Tribuna

Vivir en una isla

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Antes que todo, informo que seré breve para ser agradable y leíble[1].

Llevada por los vuelos soñadores de Madre Catalina, estoy desde hace dos semanas en la Isla de Pascua (Rapa Nui para los aborígenes nativos) y me quedaré por dos semanas más.

Las reacciones opuestas de los que se enteraron de esta misión fueron admiración y envidia, por venir a un destino turístico importante, dado por la cultura del lugar o bien, la indiferencia o el sinsentido de venir al lugar más remoto de la tierra.

Lo que he aprendido en este tiempo da para un libro colorido. Me limitaré a describir los títulos de ese libro.

Rapa Nui está en la Polinesia asiática, pero pertenece a Chile. Sus primeros pobladores (siglo X aprox.), vinieron de allá y hacia allá miran hoy porque la sangre tira. Los moais, esculturas enormes de piedra que la caracterizan, son un culto a los ancestros y están construidos de espalda al mar y mirando la isla en signo de protección por las posibles invasiones de colonización. Ellos muestran, además, de un desarrollo artístico y arquitectónico, la trascendencia del hombre que necesita de un Dios para su vida y el reconocimiento del bien que hicieron los antecesores. Los Rapa Nui tienen una riquísima lengua que la usan fluídamente (hasta ahora sólo aprendí unas pocas palabras).

El lado B de la Isla

Les contaré, al estilo de Madre Catalina, el lado B de la Isla, eso que no les cuentan a los turistas y está invisibilizado.

Con otras hermanas recorremos y acompañamos los lugares más frágiles, las periferias existenciales. Así nos encontramos con excesivo varonismo, violencia intrafamiliar, promiscuidad, niños abandonados por sus madres, abuelos queridos, escuelas en donde se enseña la lengua y cultura Rapa Nui con el tropiezo de que la mitad de los docentes vienen del continente y no se han formado en este aspecto y son los alumnos quienes les enseñan a ellos. No podía faltar como en todas las democracias nuestras, una fragilidad del sistema político. No hay pobres ni empobrecidos, el turismo se encarga de ello, pero se notan los sueldos magros y el trabajo en negro.

He visitado a los enfermos del único hospital y he descubierto la riqueza humana de su gente y la esperanza de sus enfermos, he estado con los ancianos, deseosos de entregar su sabiduría, hemos compartido almuerzos con los presos en una cárcel sin rejas, he jugado con niños que desde pequeños experimentaron el abandono de su familia. Esto y un poquito más sería el lado B, el que no aparece en los folletos de turismo.

Los Rapa Nui tienen grandes valores: la familia ante todo, el orgullo por su raza, por sus ancestros, una profunda fe en su mayoría católica y unos pocos evangélicos. Cuidan su Isla y la naturaleza, la muestran al turista (a veces aprovechándose), se cuidan entre ellos, son amables con el que llega y sobre todo muy alegres, celebran la vida desde la vida misma y desde la muerte (tema para una jugosa nota). La comida es otro capítulo, preparada ancestralmente y con exquisitos sabores.

Vivir en esta isla permite disfrutar de su clima agradable, vivir constantemente en un jardín exuberante lleno de flores y mucha vegetación, gozar de la cultura y los rituales de los rapa nui, agradecer que casi no hay WIFI y las conexiones son débiles y no permiten la llegada de noticias, admirarse por tener un amanecer y un atardecer cada día junto al mar, caminar en una ciudad de 10000 habitantes (turistas incluidos) con mucha tranquilidad, dejando los autos abiertos y sin cortes ni dificultades de tránsito. Éste es el lado A, el que nos venden y en general conocemos.

¡Es hermoso vivir en una Isla! Podemos caer en la tentación de vivir en una isla cuando nos aislamos en nuestro autoconfort. Leemos lo que pasa en el mundo pero cortamos la conexión, buscamos diariamente impactos que entretengan a nuestros sentidos, vivimos en barrios cerrados para que no nos molesten y seamos todos iguales, cuando no empatizo con el que tiene menos posibilidades que yo, o quizás llegue a decir con la boca llena de una rica comida: mmejverdaquihayenteobre, que traducido con la boca vacía, sería “es verdad que hay gente pobre” sin ver a la persona que asiste mi mesa a quien le pagan mucho menos de lo que se merece.

Sigo diciendo que es hermoso vivir en una isla. Es un lugar para dejarse sorprender por Dios, por su creación y su presencia, para dejarse querer ¡es un lugar para aprender! Me quedan dos semanas de este Curso acelerado de Humanismo ¡espero aprobar!

¡Iorana! ¡Maururu! (adiós y gracias en lengua Rapa Nui).

[1] Dice el dicho “lo bueno si breve, dos veces bueno”.