Tribuna

Porque aún hay esperanza: ¡No al aborto libre!

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Lo acaecido hace poco en el Parlamento argentino es verdaderamente una magnífica noticia, puesto que el error que cometen muchos abortistas es decirle a una mujer: “No puedes ser madre”. Esta no aprobación a la ley del aborto libre ha sido llevada adelante por el cuerpo político argentino especialmente por los dos partidos más grandes: radicales y peronistas. En este sentido fue la Cámara Alta quien supo oponerse a lo aprobado por la Cámara Baja en favor del aborto.

Fueron muchas las manifestaciones en apoyo de la no aprobación del “aborto libre”, que con el lema: ‘Salvemos las dos vidas’, sirvieron a la posteridad para una causa que hasta ahora sonríe por su buen cometido. Porque para ser honestos, cuando a la madre se le dice que mate a su hijo, pues se mata a sí misma. Aunque algunos feministas, políticos y periodistas lo presenten como algo que beneficia a la mujer. Pero hay que ser justos “nadie tiene derecho a decidir por la vida de otro”, sino estaremos haciendo un flaco favor a la ‘cultura de la muerte’.

La Iglesia, lógicamente, siempre mantuvo un apoyo irrestricto a la no aprobación de esta ley. Ahora, es muy importante que se haya producido en Argentina, ya que parecía inevitable. A pesar de que el gobierno del presidente Macri recibiera presiones de organismos internacionales como el FMI o la ONU para que se aprobara esta ley del aborto, con la absurda justificación: alcance el pan para todos y se termine la pobreza. Por tanto, es significativo que Argentina haya resistido a esta presión, la cual, muchas veces, los países más pobres o pequeños sufren las consecuencias de sus decisiones.

Argentina, un ejemplo para América Latina

En ese sentido, el país trasandino ha tenido que pagar un alto costo por su política económica y los desastres de su antigua administración con Cristina Kirchner a la cabeza. Hoy una fuerte devaluación de su moneda, la ha llevado a pedir ayuda económica al FMI que, con una alta inflación y una exigua inversión extranjera, intenta alcanzar crecimiento económico y bajar los índices de pobreza y cesantía.

Sin embargo, Argentina ha sido un ejemplo para América Latina y ha sabido encontrar caminos donde no todo ha de resolverse, con medidas abortistas, sino con propuestas inteligentes y en favor de la vida. Aunque aún queda mucho por hacer, por lo menos se eliminó una ley que iba a ser perjudicial y transgresora en una sociedad cada vez más secularizada. Es necesario que los espacios de reflexión debieran ampliarse y por supuesto que la filosofía, la teología, o la misma medicina siempre tendrán algo más qué decir. En ese sentido, algún sector del periodismo como el de los artistas y programas de TV acentúan más el derecho a hacer lo que se quiere más que a discernir lo que corresponde y es justo.

Urge hacer una buena ley de educación sexual donde no todo puede ser “permisivismo”, no todo se soluciona con medidas anticonceptivas: preservativos, la píldora del día después u otras alternativas. Al mismo tiempo, la Iglesia y los obispos argentinos han insistido en su discurso a favor de la vida y a no fatalizar la palabra ‘madre’, ya que siempre habrá formas de favorecer ese don tan precioso que ofrece Dios como lo es la propia vida.

Por eso, solo el diálogo puede llevar a caminos de consensos donde la castidad sea un valor posible de imaginar y vivir, a pesar de lo desvalorizado que pueda estar. He de esperar que los jóvenes puedan ser portadores de principios que hagan de su vida personas maduras y dignas de confianza. La castidad no es solo una cuestión para viejos o tontos graves, es mucho más que eso, puesto que fue el mismo Jesús quien se valió de ese principio para practicar la caridad sin límites y apreciar el don de la vida.