Tomás de Zárate: “Con la homilía uno debe pasarlo bien y aprender algo”

El ilustrador de VN Tomás de Zárate

En sus años de católico practicante, Tomás de Zárate ha viajado por todo el mundo y ha tenido ocasión de asistir a eucaristías y retiros donde se ha “tragado charlas y homilías que son de juzgado de guardia”. Por eso, como “experto en aburrirse”, a este ilustrador canario afincado en Eslovenia le dio por escribir ‘Dar la tabarra predicando’. Se trata de un pequeño libro –publicado como ‘e-book’ en Amazon– en el que el colaborador de Vida Nueva desgrana entre anécdotas y buen humor algunas pistas para que los predicadores sepan ‘Cómo hacer que el mensaje evangélico suene tan interesante como es’.

PREGUNTA.- ¿Aburrir es el gran pecado de una homilía? ¿Es un mal tan extendido como sugiere en su libro?

RESPUESTA.- Aburrir me parece un mal menor. El bien que se puede lograr es transmitir el amor de Dios; el mal (menor, pues las palabras solo son un medio) es que ese santo deseo no pase de ahí, de ser un deseo. Es algo a lo que nos hemos acostumbrado… tanto, que ni siquiera pensamos en el porqué. Y ese “no darse cuenta” tiene mucho que ver con que esté tan extendido. No hay mala intención en nada de esto, pero sí mucho de ceguera.

P.- ¿Cuál es el secreto de una buena predicación? ¿Basta con incluir historias personales y chispas de humor para captar la atención de oyente?

R.- La tele logra entretener con historias muy pobres. Para captar la atención del oyente, basta con comunicar alguna experiencia vital, sazonada por el buen humor del que se sabe querido por Dios a pesar de sus limitaciones. Y todo bajo el paraguas del optimismo, pues somos hijos del mejor Padre del mundo.

P.- Jesús hablaba en parábolas. ¿Su condición de ilustrador le hace entender mejor la necesidad de recurrir a las imágenes para transmitir un mensaje?

R.- Cuando ilustras, te comes la cabeza con la composición: no se trata de dibujar bien un dedo, sino de insertarlo en la mano con coherencia. Y ese esfuerzo por comunicar es lo que me hizo entender que Jesús, al utilizar imágenes, se encontraba antes el mismo problema. La solución es tan intuitiva como sabia: las parábolas no transmiten conocimientos exactos y científicos, sino ideas de vida.

P.- ¿Por qué “vendemos” tan mal un “producto” tan bueno como el Evangelio?

R.- Porque respetamos mucho la libertad humana desde tiempos inmemoriales (la Iglesia casi no sabe qué es el marketing). Pensamos que un motor Rolls-Royce se vende solo, por una cuestión de calidad. Pero lo que nos cuesta entender es que no se vende solo. Tristemente, pero así va el mundo.

Lea más:
Noticias relacionadas
Compartir