Tribuna

Mediterráneo: un mar abierto de ojos y corazón

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He vivido con gozo, dolor e interés el encuentro de casi 60 obispos católicos provenientes de 20 países ribereños del Mediterráneo. Otros harán crónica o reflexión a partir del encuentro y del documento en él generado. Yo quisiera compartir mi vivencia y mi experiencia personal.

Nacido y crecido en el Mediterráneo (como Joan Manuel Serrat), mi visión de la zona geográfica bañada por el Mare Nostrum se había quedado circunscrita a lo que podríamos llamar la orilla norte y la orilla sur: España-Francia-Italia, por un lado, y Marruecos-Argelia-Túnez, por otro.



Este encuentro de Bari me ha abierto a horizontes muchos más amplios: la orilla “este”, es decir, el Oriente Medio, con Turquía, Siria, Líbano, Tierra Santa y Egipto… Y otra zona para mí desconocida: los Balcanes, con Eslovenia, Bosnia, Croacia, Serbia, Grecia… Sin olvidar Creta, Malta, Chipre…, ¡que son más mediterráneos que nadie!

El poder compartir la vida de la Iglesia en estos países tan diversos ha dado resultados que van más allá de mis expectativas. ¡Cómo ayuda escuchar al otro, interesarse por sus problemas, por sus gozos y sus penas! ¡Cómo debemos relativizar lo que nuestra experiencia personal –siempre limitada y parcial– ha fijado como convicciones y representación de la “verdadera realidad”! ¡Cuánta riqueza desconocida, cuántos problemas ignorados, cuánto sufrimiento con el que solidarizarse!

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Este tipo de encuentros valen la pena más allá de las declaraciones finales, las propuestas y las resoluciones. El compartir viviendo juntos, comiendo juntos, rezando juntos, tiene valor en sí mismo. Por eso es de agradecer que la Conferencia Episcopal Italiana nos haya convocado y juntado.

Escuchar y conocer “en vivo y en directo” el drama de la guerra de Siria, la situación terrible vivida por los cristianos en Irak, las dificultades para ser cristiano en Tierra Santa (Israel y Palestina), la crisis del Líbano… me ha tocado profundamente. Me he sentido y me siento solidario con su sufrimiento. Y me he hecho consciente de una realidad por la cual debo rezar y hacer algo, por poco que sea.

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