Javier Moro: “La voz de Francisco es más necesaria que nunca”

Acaba de alzarse con el Premio Primavera 2018 con su novela Mi pecado (Espasa), en la que nos cuenta las peripecias de los españoles que triunfaron en el Hollywood dorado a partir de la historia de la actriz Conchita Montenegro. La joven no solo se codeó con Chaplin o Randolph Hearst, sino que años más tarde, sin saberlo y ya instalada en España, influyó en el curso de la II Guerra Mundial. Una tarde con el autor de Pasión india es impagable gracias a su mochila de anécdotas…

PREGUNTA.- Conchita Montenegro desembarcó en Hollywood en 1930, con 19 años, ¿fue nuestra primera pionera en la meca del cine?

RESPUESTA.- Unos meses antes había llegado otra joven, María Casajuana, que había ganado un concurso de la revista Cinegrama en Barcelona. Fue ella, de nombre artístico María Alba, quien fue a la estación de Pasadena a dar la bienvenida a Conchita Montenegro cuando esta llegó a Hollywood después de cruzar en tren todo el continente.

P.- Coincidió con un extraordinario grupo de españoles inmigrantes, como Edgar Neville, Jardiel Poncela o Luis Buñuel, ¿en qué forma la ayudaron estos “maestros”?

R.- Edgar Neville fue un poco su guía al principio. De hecho tuvieron un affaire que no duró mucho, pero que fue decisivo para Conchita. Neville la introdujo en la sociedad de Hollywood y le presentó a todos sus contactos. La ayudó, la animó y la promocionó. Si fueron a pasar la Nochebuena de 1931 al rancho de Randolph Hearst, el hombre más rico y poderoso de Estados Unidos, es porque Neville tenía acceso a ese mundo. Era diplomático, escritor y un excelente relaciones públicas.

P.- Usted que ha viajado tanto, que ha conocido todo tipo de creencias, en un mundo tan convulso, ¿qué opinión le merece el pontificado de una figura neutral como la de Francisco?

R.- ¿Neutral?

P.- No lo digo porque sea tibio, sino por su figura mediadora…

R.- Con sinceridad, me parece un hombre comprometido con los más desfavorecidos. Hoy en día, la voz del papa Francisco es más necesaria que nunca. Soy un gran, gran admirador suyo.

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