Benedicto XVI responde a una falsa afirmación: “Jamás he cuestionado el diálogo judeo-cristiano”

El Papa Benedicto XVI, con su hermano Georg Ratzinger/LOR

Benedicto XVI aboga por el diálogo y no por la misión con los judíos. El papa emérito, pese a que se mantiene en un segundo plano, ha querido escribir un artículo de corrección sobre un artículo divulgado en septiembre en que el se afirmaba que Joseph Ratzinger estaba a favor de misionar a los judíos y había cuestionado el diálogo judeo-cristiano. “Cualquier afirmación de este tipo es clara y simplemente errónea”, ha expresado en la revista de teología alemana Herder Korrespondenz.

Según sus palabras, “el judaísmo y el cristianismo representan dos formas de interpretar las Escrituras”. Y continúa, como recoge The Tablet, dejando claro que “la misión de los judíos no estaba prevista ni era necesaria por la sencilla razón de que ya conocían al ‘Dios desconocido’. En lo que respecta a Israel, no es una misión sino un diálogo sobre si Jesús de Nazaret es ‘el Hijo de Dios, el Logos’ para quien, de acuerdo con las promesas de Dios a Israel, y sin saberlo toda la humanidad, está esperando”.

Duterte pide a los católicos que no vayan a misa

Vuelve Duterte. El presidente de Filipinas carga de nuevo contra la Iglesia. “Cuando alguien se bautiza, tienes que pagar; cuando alguien muere, tienes que pagar. Construye tu capilla en tu propia casa y reza allí. No tienes que ir a la iglesia para pagar por estos idiotas –en referencia a sacerdotes y obispos–”, dijo en un discurso de ayer 26 de noviembre, según informan los medios locales y recoge ACI Prensa.

Las descalificaciones a la Iglesia por parte de Rodrigo Duterte, acusado de atentar contra los derechos humanos por la represión contra el narcotráfico, se repiten en el tiempo. El pasado 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, se preguntó: “¿Quiénes son esos santos estúpidos? Solo son borrachos”. Al tiempo, pidió que se encomendaran a él: “Solo quédate conmigo. Toma una foto mía y colócala en el altar: santo Rodrigo”. Meses atrás, en agosto, se ofreció a “dar una patada” a cualquier obispo. Mientras, en junio, dijo que Dios es “estúpido”.

Arana: “Tenemos que dejar de ser lloricas”

“Fran­cis­co es casi ob­se­si­vo en se­ña­lar el ex­ce­so de crí­ti­cas como uno de los ma­les ma­yo­res de la Igle­sia por­que crea mu­cha desunión y pro­vie­nen no de un es­pí­ri­tu de co­mu­nión y de amor, sino de una es­pe­cie de des­pe­cho in­te­rior que se pro­yec­ta so­bre los de­más y eso nun­ca hace bien, no es cons­truc­ti­vo”. Así lo expresa el jesuita Ger­mán Ara­na en conversación con el Semanario Diócesis de Málaga.

“La re­vis­ta Vida Nue­va lo de­fi­ne como ‘el je­sui­ta es­pa­ñol de ab­so­lu­ta con­fian­za de Fran­cis­co’, ¿cómo es man­te­ner una con­ver­sa­ción con el papa Fran­cis­co?”, le preguntan. A lo que responde: “Pues es muy fá­cil, es gra­tí­si­mo con­ver­sar con él. Ha­blar con el Papa es lo más agra­da­ble de este mun­do, es un gran con­ver­sa­dor, una per­so­na que es­ta­ble­ce una re­la­ción per­so­nal muy cer­ca­na y abier­ta con una gran cor­dia­li­dad y tie­ne un for­tí­si­mo sen­ti­do del hu­mor, lo cual hace muy agra­da­ble el en­cuen­tro”. Y añade: “Yo he con­ver­sa­do con él so­bre cir­cuns­tan­cias muy du­ras de la vida de la Igle­sia y de pro­ble­mas se­ña­la­dos y siem­pre he en­con­tra­do en el Papa la roca de la fe. Es un hom­bre de una gran for­ta­le­za in­te­rior y de una pro­fun­da paz y todo esto le vie­ne solo de una vida in­te­rior muy fuer­te”.

Sobre la realidad de la Iglesia hoy, reconoce que “el pue­blo de Dios ne­ce­si­ta sa­car la ca­be­za”, porque “es­ta­mos de­ma­sia­do ape­sa­dum­bra­dos por los pro­ble­mas, por las di­fi­cul­ta­des de la evan­ge­li­za­ción, por el cam­bio de per­cep­ción de la vida en la Igle­sia, en la ima­gen pú­bli­ca, en la so­cie­dad…”. Y continúa: “He­mos re­ci­bi­do el Evan­ge­lio para en­tre­gar­lo con la ma­yor lim­pie­za a los de­más, pero con la con­vic­ción de que está vehicu­la­do por la mis­ma fuer­za de Dios y eso nos hace vi­vir en una pro­fun­dí­si­ma es­pe­ran­za. Te­ne­mos que de­jar de ser llo­ri­cas”.

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