Ángeles Conde: “El periodismo solo es auténtico si sirve al prójimo”

  • La periodista madrileña recibe el Premio Juan Pablo II de Comunicación el próximo 22 de junio
  • “La clave de la comunicación de Francisco no es hablar, sino escuchar”, dice a Vida Nueva

Ángeles Conde, periodista, premio Juan Pablo II Comunicación Crónica Blanca

Ángeles Conde (Madrid, 1982) atiende a Vida Nueva con la mejor de las predisposiciones: “Estoy un poco abrumada”, confiesa, tras anunciarse que es la nueva premio Juan Pablo II de Comunicación, que otorga la Fundación Crónica Blanca. Eso de que la periodista se convierta en noticia le resulta extraño: “Prefiero que sea mi trabajo el que hable por mí”.

Y su trabajo no es poca cosa: ha estado en los Servicios Informativos de PopularTV, en la revista Misión –vinculada al Regnum Christi–, en La Razón y en la revista Ecclesia; ha colaborado en COPE, ABC, Alfa y Omega y Vida Nueva; incluso ha dado clases en el curso universitario de Periodismo Social de la Fundación Crónica Blanca. Desde julio de 2013 trabaja en Roma como corresponsal de la agencia televisiva de noticias Rome Reports.

Volverá a Madrid para la entrega del premio, que tiene lugar el próximo jueves 22 de junio; lo recibirá de manos del cardenal Carlos Osoro y rodeada de muchos amigos y compañeros de profesión; y pasará a formar parte de un listado de galardonados en el que están profesionales de la talla de Javi Nieves, Juan Pablo Colmenarejo o Ángel Gómez Fuentes.

¿Una pasión? “La música, aunque el Señor no me dotó ni de buen oído ni de buena voz –bromea–. Pero si no me hubiera dedicado al periodismo religioso, creo que lo hubiera hecho al musical. La música es medicina para el alma”. Hablamos con una Ángeles divertida, amable y muy consciente del sentido de su vocación y su misión.

“Un honor inmerecido”

PREGUNTA.- ¿Qué sientes ante la concesión de este premio? ¿Qué se siente cuando la periodista se convierte en noticia?

RESPUESTA.- Me resulta un honor del todo inmerecido porque me encanta lo que hago y, tal y como está el panorama, me siento ya premiada con poder ejercer cotidianamente el oficio de periodista, el mejor del mundo, como decía Kapuscinski. Agradezco de corazón a la Fundación Crónica Blanca que haya pensado en mí, y sobre todo, en mi trabajo, como los merecedores de este galardón. En cuanto a ser “noticia” por este premio, realmente es algo que me provoca una cierta paradoja, puesto que no puedo dejar de sentirme agradecida y orgullosa por recibirlo pero, al mismo tiempo, siempre he tenido por máxima profesional que “el periodista nunca es el protagonista”. Prefiero que sea mi trabajo el que hable y, sobre todo, que los protagonistas sean los de la noticia, no la artífice.

P.- El premio reconoce los valores del comunicador social promovidos por San Juan Pablo II, en torno a una vocación y una misión basada en el servicio. ¿Te sientes identificada con esa valoración?

R.- No encuentro sentido a esta profesión si no es como vocación de servicio. Como católica, la concibo como un instrumento para ejercer la caridad. Para convertirnos en heraldos de buenas noticias y en profetas de las injusticias y sufrimientos de nuestro tiempo. Creo que podemos ser los mensajeros de esperanza de hoy en día porque la materia prima de nuestro trabajo es excelente pero, a la vez, es la más delicada del mundo: el ser humano. Nuestra misión es apasionante y, en mi opinión, solo es auténtica si sirve al prójimo, no si busca la propia gloria o la autocomplacencia.

“Roma para un periodista es como una piñata para un niño”

P.- Has estado muchos años dedicada a la información religiosa en España y ahora estás en Roma. ¿Se aprecian muchas diferencias?

R.- Me gusta decir que Roma para un periodista es como una piñata para un niño, basta con que la agites un poco para que te caigan los premios. En este sentido, la piñata es más grande en Roma que en España, como es natural. Por estar aquí el Vaticano, contamos con la posibilidad de conocer a personas de todo el mundo, y eso es un regalo increíble, porque te da la posibilidad de tocar la universalidad de la Iglesia sin salir de una única ciudad.

P.- El estilo comunicativo de Francisco se pone muchas veces de ejemplo como ideal de estilo para toda la Iglesia. ¿Tú cómo lo defines?

R.- Son las palabras de quien te habla con la mirada. Y esto lo digo a título muy personal. Tuve la oportunidad de saludar al Papa hace unas semanas en el avión del viaje a Fátima y, hasta ahora, por diversas circunstancias, no lo había logrado. Su capacidad para escuchar, para no perder detalle de tus palabras, para dedicarte toda su atención en unos minutos… Creo que la clave de su comunicación no es hablar, sino escuchar, y hacerlo como no estamos acostumbrados en la sociedad de la inmediatez y del “para ayer”.

P.- La Fundación Crónica Blanca se está revelando como una cantera de periodistas especializados en España. ¿Quién crees que necesita más esta especialización: la Iglesia o la sociedad?

R.- Creo que no debemos tratar a los lectores/oyentes/televidentes como si fueran niños. Como periodistas, me parece que tenemos que preservar un cierto umbral de exigencia en nuestro trabajo y eso, al mismo tiempo, es una muestra de respeto hacia nuestra audiencia. Esa exigencia se obtiene con preparación, dedicación y especialización. Ninguno salimos de la facultad sabiendo. Es cuestión de “sudar la camiseta”. Como profesionales, tenemos que comunicar bien, correctamente, pero sin condescendencia, sin rebajar el contenido. Del mismo modo, como consumidores hemos de demandar calidad en las informaciones. Y lo mismo es aplicable al binomio Iglesia-sociedad. Desde la Iglesia como institución, si lo quieres definir así, el desafío es comunicar con claridad, precisión y sinceridad. No hay que tener miedo al “no conozco la respuesta a tu pregunta, pero me informaré y te responderé lo antes posible”. Eso es preferible al silencio. Y como sociedad, tenemos que estar bien informados, algo que no siempre es sinónimo de estar muy informados. Como en otros campos, esto también requiere de un aprendizaje.

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