Tribuna

Rupnik, el protegido

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Acabamos de asistir en directo al nauseabundo espectáculo de ver como se revictimiza a las víctimas, a todas las víctimas de abuso en la Iglesia. Ser víctima en la Iglesia es ya de por sí un drama que acarrea consecuencias de por vida y que, por lo que vemos, parece que a casi nadie importa.



La nota de prensa, como la emitida por el Vicariato de Roma, es una auténtica filigrana para decir algo que evidencia el posicionamiento de quien la emite y que, en su ¿perfecta? redacción, hace que los márgenes del texto queden desbordados de personas ya muy heridas, a quienes se les sigue insultando con el desprecio, la indiferencia y, sobre todo, la duda permanente con aquello que denuncian desde la invisibilidad más absoluta.

¿Comunidad saludable?

Marko Rupnik, expulsado de la Compañía de Jesús, el agresor y abusador que, no olvidemos, al año de ser ordenado pidió ser capellán de la comunidad de monjas a las que luego sometió a todo tipo de abusos y que no fueron las únicas, creó el llamado Centro Aletti que gestionaba su obra y negocio –que todo era- junto a una pequeña comunidad que, según la inspección y según la nota de prensa del Vicariato muestra que, “hay una vida comunitaria saludable sin problemas críticos particulares”.

Sería de desear que en la misma nota se explicara qué se entiende por “vida comunitaria saludable”, conociendo como se conoce ya, la capacidad de manipulación de Rupnik. Porque no estamos hablando de un tipo que se mueve a golpe de impulso sexual irrefrenable, estamos hablando de un tipo que manipula, retuerce la voluntad y la conciencia de sus víctimas, y diseña cada uno de sus actos de abusos milimétricamente.

Libres de influjo

Me pregunto, ¿hasta qué punto cabe pensar que las personas de esa comunidad no están manipuladas, o al menos, subyugadas por la camaleónica personalidad de Rupnik a quien pudieron endiosar y someterse a él, sin ser conscientes de que estaban y están siendo dirigidas por él? ¿Ha tenido en cuenta esto la inspección? Es más, me atrevo a preguntar, ¿hasta qué punto quienes llevaron a cabo la inspección estaban libres del influjo de Rupnik? No es una exageración. La capacidad de manipulación de los agresores y abusadores es inmensa. Son maestros en ello.

Muchas dudas se han abierto con esta inspección y esta nota de prensa con la transparencia tantas veces cacareada desde la Iglesia porque, además de ocultar y ningunear a las víctimas, además de echar tierra encima sobre las acciones delictivas –estamos ente delitos, no lo olvidemos- de Rupnik, además de cómo deja a la Compañía de Jesús –a la que le costó, pero hizo lo que tenía que hacer-, además de todo esto, parece que la palabra de un cardenal con pensamiento y formas de rancio príncipe de la Iglesia del Renacimiento, tiene el poder suficiente para cambiar la realidad, modificar los hechos, reescribir la historia, y seguir abusando de su poder abandonando e insultando a las víctimas con su desprecio. ¡El maldito poder en la Iglesia! ¿Quién controla el poder de ese cardenal?

Un depredador

Rupnik es un abusador de conciencias, un depredador, un agresor sexual y, ahora, por obra y gracia de un cardenal de nombre angélico, se ha convertido en el protegido. Rupnik puede hacer en Roma lo que quiera, es impune. ¿Qué víctima se atreverá a abrir la boca contra él? Es el protegido, el pupilo, el predilecto, el consentido, el valido de un cardenal.

Llevo diciendo, desde hace tiempo, que lo que se nos va a llevar por delante no será el secularismo, ni la indiferencia religiosa, ni los ataques externos. Lo que se nos va a llevar por delante es la mala gestión de la realidad de todo tipo de abusos en la Iglesia; se nos va a llevar por delante la falta de credibilidad que mostramos una y otra vez ante esta realidad de los abusos; se nos va llevar por delante la falta de testimonio que damos en favor de las víctimas; se nos va a llevar por delante la ambigüedad de la ley canónica respecto a esas víctimas; se nos va a llevar por delante el mutismo que nos hace cómplices; se nos va a llevar por delante el silencio de algunos pastores que braman por otras cuestiones, pero que hacen comentarios sobre hechos como el que nos ocupa -si los hacen- y en voz baja, y despejando balones fuera.

Altísimas expresiones teológicas

No estamos ya para tibiezas, es más, creo que llegamos tarde. Sin embargo, no hay que rendirse. Tenemos que perder el miedo a reflexionar en voz alta, a hacer preguntas en voz alta que reflejen el estupor en el que estamos ante situaciones como la actual, porque eso, aunque algunos dirán que no, también es comunión.

Porque se nos hace la boca agua hablando de comunión con altísimas expresiones teológicas, pero, la comunión de cada día, la que evidencia ante el mundo que somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo, esa, la dejamos de lado como si no existiera y, los miembros más heridos de ese Cuerpo que, no olvidemos, fue la víctima por excelencia, quedan abandonados a su suerte. Otro comentario sería analizar el motivo por el que en las esferas eclesiásticas, se confunde con tanta facilidad el corporativismo con la comunión. No es ni parecido.

Si seguimos callados, contribuimos a seguir hiriendo a las víctimas en su dolor y soledad. Hasta egoístamente deberíamos empezar a preguntar, a hablar, a averiguar porque, visto lo visto y lo que nos queda por ver, nadie está libre de ser víctima de cualquier tipo de abuso en la Iglesia. Es más, de alguna manera con este penúltimo escándalo -porque el último siempre está por llegar- todos nos hemos convertido ya en víctimas porque, por si quedaban dudas y a partir de este momento, ¿para qué sirve denunciar en la Iglesia si cualquier abusador y agresor se puede convertir en el protegido, el pupilo, el predilecto, el consentido, el valido de un cardenal?