El Papa quiere que la escuela católica trabaje “más generosamente al servicio de la nueva evangelización en la que está comprometida toda la Iglesia hoy”. Así al menos lo ha manifestado al grupo de religiosos, laicos y niños lasalianos que le escuchaban esta mañana en la Sala Clementina de los Palacios Apostólicos. Hasta allí se desplazaron para conmemorar el tercer centenario de la muerte de su fundador, Juan Bautista de La Salle, al que Papa presentó como un pedagogo pionero.
Así, repasó iniciativas promovidas por el santo francés, tales como la creación de grupos homogéneos de aprendizaje, la creación de las escuelas de adultos. “Soñaba con una escuela abierta a todos, por lo que no dudó en enfrentar las necesidades educativas extremas, introduciendo un método de rehabilitación a través de la escuela y el trabajo”, señaló Francisco que se dirigió con cercanía a los presentes, con Robert Schieler, como superior general, al frente.
El derecho a la educación
Sobre la trayectoria de La Salle, también enfatizó cómo trabajó para que la educación fuera “un derecho para todos, incluidos los pobres” a través de “la presencia de educadores religiosos que, sin ser sacerdotes, interpretaron de una manera nueva el papel de los ‘monjes laicos’, sumergiéndose totalmente en la realidad de su tiempo y contribuyendo así al progreso de la sociedad civil”. Por eso, instó a los hermanos de La Salle a que imiten la “pasión” de su fundador por “los últimos y los rechazados”, para convertirles en “protagonistas de una ‘cultura de la resurrección’”.
Del fundador de las Escuelas Cristianas también valoró su empeño por ver la labor del maestro no solo como un trabajo, “sino una misión”. “Dedicó toda su energía a su formación, convirtiéndose en un ejemplo y modelo para ellos, que tenían que ejercer un servicio al mismo tiempo eclesial y social, y trabajaba arduamente para promover lo que él llamaba la ‘dignidad del maestro’”, destacó.
