Tribuna

¿Qué celebramos?

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Fin de semana largo por casualidad: el 25 de mayo cayó en viernes, acomodamos el sábado y así nos quedaron tres hermosos días para viajar, pasear o sencillamente descansar. Días diáfanos en la ciudad capital de la Argentina y en buena parte del resto del país. En Rosario casi 20 mil jóvenes le dijeron sí a la vida. El tradicional Te Deum en la catedral metropolitana, con las autoridades locales y nacionales, tuvo como protagonista a Zaqueo de Lc 19, hablándoles sobre los ricos y los pobres, sobre los vivos y los que quieren nacer. Banderas por doquier engalanaban la ciudad. Cientos de miles de personas se congregaron en el obelisco bajo la consigna “la Patria está en peligro”, repudiando el nuevo acercamiento y posible acuerdo con el FMI.Y la Iglesia, con su eco de la Pastoral Social, criticando el acuerdo y la nula gradualidad en la aplicación de la tarifas y los impuestos en contraposición a las retenciones cero del campo y la minería. Y más al fondo, un saludo del Papa lleno de reclamo por una sociedad más justa y equitativa.

Pero la mayoría del pueblo argentino, incluso católico, y de la dirigencia, ignora que este fin de semana se celebraba la Fiesta de la Santísima Trinidad. Dogma que junto con la Encarnación/Resurrección hace de columna vertebral de nuestra fe cristiana. Ya de por sí para muchos es una afirmación confusa que ha quedado en esas “zonas oscuras” de nuestro corazón creyente. Dios es uno y a la vez es trino. Un dios, pero tres personas divinas. Demasiado para digerirlo con nuestra pobre catequesis no siempre aggiornada. Algunos han podido reformularlo captando que Dios es “familia”, que es “comunidad” y no un ser solitario. Gran paso adelante para una mejor comprensión de nuestro Dios.

Pero pasar de la afirmación sobre Dios Trino a las consecuencias para nuestra vida es mucho más difícil. ¿Qué relación puede haber entre este colorido y movido 25 de mayo y la fiesta litúrgica de la Trinidad? Además de Zaqueo, ¿la Trinidad le puede decir algo a nuestra confundida dirigencia? ¿Hay cosas no negociables para los que seguimos a Jesús y al Dios que Él vino a revelar y compartir? Además de la preferencia del mismo Jesús de Nazaret por los pobres y sufrientes, ejemplo arquetípico del verdadero amor cristiano, ¿El rostro de Dios Padre y Madre por él transmitido tiene consecuencias irrenunciables para los creyentes?

El ser humano está hecho a imagen de Dios bajo el modelo de Cristo, alfa y omega de la humanidad y del ser humano pleno. Pero el descubrimiento de que Dios no es un ser solitario e individualista, que es un ser rico en relaciones interpersonales, nos lleva sí o sí a una afirmación rotunda sobre el hombre: si somos hechos a su imagen y semejanza, el ser humano nunca será feliz ni pleno si no cuida y pone en el centro su relación con los otros. Es en el “encuentro” donde cada uno descubre su sentido vital. Después Jesús nos enseñó que con esos “otros” siempre se comienza por los últimos, los pobres, los sufrientes y excluidos. Pero sí o sí el ser humano necesita y vive por la plenitud y felicidad de los demás en un entramado relacional sin fin. Siempre será un “ser en relación”, como lo es Dios.

Es por eso que cualquier sistema ideológico o propuesta social y política que tenga detrás una imagen individualista, egocéntrica y competitiva del ser humano, será cuestionado y rechazado por los creyentes cristianos. Ese no puede ser un sano fundamento de ninguna sociedad verdaderamente humana. El neoliberalismo capitalista y financiero actual, promotor del sálvese quien pueda, de la competencia tiránica del mercado, del totalitarismo de las intocables finanzas sin nombre, de la economía por encima de la política, de la propiedad privada absolutizada y del bien común olvidado, no será apoyado ni sostenido por los seguidores de Jesús de Nazaret que creemos en un Dios Trino, a pesar de sus muchos aspectos positivos. Bien lo dice Francisco en su último documento: “El Señor, en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo” GE 16

Y como de costumbre, el Papa no se queda en enunciados generales sino que llega al fondo, a la raíz. Al igual que lo que resonó en estos días en la catedral, en el congreso y en las calles, él afirma: “También es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista. O lo relativizan como si hubiera otras cosas más importantes o como si solo interesara una determinada ética o una razón que ellos defienden. La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte. No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros solo miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente” GE 101.

Por eso este domingo de la Trinidad nos enfoca y nos lleva a la reflexión, más allá de nuestros gustos o de los que nos dicen las “tripas”. ¿Estamos convencidos que necesitamos un cambio de sistema y de organización de nuestra sociedad? ¿Vemos que lo que realmente separa al hombre no son las banderías políticas, todas opinables y mejorables, sino el egoísmo acumulador que nos lleva a considerar al otro, no como hermano, sino como un competidor e incluso como una amenaza para mi comodidad y/o seguridad? A decir verdad, pareciera que no tanto.

Aun asumiendo que las encuestas dicen que casi 4 de cada 5 argentinos estamos en contra de un acuerdo con el FMI, sin embargo se llevará adelante y el pueblo sin mucho ruido terminará pagando una vez más a futuro las consecuencias del mismo. En este sentido, algún párrafo un poco extravagante de Francisco, tal vez pueda aplicarse metafóricamente a ese organismo internacional y a la pertinaz actitud de algunos “genios de las finanzas” que periódicamente vuelven a él y sus recetas de ajuste, que solo traen dolor y tristeza a la población. ¿Sería demasiado adjudicarle el concepto de “Diablo” o “el Malo” como lo trae a colación el documento?: “No se trata solo de un combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia, los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal…” GE 159.