Tribuna

Un momento para pensar sobre el final de nuestras vidas

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Cuando nos aventuramos a escribir, necesitamos siempre muchas ideas, en ese abanico de ideas se tejen los conceptos, se forjan las relaciones y empezamos a interactuar con el mundo, viajamos y conocemos como una aventura más en la vida.



¿Qué queda en el corazón? Los recuerdos gratos o incluso no tan gratos quedan las conexiones que hacemos con el mundo y con personas que sin importar el país, su raza o condición por medio de una palabra transformamos mundos y dejamos en nuestra memoria las mejores impresiones.

Una experiencia personal

La semana pasada, el señor me dio la oportunidad de estar en una parroquia llamada la inmaculada concepción, en Minneapolis (EEUU), fue un congreso internacional sobre la familia sanadas con el corazón de Jesús, en el mismo la Palabra de Dios fue el pretexto para comunicar alegría, esperanza y traer algo de nuestra forma de vivir la fe.

En el corazón cada predicación fue preparada con delicadeza, en algunas surgieron nuevas ideas y en otras algunas confrontaciones con la misma historia, a veces, he pensado que vivir aislado del mundo trae sus buenos resultados, porque uno ora, tiene momentos de silencio o incluso se dedica a escribir como lo que me pasa a mí, escribo por hobby.

Pero resulta que Jesús y vivir en comunidad es algo más que estar o pertenecer a un grupo, institución o comunidad religiosa, existen personas y comunidades relacionales que nos sigue dejando algo para la vida, una sonrisa, un apretón de manos o una palabra en cualquier idioma o cultura puede ser eso que nos faltaba o que debíamos vivir para poder contarlo.

Sé que cada vez que viajo a predicar a alguna parte, es porque Dios así lo ha querido, un pasar por un lugar o una voz fuerte, es algo que me motiva para seguir escribiendo, no solo contamos anécdotas, sino vivencias y experiencias que marcan nuestras vidas. Mi padre nos contaba anécdotas de su pasado y sonreíamos en el calor del hogar por sus osadías o riesgos de su vida.

Hoy yo cuento vivencias y experiencias a través de un mensaje de Dios que ayuda a sanar corazones rotos o lastimados o heridos. Hoy, el ministerio de la predicación, la oración de sanación y la búsqueda del sentido de la vida son mis grandes banderas que levanto a donde voy o me invitan a llevar esa buena nueva de Jesús.

Creer en Jesús

Cuando Jesús se aparece a sus discípulos en el mar, piensan que es un fantasma, yo muchas veces he pensado que es imposible ir a lugares que nunca me imagine ir, por ejemplo las peregrinaciones a lugares insospechados, Medugorjie, tierra santa, santuarios marianos en Europa o en cualquier lugar del mundo; resulta que Jesús ¡está vivo! se sigue apareciendo a nuestras comunidades en cada celebración eucarística y nos cuesta creerle a Él; Jesús en el mar, cuando Pedro se hundía le dijo: “Hombre de poca fe”.

Hoy nos sigue diciendo a todos nosotros que tenemos poca fe, he visto personas sanarse de enfermedades físicas terminales, canceres, artritis, problemas de piel… pero también del corazón emocional como tristezas profundas, depresiones y falta de sentido de vida, una joven que está en los talleres me busco para orar por ella y yo ore por ella, asistió a la eucaristía y por primera vez en su vida sintió que Jesús le amaba, no porque antes no lo conociera o no supiera, sino porque ella misma ponía resistencias con Jesús.

Orando MD

Hoy en día, cuenta que Jesús la libero de ese hueco existencial, donde no le importaba nada y hasta quería quitarse la vida, no le encontraba sentido a nada, pero hoy, comparte la alegría de su familia y nos cuenta que ha encontrado su lugar en el mundo. Volvió a la misa dominical y comparte su testimonio con otras mujeres que atraviesan momentos de depresión, que quieren acabar con su vida por alguna herida que seguramente tienen o no encuentran el sentido en sus vidas. Lo más importante le regresó el amor por vivir, por tener un propósito de vida y aconseja a otras mujeres para dar el paso a una fe en Jesús.

El merecimiento, una pedagogía del amor de Jesús

Me he encontrado con muchas personas que les cuesta pensar en sus propias vidas, una señora volcada hacia fuera, su marido en primer lugar, sus hijos e hijas en segundo lugar y en tercer lugar el trabajo, porque si no trabajaba entonces de que vivían. Resulta que empezó a darse cuenta de que tenía esos ídolos con su propio altar, porque ella pensaba que entre más hiciera por los demás o entre más se desgastara iba a ser más feliz.

Pasaron los años y se dio cuenta que no era feliz, el punto de quiebre o crisis fue cuando se dio cuenta que su esposo le era infiel con otra, su corazón se destrozó, perdió la paz y la tranquilidad en su vida, se dio cuenta que tanto esfuerzo en tener bien a los demás era casi en vano, quería tener contento a todo el mundo y no había vivido para sí, se dio cuenta que necesitaba amarse más, merecerse más las cosas, realizo unos retiros con nuestro ministerio y empezó a sanar su corazón sufrido por herida de abandono, empezó a buscar el antídoto para su vida, no era buscar otro hombre, era sentirse ella misma amada y valorada como persona e hija de Dios.

