Explosión de color en la nueva Sala Capitular de la catedral de Toledo

Sobre el dintel de la puerta de la Sala Capitular de la catedral de Toledo, quizá para que los canónigos la lean al salir tras sus deliberaciones, encontramos la inscripción ‘Iustitiae cultus silentium’ (‘El cultivo de la justicia es el silencio’). Pero, ¿qué albergan los muros de este espacio considerado por algunos como la Capilla Sixtina española? Entre el laberinto de callejuelas angostas y estrechas que conforman el casco histórico de Toledo, en el mismo lugar donde se edificó el primer templo religioso de la ciudad en la época romana y la posterior basílica visigoda, y en el que, durante 300 años, los musulmanes levantaron su gran mezquita, se alza majestuosa la dives toletana, la catedral primada.

Estamos en el magnífico templo gótico que comenzó a construirse en el año 1223, bajo la atenta mirada del rey Fernando III y el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada. El edificio se levantó siguiendo los nuevos modelos llegados de Francia, pero se incluyeron algunos motivos procedentes de la arquitectura islámica propuestos, quizá, por el prelado, buen conocedor de la cultura andalusí y de la Historia. Con las aportaciones que se fueron haciendo en siglos posteriores, quedó definitivamente levantada la que Benito Pérez Galdós denominó con justicia, “la enciclopedia de las catedrales”. Así que, si nuestros lectores se animan a acompañarnos, abriremos una de sus páginas, la de la Sala Capitular, o Sala de Cabildos, que fue construida en el año 1502, a instancias del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.

Un trabajo de 32 especialistas

Solo tras cruzar este umbral descubriremos, ahora ya en todo su esplendor, la joya que alberga este espacio concebido para las reuniones del cabildo primado, y cuya restauración fue presentada el pasado 22 de enero. Un equipo de 32 especialistas, coordinados por el canónigo obrero mayor, Javier Hernández de Pinto, Juan Pedro Sánchez Gamero, canónigo responsable de Patrimonio, y los dos conservadores de la catedral, el arquitecto Jaime Castañón y el restaurador Antonio Sánchez-Barriga, ha logrado devolver la belleza original a esta sala de aires italianos.

Bajo el espléndido artesonado mudéjar dorado y policromado, realizado por el famoso tracista Diego López de Arenas y ejecutado por Francisco Lara, una explosión de color, oculta durante siglos, desvela la belleza de las pinturas al óleo sobre muro de yeso que Juan de Borgoña realizó entre junio de 1508 y noviembre de 1511. En la mitad superior, 13 escenas, separadas por columnas fingidas, narran la vida de la Virgen María y también el Juicio Final. En la mitad inferior, encontramos la galería de retratos de los arzobispos de Toledo firmados, los 32 primeros, por el maestro renacentista y el resto plasmados por los pinceles de autores como Carvajal, Comontes, Tristán, Rizi, Goya o, más recientemente, la religiosa Isabel Guerra.

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