José Cristo Rey Gª Paredes, a los religiosos: “Hay que surfear en la sociedad líquida”

El teólogo claretiano reclama más audacia y formación en la Semana Nacional de Vida Consagrada

José Cristo Rey, en la Semana de Vida Consagrada

“¿La fealdad ha invadido también la vida consagrada?”. Con esta interrogante arrancó en la tarde del 20 de abril su conferencia el misionero claretiano, José Cristo Rey, que invitó a los religiosos presentes a responder a esta cuestión con una máxima: “Caminar y surfear en una sociedad líquida puede ser para nosotros la verdadera roca”.

En el marco de la Semana Nacional de Vida Consagrada, Cristo Rey comentó que “no somos figuras inmóviles de un belén, somos caminantes”. En este peregrinar, subrayó como indispensable la formación permanente, así como necesidad de hacer descubrir al otro la belleza de la consagración, planteando si quienes “se separan de la vida consagrada”, puede que lo estén haciendo “no porque la vean difícil sino porque no la ven lo suficientemente bella”.



En esta línea, el catedrático de Teología de la Vida Consagrada en el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid citó al filósofo inglés Roger Scruton para defender que “lo opuesto a la belleza no es la fealdad sino el sinsentido”. Desde ahí, detalló que “la vocación es una llamada a la belleza para pasar por el camino de la desfiguración para llegar a la belleza total que se nos comunica en la Pascua. Lo feo, lo desfigurado y lo apático también forma parte de nuestra vida”.

José Cristo Rey, en las Jornadas de Vida Consagrada

José Cristo Rey, en las Jornadas de Vida Consagrada

El camino comunitario

En este discurrir vital, destacó la importancia del “camino en comunidad”. “Vivir y caminar en comunidad es uno de los rasgos fundamentales de la vida cristiana, de la vida consagrada”, detalló Cristo Rey. Para el profesor, el secreto de la belleza comunitaria es “un solo corazón, una sola alma, tener todo en común”.  “Recuerdo que una maestra de novicias me dijo que esto era imposible. Para los hombres es imposible; para Dios, no”, apostilló a la vez que reconoció la existencia de problemas y dificultades para lograrlo. Desde ahí, pidió a sus oyentes tener “audacia” como la que mostró Jesús: “Su comunidad estaba formada por hombres y por mujeres. Eran su familia”.

Además, urgió a una “conversión misionera y ecológica porque también la madre tierra está gritando, está siendo reformada, tiene que recuperar su belleza”. Desde ahí, lanzó una última pregunta al auditorio: “¿Cuál es el peor pecado que puede cometer la humanidad? La guerra nuclear”. Y añadió que con ese paso hacia “la muerte de la tierra” supone una sentencia de muerte “para todos”.

 

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