Tribuna

¿Voluntaria de la JMJ de Madrid? La experiencia que marcó mi vida

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Ya han pasado diez años, una década, que se dice así a la ligera en una palabra, pero que lleva mucho detrás. La aventura profesional más bonita de mi vida: eso fue lo que viví hace diez años, unida a una experiencia personal que nunca olvidaré. Una oportunidad única de formar parte de la historia, viviéndola desde dentro. Una historia que, para mí, comenzó en Roma cuando yo era la peregrina en Tor Vergata, en la JMJ del año 2000 con Juan Pablo II.



En septiembre de 2010, llegue a las oficinas de San Juan de la Cruz, me había quedado en paro y no recuerdo cómo me enteré de que al año próximo se iba a celebrar en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud y buscaban voluntarios. Mi cabeza volvió a esa JMJ de Roma. Allí me perdí de mi grupo y un voluntario estuvo conmigo y me ayudó en medio de miles de personas hasta encontrar a mis compañeros de viaje, ¡me sentí tan arropada en medio de tanta locura!

Ese pensamiento vino a mi cabeza y no dude en convertirme en voluntaria en mi ciudad con el único objetivo de poder ayudar a otro joven en lo que necesitase en su JMJ particular. ¡No sabía todo lo que me iba a deparar tomar esa decisión de apuntarme como voluntaria!

Dejé todos mis datos de contacto, y avisé que tenía disponibilidad absoluta al estar sin trabajo. A los pocos días, me llamaron para hacerme una “entrevista” y ver, por mi trayectoria profesional, dónde podía encajar mejor y aportar más. Así, de repente, me vi trabajando en el departamento de marketing con un equipo de compañeros increíbles, de los que tuve la gran suerte de aprender todos los días.

Grabar spots animando a los jóvenes a apuntarse, diseñar carteles para engalanar Madrid en esos días, buscar colaboración con empresas para que, de manera altruista, participasen de un momento histórico… Un día a día apasionante, en el que nunca había nada igual al anterior y en el que se respiraba un ambiente de equipo para trabajar todos a una, que era increíble y que tuve la suerte de vivir.

Alegría y orgullo

Así fueron pasando los meses, conociendo a otros voluntarios con historias personales increíbles, personas que venían de otros países en los que vivir su fe era poner en riesgo sus vidas, gente con vidas muy diferentes a la mía, pero que tenían la misma ilusión que yo de ver Madrid llena de jóvenes mostrando su fe con alegría y orgullo, y demostrando que eran jóvenes “normales”, con un futuro por delante en el que Dios formaba parte también de su vida.

En esos meses tan intensos, yo además estaba inmersa en mi propio proyecto personal: ¡estaba preparando mi boda! Recuerdo la llamada de una tienda de trajes de novia porque me estaban esperando en mi cita para unas pruebas de vestidos. ¡Era tal la vorágine de participar en la preparación de la JMJ que se me había olvidado!

Si no hubiera sido por el apoyo constante del que hoy es mi marido y de mis padres y hermana, no sé qué hubiera sido de mí en esos meses tan locos. Hoy sé que viví la aventura profesional de mi vida, que ese era mi momento y que, sin su respaldo en todos los sentidos, no hubiera sido posible.

El Papa de mi juventud

Desde el Vaticano nos dieron la oportunidad de viajar a algunas personas a Roma a vivir desde dentro la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II, el 1 de mayo de 2011. El objetivo era aprender durante esos días a gestionar un evento de tal envergadura. Ese fue uno de mis grandes regalos de esos meses. Para mí, había sido el Papa de mi juventud, y estar allí ese día era algo increíble. Aún guardo con mucho cariño mi acreditación de ese viaje y, cada vez que la miro, me vienen a la mente un sinfín de sensaciones y recuerdos.

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