Cuando el fútbol se torna fraternidad con el pueblo migrante venezolano

  • Durante cinco días más de 600 sacerdotes de Colombia, Ecuador, México y Venezuela participaron en la Copa de la Fe, una experiencia de fútbol y solidaridad en la frontera colombo-venezolana
  • “Compañerismo, jugar en equipo y haber dado todo hasta último momento”, fueron las claves para vencer el odio y la indiferencia, asegura el equipo ganador de la arquidiócesis de Guadalajara 

Con la participación de más 600 sacerdotes, el apoyo de obispos y la comunidad en general, concluyó la Copa de la Fe, único torneo entre sacerdotes organizado por la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), y que este año en su quinta edición tuvo como principal motivo promover la acogida de migrantes venezolanos, pues “la fraternidad no tiene fronteras”, como ha rezado su lema. 

Del 1º al 5 de octubre, la ciudad fronteriza de Cúcuta –en el departamento de Norte de Santander– acogió la fiesta futbolera de la Iglesia, en la que resultó ganador el equipo de la arquidiócesis de Guadalajara (México), tras anotar 24 goles en cuatro partidos. Más allá de la competición, los integrantes de la selección mexicana –según reseña la CEC– señalaron que “el compañerismo, jugar en equipo y haber dado todo hasta último momento” fueron la clave del triunfo y la satisfacción del deber cumplido. “Estábamos cansados pero dimos todo hasta el final y eso es el merecimiento de la Copa de la Fe”.

El subcampeón fue el equipo de la arquidiócesis de Villavicencio, quien pese a anotar dos tantos cayó ante los tapatíos. El tercer y cuarto lugar fueron para las diócesis de Sonson-Rionegro y Garzón-Huila, respectivamente. Los premios consisten en becas parciales para cursar estudios de maestría y doctorado entre los tres primeros lugares, y la cantidad de ocho millones de pesos colombianos entre el campeón y subcampeón.

Fútbol, fe y comunidad

El cardenal primado de Colombia y arzobispo de Bogotá, Rubén Salazar, en vísperas del cierre del campeonato, en un mensaje titulado “Reflexiones en torno a la Copa de la Fe”, resaltó la similitud que hay entre el fútbol y el camino de la fe. Así como el torneo exige la meta de llegar a ser campeones, “también la fe nos impone una meta que es una persona: alcanzar a Jesucristo, recibir de Él la salvación, la vida eterna”.

El purpurado, en su mensaje también agregó que la fe “se concreta y nace en la oración, el encuentro personal con la Palabra del Señor”, y además  implica trabajo en equipo como expresión de “la radical dimensión comunitaria de la vivencia de la fe y del ejercicio del ministerio sacerdotal”.  

Fraternidad con los venezolanos

En este sentido, cabe detacar cómo a la par con el cronograma del certamen, los presbíteros compartieron momentos de solidaridad con grupos de migrantes venezolanos llegados a Cúcuta, como la celebración de una eucaristía oficiada por el presidente de la CEC, Oscar Urbina Ortega, en la casa de paso ‘La Divina Providencia’ donde, según cifras de la diócesis de Cúcuta, se entregan 6.200 raciones de comidas diarias entre desayunos y almuerzos, especialmente a niños, embarazadas y ancianos.

Ese mismo día los sacerdotes participaron en la atención que se brinda en esta casa, repartiendo desayunos y apoyando en la preparación de los almuerzos, dispuestos a brindar una palabra de cercanía y solidaridad a quienes han tenido que salir forzadamente de su país.

Asimismo, durante el tercer día del torneo, “recordando que la fraternidad se vive con las comunidades parroquiales”, los más de 600 sacerdotes participantes celebraron la eucaristía en distintos sectores la ciudad, administraron el Sacramento de la Reconciliación e impartieron la bendición a los hogares.

Verdaderamente, la Copa de la Fe sigue extendiendo puentes de fraternidad para hacer posible la cultura del encuentro. Así, todos ganan, no hay perdedores.

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