‘De Profundis’, retrato del Oscar Wilde que encontró a Dios

  • Recoge la última fase de su vida, cuando, encarcelado por “sodomía”, nació un “nuevo hombre”
  • Alcanzó la culminación de su arte al abrazar, desde el dolor y la belleza, su faceta “espiritual”

Oscar Wilde

Cuando alguien piensa en Oscar Wilde, evoca su faceta jovial, desenfadada y que hacía las delicias de la aristocracia inglesa de su tiempo, que le invitaba a las fiestas que daba en su casa para reírse a carcajadas con sus comentarios agudos y cínicos. Muchos, directamente, le vinculan con el protagonista de su obra ‘El retrato de Dorian Gray’, identificándole como alguien entregado sin límite al goce de los placeres de la vida. Sin preocupaciones y sin mirar por si traspasaba los límites de moral alguna.

Pero hay otra cara del genial escritor irlandés mucho menos difundida. La de la etapa final de su vida, en la que se entregó a la escritura de ‘De Profundis’, obra completada en la cárcel cuatro años antes de morir. En realidad, es una carta a su amante, Alfred Douglas, el hombre que le acabaría conduciendo a la ruina, después de que un proceso judicial contra el noble padre de este le llevara a ser condenado “por sodomía y grave indecencia”.

Más libre que nunca

Pero es mucho más que una misiva personal… En su parte central, Oscar Wilde se abre en canal y nos muestra la hondura de su alma. En su momento de mayor caída, encerrado, derrotado, solo y abandonado por la élite social que le arropó por simple diversión, el autor es más libre que nunca. Y opta por mirar a lo alto. En silencio.

Lejos de alejarse del dolor, se abraza al mismo. Y ve en él un canal de auténtica belleza, lo que es un descubrimiento sorprendente que revoluciona a Wilde. A nivel humano, ya se ha convertido en un buscador infatigable del amor. A nivel de fe, deja atrás su faceta agnóstica y, apelando a lo más alto, a la fortaleza del espíritu, llega a la conclusión de que la travesía por el dolor le ha purificado hasta el punto de haberle elevado a la culminación de su ser personal y artístico.

El Evangelio, en griego

Es así como en ‘De Profundis’ nos encontramos a un hombre que ha abrazado el cristianismo por la senda del dolor y la belleza, dos conceptos que ya en él son una sola idea, una sola vivencia. Leyendo el Evangelio a diario en griego (belleza sobre belleza), deja atrás el resquemor y el odio hacia todo aquel de que le rodea de su primer año en la cárcel y vive su segundo y definitivo año de presidio con una fuerza renovada.

Surge así un Wilde que se sabe un “hombre nuevo”. Y, a nivel artístico, más poeta que nunca… Más completo, más complejo, más profundo. Más “espiritual”. Su definitivo espejo es Jesús de Nazaret. Y no en cualquier momento. Se fascina con su pasión y muerte. La interioriza desde la belleza dolorida. Él mismo, como su maestro, se siente crucificado por los que no le aceptan como es y siempre la trataron como una mascota… Pero no lo interioriza ya como una herida que le haga odiar. Su dolor le ha sanado y solo le permite amar.

Muerte en soledad

Finalmente, salió de la cárcel. Durante tres años de errático vagar, fuera ya de Inglaterra, murió solo y enfermo en un hotel de París. Cerró los ojos para siempre el 30 de noviembre de 1900. Apenas tenía 46 años. Tiempo más que suficiente para ser un mito eterno de las letras. Aunque solo haya quedado una de sus caras… La otra, la que le completó y por la que murió convertido al catolicismo, queda reducida a un único libro. Aunque, seguramente, ‘De Profundis’ sea el mejor de todos.

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