Tribuna

Yo soy el ramo

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Pensando en el próximo Domingo de Ramos sin Misa y sin ramos, tratando de discernir lo que nos dice el ramo de cada año, me viene a la mente y al corazón una nueva búsqueda que me permita mirar y ver el ramo en toda su dimensión.



A lo largo de la historia, el ramo de olivo representó la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén en medio de una multitud que lo aclamó como el Mesías. Cada año, celebramos con cánticos y ramos bendecidos esta nueva entrada de Jesús en nuestra vida como nuestro Rey y Señor.

Nos llevamos el ramo a casa como signo de la bendición de Dios. Y nuestro mayor gesto suele ser el de regalarlo a familiares y amigos con deseos de Paz y de Esperanza. Y así, el olivo bendecido es un sacramental, “un signo sagrado con el que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia”. (1667, Catecismo de la Iglesia Católica).

En este tiempo…

Este año, no vamos a tener ramos como es habitual. Podría ser motivo de tristeza, pero como decía un sacerdote amigo, “a la tristeza, le damos sólo un mate y le pedimos que siga de largo”. Así que esta semana, puedo ver a consciencia qué representó mi ramo del año anterior, aunque ya lo haya quemado para cenizas.

Y pienso, si ese ramo representó la entrada de Jesús en mi vida como Rey y Señor, lo que importa es cómo caminé, qué tan atenta estuve para ser embajadora* de Cristo (2 Cor 5, 20), para llevar su perfume a quien lo necesitaba.

Entonces, la respuesta es que yo soy el ramo que Jesús espera que regale, porque este es el tiempo. Yo soy el ramo que se derrama como el perfume de la samaritana. Yo soy el ramo que aclama la entrada de Jesús en mi vida. Yo soy el ramo que exhala Paz y Esperanza.

En esta semana, esperando el Domingo de Ramos sin ramos compartidos, podés hacer tu propio ramo en casa con lo que tengas, podés pintar o dibujar uno, podés colgarlo en puertas o ventanas. Y ese ramo que hiciste será bendecido a través de la Misa que puedas vivir por televisión o por las redes.

Pero más allá, yendo más adentro y más allá de toda virtualidad, seguramente Jesús nos estará llamando a “ser ramo para otro”. Siendo cómplices del Espíritu Santo, que nos une y nos impulsa a seguir en salida, y sin miedo. Porque la Iglesia de Jesús no cierra nunca y estamos caminando.

Con la armadura de la Salvación (Ef 6, 11-18) nos vestimos de ramo triunfal para Cristo y decimos: “yo soy tu ramo, Señor!”.