Tribuna

Otra oportunidad que nos concede el coronavirus: pasar del Homo Economicus al Homo Amorosus

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Desde la Revolución Industrial en adelante, el “virus” de la utilidad se contagió por el mundo con una rapidez y profundidad tan radical que pareciera que ya es parte de nuestro ADN de validación personal y social. El ser humano se comenzó a valorar por sus bienes, por su poder, por su rendimiento, por su hacer, y así se construyó el Homo Economicus como rey y majestad, sometiendo a las sombras otras facetas más relacionadas con el ser, la contemplación y lo relacional.



Consecuencia de esto, se comenzó a considerar útil todo aquello que fuese medible, generara dividendos económicos, permitiera optimizar el tiempo para producir más, nos ayudara a competir con más eficacia, produjera ganancias y beneficios personales que nos ubicaran por sobre el resto… En definitiva, lo que nos permitiera éxito, popularidad, poder, dominio; lo que nos ayudara a tener más, a hacer más y a ganar más.

Adiós a la gratuidad

Por el contrario, se comenzó a considerar inútil todo aquello que nos hiciera perder el tiempo, las energías y los recursos en “bienes” que no se pueden vender ni comprar; en aquello que no es observable ni medible en cuanto a beneficio económico y todo lo que fuese “un costo alternativo” al rendir. Así, quedaron relegadas a la inutilidad actividades como la filosofía, el arte, la cultura, la fe, la solidaridad, el ocio o la gratuidad.

En esta cuarentena, tenemos la tremenda oportunidad de revalorizar lo “inútil” y así hacernos más humanos, más plenos, más parecidos a lo que Dios soñó para cada uno. No se trata de vivir en estado “Om” permanente, pero sí de equilibrar el ser con el hacer y recuperar todo lo que se nos perdió. Pasar del Homo Economicus a Homo Amorosus como una gran revolución conceptual y vital.

En la sociedad del rendimiento, las personas asumen que estamos en un sistema donde los bienes son escasos y, para obtenerlos, es necesario subir por la escalera del éxito y la productividad, donde solo caben unos pocos y solo algunos pueden llegar. Para ir ascendiendo, es necesario botar a otros y cualquier segundo que se pierda nos quita puntos en esta carrera donde no se puede parar si se quiere triunfar.

Paradigma amorista

En el paradigma amorista, con hombres y mujeres que se rigen por el amor como relación con todo y con todos, la abundancia es propia de la creación y todos cabemos en la vida si logramos compartir sin competir. No hay carrera, sino un mutuo peregrinar. Nadie sobra y la clave de la felicidad está en el cuidado de todos porque son parte de un sistema vivo e interdependiente.

La idea de esta cruzada amorista es generar un equilibrio entre lo mal llamado útil e inútil y hacer ver la tremenda “utilidad” de lo inútil a nivel humano y trascendente y la “inutilidad” que muchas veces conlleva vivir solo para rendir y producir. Lo mal llamado inútil (que no tiene nada que ver con la diversión ni evasión vacía y egoísta) es una llave poderosa para recuperar el verdadero sentido de lo que somos y la misión que cada uno tiene en la vida.

Lo inútil, al ser una actividad, interés o necesidad en la que no media dinero o beneficio transable, se empapa de nuestra energía amorosa gratuita, que solo busca el bien, la belleza y la verdad. Cuando ponemos flores en nuestra casa, cuando decoramos un pastel, cuando escribimos una poesía, cuando filosofamos en un atardecer, no obtenemos dinero ni posición a cambio, sino un gozo que solo se puede traducir como amor.

El amor con amor se paga

El amor con amor se paga, en el sentido de que, al realizar actividades “inútiles”, nos estamos uniendo a lo eterno; a lo que permanece y nos supera. Nos podemos convertir en embajadores del cielo, plasmando verdad, bondad y belleza en medio del mundo. Salimos de lo meramente material, denso y utilitario, y muestra la mejor versión de cada uno, acercándonos a ser hijos e hijas de Dios. En definitiva, en lo inútil, bueno, bello y verdadero, obtenemos “plusvalía divina” o bienes eternos: las obras superan a sus autores, ya que quedan grabadas en la cultura y la humanidad como vivencias amorosas que siempre permanecerán, más allá de su valor monetario o material.

Algunos ejemplos para practicar lo “inútil” en modo personal en esta cuarentena son: la cultura en general (aprender, leer, investigar del legado humano y su diversidad), leer y/o crear poesía (expresa lo inefable de lo humano y lo trata de plasmar), crear o contemplar obras de arte (nos evoca la belleza y la creatividad), bailar o contemplar danzas (nos conecta con el pulso y ritmo eterno de la creación), orar en forma contemplativa (nos permite aquietarnos y unirnos a todos y a todo), estar en silencio (nos ayuda a centrarnos y oír las respuestas que necesitamos), las Manualidades (nos calman la ansiedad y nos permiten cuidar los detalles y mostrar nuestra originalidad), leer o escribir libros (nos hacen volar a otras visiones e historias), reconocer nuestras raíces familiares (nos da perspectiva y nos permite integrar lo que estamos viviendo), darse un baño relajante (nos permite recuperar fuerzas y llenarnos de vitalidad), sembrar flores y semillas en general (nos permite cocrear con Dios belleza y abundancia), escuchar o interpretar música (nos conecta con el misterio que nos habita), jardinear y/o regar (nos permite conectarnos con la vida) o filosofar y/o leer a filósofos (nos permite divagar por el pensamiento y las respuestas que todos buscamos para vivir).

También con los otros

Ejemplos de lo “inútil” con otros: mandar mensajes lindos por WhatsApp, llamar por teléfono solo para alegrar, acariciar a otro y darse el tiempo de acompañar, escribir cartas de amistad, generar encuentros en torno a lo inútil (tejer, pintar, una fogata etc.), cocinar juntos, aprender idiomas con otros, compartir la fe y la esperanza, compartir belleza y contextos de amor con los demás, escuchar, celebrar ritos e hitos, jugar…

Jesús es el mejor modelo del Homo Amorosus: su historia está llena de paradojas que nada tienen que ver con lo “valioso” desde el punto de vista actual, pero son para nosotros las claves de la verdadera vida y felicidad. Nació en la pobreza y, sin embargo, nos regaló la riqueza de ser hijos/as de Dios como rey y padre/madre. Sufrió todas las adversidades que nos podamos imaginar y, sin embargo, no solo las superó, sino que les cambió el sentido. Murió en la cruz, fracasado; sin embargo, con ello salvó a la humanidad. No hizo ninguna obra visible, no escribió ningún libro… Sin embargo, su legado es el más extenso en la historia de la humanidad.

En síntesis, su gran invitación fue a vivir en el mundo, pero sin ser del mundo, relacionándonos del modo que él nos enseñó, donde la persona está primero y no la utilidad ni la ganancia. Jesús evidenció lo que somos: seres en relación. En la medida que pongamos el amor primero, seremos plenos y felices, y habremos construido el Reino de Dios.