Juan Luis Martín Barrios: “La Iglesia es atrayente por estar al lado de los pobres y trabajar por la justicia”

  • El presidente de la Comisión de Pastoral de la Conferencia Episcopal Española habla con Vida Nueva con motivo de las Jornadas anuales de vicarios de Pastoral
  • “De la relación con Jesucristo brota un hombre y una mujer nuevos, y de ellos una experiencia positiva ante la vida”, subraya

Martín Barrios en la clausura de las Jornadas para vicarios de Pastoral

“En una sociedad global, plural y secular, la Iglesia es atrayente por la oferta del evangelio al modo y manera como lo hacían las primeras comunidades cristianas en clave de tres dimensiones: el gozo, la cruz y la gratuidad”, ha explicado a Vida Nueva Juan Luis Martín Barrios, presidente de la Comisión de Pastoral de la Conferencia Episcopal Española con motivo de las Jornadas anuales de Vicarios de Pastoral, que ha tenido lugar en Madrid del 5 al 7 de noviembre.

Y es que esa referencia a las primeras comunidades cristianas se enlaza directamente con el objetivo de las jornadas, que no era otro sino plantearse el reto de “cómo ser y hacer atrayente la vida de la Iglesia a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”. “La Iglesia es atrayente por estar al lado de los pobres, trabajar por la justicia y por construir la paz”, dice, subrayando además que la Iglesia atrae por su capacidad de “acoger, escuchar y estar presente y disponible en los momentos clave de la vida de las personas”.

Una Iglesia que acoge y acompaña

En cuanto a qué esperan los hombres y mujeres de hoy de la Iglesia, Martín recoge “lo que han dicho los jóvenes participantes en el Sínodo de los Obispos: ser escuchados y sentirse acompañados”.

Pero el vicario da un paso más, y completa estas peticiones con palabras del Concilio en ‘Gaudium et Spes’: “sentirse escuchados y acompañados ‘en las alegrías y las esperanzas, en las tristezas y las angustias’, todas y cada una de las personas en su contexto de vida, especialmente a los pobres de cualquier clase y condición”.

De esta manera, apunta que la Iglesia ha de acompañar “con las mismas actitudes de una madre”, es decir, “queriéndolos con amor entrañable, como el de Jesús; acogiéndolos con ternura; educándolos con tesón; alimentando su crecimiento interior; abriéndolos a la ‘vida nueva’ que emana del encuentro con Jesucristo; ayudándoles a ser personas maduras, honestas, sacrificadas, responsables y entregadas por amor”. Fruto de esta “relación personal con Jesucristo”, brota en las personas “la experiencia del hombre y de la mujer nuevos”, y de ellos surge “una actitud positiva ante la vida”.

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