Tribuna

Nagorno-Karabaj: ¿un episodio más de un conflicto centenario entre Armenia y Azerbaiyán?

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El enésimo rebrote militar de un conflicto como el de Nagorno-Karabaj, entre las dos ex repúblicas soviéticas de Armenia y Azerbaiyán, responde a la tipología de conflicto congelado o prolongado. Es decir, aquel que no ha encontrado una solución definitiva mínimamente satisfactoria para las partes, que lo zanje mediante la aplicación de unos acuerdos de paz supervisados por la comunidad internacional.



El territorio ha sufrido los vaivenes históricos producto de la disolución de los Imperios otomano y ruso, la creación de la Federación Transcaucásica, la formación de la Unión Soviética, su posterior disolución y la consolidación de las dos actuales repúblicas independientes. La sostenida conflictividad interétnica entre las dos comunidades (cristiana la armenia y musulmana la azerí) se trasladó al ámbito de la soberanía territorial del enclave de Nagorno-Karabaj, en territorio de Azerbaiyán pero de amplísima mayoría armenia –alrededor del 90% en la actualidad–.

El conflicto en su fase contemporánea arrancó en 1988 con las reivindicaciones de autodeterminación del entonces ‘oblast’ autónomo en el marco de reivindicaciones nacionalistas fruto de la ‘Perestroika’. Los diversos choques entre las respectivas minorías en las dos repúblicas soviéticas provocaron el éxodo cruzado a los territorios de su mayoría (Armenia o Azerbaiyán) dejando la seguridad en manos de las fuerzas soviéticas.

Con el derrumbe de la URSS y la retirada de las mismas del territorio en conflicto se declaró una guerra abierta entre ambas repúblicas que se extendió hasta 1994. Aunque el reconocimiento internacional de Azerbaiyán se realizó con una integridad territorial que contemplaba el enclave de Nagorno-Karabaj, finalmente quedó bajo soberanía “indirecta” de Armenia declarándose independiente con la denominación de República de Artsaj.

Sin reconocimiento internacional

Esta independencia ‘de facto’ no ha tenido reconocimiento internacional ‘de iure’. Tanto Naciones Unidas como la CSCE –actual OSCE– no reconocieron el argüido derecho de autodeterminación de los armenios de Nagorno-Karabaj para revertir la soberanía territorial azerí sobre esta región autónoma, que detenta desde hace prácticamente un siglo. Por el contrario, tanto el derecho interno soviético (Constitución de 1977, art.72) como los Acuerdos de Paz entre ambas repúblicas de 1920 y la intervención de las primeras autoridades soviéticas otorgaron la soberanía del enclave y de Najicheván-República autónoma azerí incrustada en territorio armenio a Azerbaiyán.

Al igual que el reconocimiento internacional de la independencia de Azerbaiyán tras la disolución de la URSS. La pérdida de su control efectivo se ha mantenido desde 1994. Armenia ha visto favorecido el suministro a la entidad separatista por el dominio del corredor de Lachin, que conecta a través de las montañas con su territorio. La OSCE, a través del Grupo de Minsk, no ha conseguido ningún avance sustancial en la resolución diplomática del conflicto. Fundamentalmente por la posición intransigente en sus posiciones de ambos bandos. Armenia no accede a la reintegración a Azerbaiyán del enclave, a pesar de concesiones competenciales por parte de Bakú.

Este conflicto constituye un ejemplo más de la cadena de separatismos que son utilizados como herramienta de control geoestratégico por parte del Kremlin: Transnistria, Osetia del Sur, Abjasia, Crimea; así como conflictos de carácter interno, como Bielorrusia, Tayikistán o Kirguistán. Actúa como mediador y parte interesada en los mismos. Armenia es un socio militar de primer orden para Moscú y ambos forman parte de la OTSC –no así Azerbaiyán–. Sin embargo, no impide que Rusia suministre equipamiento militar a Bakú.

Armenia está siendo excluida de los grandes proyectos de suministro energético y de las principales redes de transporte que atraviesan Asia central y el Cáucaso. Además es íntima enemiga de Turquía, principal actor regional con Rusia –cuyas relaciones bilaterales son extremadamente oscilantes– y aliada incondicional de Azerbaiyán, con la que comparte elementos identitarios sólidos. No cuenta tampoco con el favor de otros actores regionales, como Irán o China. Aunque ambas repúblicas están integradas en la Política Europea de Vecindad de la UE, la organización internacional de carácter regional no tiene una presencia activa –como tampoco en el resto de conflictos– en la región; por no mencionar a Estados Unidos.

Los rebrotes de los años 2008, 2016, 2018 y de este mismo verano acabaron situando de nuevo en punto muerto la controversia. Veremos si la situación actual constituye un episodio más de la larga cadena de incidentes o se transforma en un conflicto bélico a gran escala, con implicación internacional y de consecuencias imprevisibles en un área especialmente convulsa en términos de seguridad.