El Papa despide el año con la misa de Acción de Gracias

  • Las guerras son el signo flagrante de este orgullo absurdo”, lamenta el Papa al hacer balance de 2017
  • Francisco reivindica el papel de padres y maestros para hacer realidad “una ética de la responsabilidad”

Ayer, último día de 2017, el Papa presidió la Víspera de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios y al final de la celebración tuvo lugar la tradicional exposición del Santísimo con el canto del Te Deum para agradecer el año que acaba.

Plenitud de los tiempos

La homilía del Pontífice giró alrededor del concepto de la plenitud de los tiempos, que se alcanza con la venida de Jesús al mundo. Francisco aseguró que la celebración de la Misa “respira” esta plenitud, pero no porque se acabe el año, sino porque “la fe nos hace contemplar y sentir que Jesucristo, el Verbo hecho carne, dio plenitud al tiempo del mundo y de la historia humana”.

Y la primera persona en sentir esta plenitud dada por la gracia de Dios fue la Virgen María, de quien nació. En este sentido el Papa señaló que “es a través de ella y su corazón humilde que nos ha llegado la plenitud de los tiempos”. Francisco ha explicado cómo gracias a María y su decisión, su obediencia a los designios divinos, la Iglesia “ha heredado una sensación de saciedad que alimenta un sentimiento de gratitud como respuesta al don de Dios”.

Sin embargo, a pesar de esta gratitud, Francisco lamentó que en 2017 también hemos ofendido a Dios con “obras de muerte, mentiras e injusticias. Las guerras son el signo flagrante de este orgullo absurdo” y reiteró su llamamiento a “asumir la responsabilidad de nuestros actos ante Dios y nuestros hermanos”.

Artesanos del bien común

Pero tras este paréntesis, el Papa recordó que es un día de celebración en el que prevalecen la gracia de Dios y su reflejo en la Virgen María, y por tanto la gratitud “que como Obispo de Roma siento en mi alma pensando en las personas que viven con el corazón abierto en esta ciudad”. No se refiere a grandes actos de solidaridad, sino a aquellos que cumplen con su deber con paciencia y viven intentando hacer las cosas bien “los que respetan el tráfico, ayudan a personas mayores, respetan los lugares públicos… Estos actos expresan el amor por la ciudad (…) cooperando silenciosamente al bien común”.

Francisco también se acordó de los maestros y padres, que son los encargados de capacitar a los niños y jóvenes en un sentido cívico, “una ética de la responsabilidad (…) para interesarse en la realidad que los rodea”. Finalmente, pidió a los asistentes agradecer no solamente el año que acaba, sino también por estos “artesanos del bien común”.

 

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