Tribuna

Religiosas de Don Orione: un regalo de comunión junto a los pequeños

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Ser familia es sentir al otro como “Alguien” que te pertenece y a quien tú perteneces, si el otro es un hermano con problemas que no puede valerse por sí mismo. Tú eres para él padre y madre, hermano y hermana…, tú eres su familia en quien se fía, confía y abandona. Así sucede en relación con todos los que gravitan entorno a él y actúan en el ambiente que lo rodea, ya sean: religiosos, profesionales, educadores, voluntarios… todos forman una gran familia en la que se siente acogido y amado, estimado y mimado, importante y único.



Acompañando el recorrido educativo de crecimiento humano y afectivo de “nuestros chicos”, hablamos con ellos y les hacemos partícipes en lo que les pedimos que hagan y… hacemos con ellos, aunque no necesiten muchas palabras sino más bien el trato y la modalidad con los que los tratamos y los implicamos y en la necesidad estamos dispuestos a ayudarlos con tanto afecto y paciencia.

Acogida recíproca

Esto crea un clima de confianza, de acogida recíproca, de familia y de empatía… que hace serena y alegre la vida cotidiana. Crece así el estilo de la entrega y del servicio, y es precisamente esto lo que hace la diferencia y crea relaciones que implican a los familiares, a los voluntarios, a los trabajadores que se sienten sostenidos en su trabajo y gratificados por la sonrisa de quien les hace sentirse importantes e insustituibles.

Como “Humanidad” deberíamos aprender a reconstruir la “nueva sociedad” recordando la advertencia de Jesús: “Los pobres los tenéis siempre con vosotros” y aprender de los pequeños y de los pobres los verdaderos valores de nuestra breve peregrinación terrena: todos hermanos los unos de los otros, como una única y gran familia, la familia de los hijos de Dios.

Recibiendo un día la visita de un grupo de jóvenes en una comunidad de “Chicas frágiles”, el sacerdote que los acompañaba me preguntó: Irene, ¿te sientes madre? Mi respuesta fue inmediata a todos los efectos. Es verdad que no he engendrado, pero me siento plenamente madre. Mejor, quisiera decir más, porque cuando nos entregan personas en estado de grave fragilidad y muy pequeñas, hay que aprender cada día “la vida de esa persona”.

Comparto una experiencia que me ha enseñado el “verdadero amor”. Se trata de una niña muy grave: hidrocéfala, ciega, la espina dorsal bífida… seis años, que en realidad demostraba pocos meses… esa niña ha desencadenado en la comunidad y en el vecindario, la revolución del amor y ha logrado la conversión de jóvenes voluntarios y médicos con los que ha entrado en contacto durante los frecuentes ingresos en el hospital, sin hablar, únicamente con su “piar”, como la ha definido una doctora pediatra, yo digo con su sonrisa, tanto es así que la hemos bautizado “La sonrisa de Dios”.

Quisiera contaros mi emoción, cuando encontrándome un día en el hospital con Daniela, me sentía muy cansada físicamente, me ha salido del corazón esta oración: “Señor, me sentía tan cansada que habría querido descansar un poco en tu compañía”… ese día junto a Daniela he experimentado como si hubiera estado delante de Jesús Eucaristía.

Sí, creo que ha sido un regalo del Señor, un regalo de la comunión profunda que se experimenta junto a los “pequeños y a los pobres” que son Jesús, como diría Don Orione.