Tribuna

‘Querida Amazonía’: dar vida por desborde

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A pesar de la pandemia más grande de nuestra época, las semillas del Sínodo Amazónico han producido brotes concretos; de hecho, tenemos frutos que dan cuenta del anhelo de alcanzar nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral.



A un año de la exhortación ‘Querida Amazonía’, desde los sueños del papa Francisco en una visión de futuro, se han ido configurando nuevos sujetos eclesiológicos que asumen la Amazonía como lugar teológico, donde nuevos caminos impulsan reformas –de forma y fondo– resultantes del sensus fidei del santo pueblo fiel de Dios que peregrina en este territorio. El Espíritu prevalece, paulatinamente, en clave de kairós.

La periferia es el centro sin perder el foco

En la preparación del Sínodo Amazónico, el papa Francisco ya nos advirtió: “Pongan atención a lo más importante, la periferia es el centro”. Esta frase refleja un elemento evangélico fundamental para comprender la exhortación Querida Amazonía. En este territorio, lo que antes era descartable se torna piedra angular para crear nuevas posibilidades para la Iglesia y para sanar un mundo roto.

Las voces del territorio amazónico, con su participación directa, han cambiado el modelo pastoral de la Iglesia en la Amazonía, para volverse, quizás de un modo irreversible, fuente de vida para la Iglesia y para el mundo.

Además, el Papa insistió: “No pierdan el foco, no dejen que se diluya el Sínodo”. El Sínodo no es una arena de disputa ideológica, sino un proceso acerca de los sujetos concretos en el territorio y la promoción de sus vidas desde el Evangelio. De no ser así, perdería el sentido de encarnación y fracasaría como paradigma para otros dinamismos eclesiales emergentes.

Incluso, podemos decir que ya hemos superado la mayor parte de las pugnas ideológicas de grupos (sobre todo ajenos a la Amazonía), quienes querían convertir el Sínodo en vehículo particular para sus respectivas agendas, por encima de la tierra sagrada que es la voz del pueblo de Dios. En efecto, la incorporación de esas voces ha producido el fortalecimiento de los actores eclesiales en el territorio como sujetos, cada vez más, de su propia historia. Hoy, no se puede hablar de sinodalidad sin una intensa y efectiva participación del santo pueblo fiel de Dios.

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