En la tarde de hoy viernes 8 de septiembre, en el Parque Las Malocas, en Villavicencio, un Francisco atónito, estupefacto ha escuchado los testimonios de Pastora, Luz Dary, Juan Carlos y Deisy, víctimas de las horrorosas violencias que ha sufrido Colombia desde 1963, cuando surgieron las clandestinas Fuerzas Armas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL).
Unos testimonios pronunciado ante el Crucificado de Bojayá, un cuerpo amputado, sin brazos y que el 2 de mayo presenció la matanza de decenas de personas refugiadas en su iglesia y que nos enseña –les dijo el Papa a los miles de personas presentes– “que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia”.
El discurso del Santo Padre ha sido una exposición orgánica del mensaje que Bergoglio ha traído a este país que aún está dividido ante el proceso de paz.
De los testimonios de las víctimas el Papa ha extraído estas conclusiones:
- la violencia engendra más violencia, el odio más odio y la muerte más muerte.
- no se puede vivir del rencor, solo el amor libera y construye, todos necesitamos amor y perdón.
- de un modo u otro todos también todos somos víctimas, inocentes o culpables, todos unidos en esa pérdida de humanidad que supone la violencia y la muerte.
Sobre los victimarios
“Resulta difícil –ha reconocido Francisco– aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, para proteger negocios ilícitos y enriquecerse o para engañosamente creer estar defendiendo la vida sus hermanos. Es un reto confiar en que se pueda dar un paso adelante por parte de aquellos que infligieron sufrimientos a comunidades y a un país entero”.
Pero a los escépticos les ha repetido que, “aunque perduren conflictos, violencia o sentimientos de venganza, no impidamos que la justicia y la misericordia se encuentren en una abrazo que suma la historia del dolor de Colombia”.
Verdad, justicia y misericordia para la paz
Otra advertencia contra los que no confían en los sentimientos de los “arrepentidos”. Es la siguiente: “En todo este proceso largo, difícil pero esperanzador de la reconciliación, resulta indispensable asumir la verdad… La verdad es una compañera indispensable de la justicia y de la misericordia. Juntas son esenciales para construir la paz, y por otra parte cada una de ellas impide que las otras sean alteradas y se transformen en instrumentos de venganza sobre quienes más débil. La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza sino más bien a la reconciliación y al perdón”.
Para finalizar su alocución, con solemnidad, hizo este llamamiento: “Colombia, no temas a la verdad ni a la justicia. No tengan temor a pedir y ofrecer perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas. Tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, renunciar las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”.
Con una oración al Cristo negro Bojaya concluyó el acto más significativo de la visita de Francisco a Colombia.