Llegó una peregrinación a un santuario mariano y tenía una plata ahorrada bien guardada, al momento de pagar, se dio cuenta que entraron los ladrones a su casa y se llevaron las joyas que tenía escondidas, entonces pensó que se habían llevado la plata que tenía junto con las joyas y para sorpresa de ella, la plata estaba intacta, pago inmediatamente su peregrinación porque descubrió que era merecedora de salir de sus cuatro paredes, que debía amarse más como mujer, que tiene merecimientos y así lo hizo.

Hoy nos comparte ese testimonio del merecimiento como algo jocoso, como darse cuenta de que el centro de su vida no son solamente los demás o el trabajo, sino el saber vivir, con problemas como todos pero haberse dado un gustico de viajar a algún lugar cuando se puede.

Las cinco preguntas de los moribundos

En estas reflexiones y durante muchas platicas, me he encontrado con cinco preguntas que se hacen las personas desahuciadas y que saben que van a morir, claro no porque no nos las hemos hecho por ignorancia, sino que a la hora de hablar del final de la vida, no tenemos las herramientas o los elementos para responder con acierto sobre lo que es incierto o incluso sobre las cosas que nos superan, me he dedicado a leer en mis ratos libres algo que me intereso para ayudarnos a pensar y reflexionar sobre la psiquiatra Suiza Elizabeth Kübler – Ross.

¿De qué nos arrepentimos al final de la vida?

Primero, debemos decir que uno no debería de arrepentirse de nada, porque cuando uno actúa bien o de acuerdo con el propósito de Dios, a uno le va bien en “todo”, esto es en la vida de autorrealización, en su proyecto de vida o en su propósito de vida. Pero, un best seller en la literatura a nivel mundial de “los cinco arrepentimientos de los moribundos”, me llevo a pensar sobre el final de nuestra vida, concluí una premisa que quiero demostrar:

“quiero empezar preguntando sobre el final de nuestra vida, para valorar más el presente” (válido para experiencias, personas e incertidumbres que nos acompañaran toda la vida), lo interesante del estudio es sobre los arrepentimientos que seguro al final de nuestra vida vamos a tener o hemos pensado en algún momento sobre este asunto.

Los cinco arrepentimientos en la vida

Entre los arrepentimientos, está no haber sido feliz, pensé que clase de felicidad busca uno, para luego arrepentirse de no haber sido feliz, claro los apegos o cuando uno se aferra a los hábitos, costumbres, falsas ideas de felicidad que no nos dejan ser plenos, felices.

Pensé en Jesús en el monte de las bienaventuranzas, empieza diciendo felices, dichosos los que sufren, entre otras y termina al final invitándonos a buscar el premio en el cielo, claro uno diría así que entonces esa felicidad se alcanzará en el cielo, pero resulta que el cielo, empieza en el hoy de nuestra vida.

Vivir a plenitud, auto-realizado es una forma de vivir al máximo, en sintonía con su continúa búsqueda. Otro arrepentimiento es haber trabajado tanto y no dedicar tiempo para sus seres queridos, pero resulta que Proverbios 17, 1 nos dice: “más vale comer pan duro y vivir en paz que una casa llena de banquetes de discordia”.

La cuestión es que trabajar es una bendición que eso no lo contradice nadie, lo que el texto nos está diciendo es la desmedida del trabajo o mejor aún el no haber sido capaces de sacar un tiempo para la familia o incluso el haber vivido de una manera conformista con un trabajo esclavizante y poco remunerado o poco valorado a afectado las relaciones familiares e incluso la manera que uno trabaje, así sea 24/7, uno debe sacar un tiempo justo y compartir con los seres queridos un plato de comida, pero eso si en paz y con tranquilidad.

Porque de nada sirve tener muchos lujos, una comida exquisita, si ese mismo plato no se disfruta o no se goza, porque no se comparte en paz o en las sanas relaciones fraternas.  Otro arrepentimiento es no haber vivido la vida que realmente se quería. Seguro que muchas personas se quedan en buenos propósitos, sueños y metas no cumplidas porque no persiguieron sus propios ideales o sueños en su vida, por ende, existe una insatisfacción en el campo de la realización.

Otro arrepentimiento es no haber expresado sus sentimientos, seguro que tiene que ver con las declaraciones del perdón, saber perdonar, ser agradecidos en la vida y haber sido más abiertos y honestos con los sentimientos, conozco muchas personas que no expresan por miedo o porque se han acostumbrado a vivir la vida de los demás o para los demás y no para sí mismos. Otro arrepentimiento es no haber mantenido el contacto y la conexión con los amigos cercanos, creo que es importante mantener las relaciones que seguro son significativas para la vida y la salud mental. Pienso en Jesús y el discípulo amado, en Jesús y la familia de Betania Martha y María.

Al final digo: “Yo no me arrepiento de nada porque he vivido cada segundo con plenitud” … pero luego vuelvo a leer este artículo y me digo: “Yo creo que uno en la vida se arrepiente de no haber realizado más cosas pudiéndolas haber hecho”. Entonces quedan las preguntas abiertas para todos mis lectores: si te arrepientes de algo: ¿De qué te arrepientes en la vida? Si no te arrepientes de nada: ¿En qué puedes aprovechar más la vida, el tiempo, tus últimos años de vida?


Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios

Foto: Corporación El Minuto de Dios