dos mujeres con un coche y pudieron socorrerlo.

Cinco minutos más de coche y el sacerdote llega a Talviela. En la puerta de la parroquia espera Pablo, quien custodia las llaves del templo. “Yo, como san Pedro, mientras tenga las llaves voy a abrir la iglesia y hacer sonar la campana”, certifica ante la sonrisa de su cura. Nada más ver el coche, Consuelo Molinero (74 años) sale de casa para saludarle. “¿Viene a misa habitualmente?”, preguntamos. “Yo con este cura no”, contesta entre risas. Ella vive sola. Eso sí, puerta con puerta con Pablo y su mujer. Sus hijos y nietos no viven en el pueblo y lo nota. “Me siento sola… Tienes a los vecinos por si necesitas algo, pero en casa pasas muchas horas sola”, señala. La parroquia es su refugio, pues es el lugar de reunión. “Si un domingo no hay misa para mí no es festivo”, certifica.

Sin proyecto político para Soria

En estos lugares, los vecinos se sienten solos y olvidados por las instituciones. “Al final solo quedará el núcleo de Soria, pero los pueblos desaparecerán. En Talveila, hay unas cinco defunciones anuales y no hay ningún nacimiento. Hoy no hay ni un puesto de trabajo, solo vivimos jubilados”, cuenta Pablo Torroba (69 años). Cuando él tenía 18 años, en el pueblo vivían más de 600 personas. Hoy hay censados un centenar, pero la realidad es que no llegan a 50 vecinos. Pablo es crítico con la clase política. “Los alcaldes no se han preocupado de enriquecer el pueblo, sino de administrar para que no haya deudas, porque así es la mentalidad soriana. ¿Y ahora qué tenemos? Nada”, denuncia. Lo peor es que “en diez años nos vemos peor…”. Y eso que él ve posibilidades, ya sea en la apicultura o en la ganadería.

La figura del sacerdote en estos lugares es casi tan o más importante que la del propio alcalde. “Al mismo nivel”, apunta Pablo. “No es que seamos una autoridad, pero sí somos una figura que representa…”, matiza Pedro. “La Iglesia une al pueblo. Antes, cuando tenía menos pueblos asignados, venía todos los domingos. Ahora alterno sábados o domingos. Un día cada mes”, comenta. El problema es que para los vecinos “si no hay misa es como que no he venido”. Aunque considera que “la presencia es lo que más evangeliza”, la atención a los pueblos ha tenido que ir cambiando conforme ha tenido más sitios que pastorear. “Al tener más pueblos, la atención no es la misma, eso es así. Y el día que tenga más de nueve pues será peor, porque el tiempo es el que es y no puedo atender a los pueblos igual que antes”, señala.

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