Tribuna

Los rostros de la Iglesia perseguida china

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Aterricé en el extremo oriente, en Hong Kong, en septiembre de 1991. Me recogieron en el aeropuerto y, a través de calles estrechas y repletas de gente, anuncios, carteles y propaganda, llegamos al piso de 45 metros cuadrados que los Misioneros Combonianos habían alquilado en el barrio de Fanling. Poco tardé en reconocer que había llegado a otro “planeta”.



Mi primer día de clase ya me insinuaba la larga travesía del desierto que comenzaba. Los signos chinos diseminados por doquier comenzaron a despertar en mí una cierta curiosidad que más tarde se convertiría en una batalla que duraría más de lo previsto. Años más tarde, me daría cuenta de que el estudio de la lengua china, en sus inicios, era como un muro –muralla china– para el inexperto occidental. Pero, pronto, descubriría otro muro mas duro y doloroso: la vivencia y expresión de la fe para las comunidades cristianas en China.

‘La cortina de Bambú’

En mi libro ‘La cortina de Bambú’, editado por Mundo Negro y que ve ahora la luz, reflejo lo que he visto, oído y vivido en la “misión de China”, en el encuentro con gentes varias y, sobre todo, con las comunidades cristianas, minoría, levadura y perfume en la masa de ese inmenso país.

El “no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”, en boca de Pedro y los discípulos después de la resurrección, es lo que actualizado en el hoy de la historia en el “impero del centro” se encuentra detrás de la cortina, subrayando la tarea misionera como “misión del encuentro”.

Se han cruzado en el camino

Entre los pliegos de bambú te encontrarás con el relato, la historia y, sobre todo, el encuentro con personas que se han “colado”, queriéndolo o no, en el camino de mi vida. En estas páginas relato la historia de la gente que me he encontrado en el camino. La “misión de China” que nos reflejan esos encuentros es única e irrepetible.

Cuento relatos de la gente que me he encontrado en el camino, sí; contar con la gente y hablar de ella resume la misión detrás de la cortina de bambú. Al fin y al cabo, el Evangelio nos habla de “encuentros” de Jesús con la gente de toda clase y condición para decirnos la eterna verdad de que su nombre sigue siendo el “Emmanuel” (Dios con nosotros), porque a Jesús le importa la gente.

Misión itinerante

La misión itinerante en China me ha brindado el privilegio de encontrarme con personas, iconos y paradigmas de una Iglesia inmersa en la persecución. Su itinerario vital, las más de las veces en un contexto adverso, me ha ayudado a atravesar el escarpado paisaje del estudio de la lengua, la inmersión en la cultura y la puesta en práctica de una nueva presencia: la “misión itinerante”.

La gente que me he encontrado al borde del camino y que, de una u otra forma, son referentes para un tipo de Iglesia que afronta la adversidad sin acurrucarse, me ha retado a apostar por la misión difícil. Muchas personas y amigos me han pedido que inmortalizara esos encuentros en estas páginas con el deseo de que puedan servir de estímulo para acercarse a un tipo de presencia cristiana en el lejano oriente, como es la Iglesia en China.

Un mundo desconocido

Detrás de la trabajosa y cuidada “cortina de bambú”, nos adentramos en el mundo chino, generalmente desconocido, y, particularmente, de la Iglesia perseguida de China y sus testimonios martiriales, que, sin duda, ayudarán a acercar a los cristianos y a la Iglesia de Occidente a una comunidad de creyentes que expresa y vive su fe en medio de la persecución.

Es mi intención que ayude también a conocer mejor el protagonismo que China está cogiendo en el área internacional, dejando muchos interrogantes en lo que al futuro se refiere, especialmente, con la delicada situación de las libertades cívicas, políticas y religiosas, ante la impasibilidad, las más de las veces, de la comunidad internacional.

Horizontes misioneros

Y, finalmente, abrirá los horizontes misioneros del cristiano de a pie ante un continente al que se mira con perplejidad, cierto rechazo y una tenue esperanza, que es, a su vez, un reto para la Iglesia misionera, la asignatura pendiente de la Iglesia.

Te llegan estos testimonios narrados en primera persona por un misionero de a pie, privilegiado por la experiencia vivida. Abre la “cortina” y te encontrarás con un mosaico de personas en China, en su mayoría cristianos, poco o nada conocidos en el mundo occidental, y llegados a nosotros de primera persona, de un misionero que apuesta por la misión del encuentro. Abre la “cortina” y te fascinará inmiscuirte en las comunidades cristianas de China, donde manifestar la propia fe y seguir con coherencia al Maestro puede costarle a uno la cárcel, el arresto domiciliario, los campos de concentración o el control asfixiante de la dictadura comunista.

David contra Goliat

Y, finalmente, alza la “cortina” y te toparás con David contra Goliat, la minoría católica china confrontada con el Partido Comunista Chino, acosada de riesgos y persecuciones, pero que es un reto e inspiración para comunidades de cristianos de otras latitudes que quieren vivir su fe a tope.

La imagen del bambú, utilizado en el oriente de cientos de modos diversos, se convierte en icono explicativo de la misma Iglesia en China. Azotada por el vendaval de la persecución del sistema maoísta y ateo de China, el bambú que representa a la Iglesia sigue perseverando porque está cimentado y enraizado en una fe profunda, con la seguridad de que seguirá afrontando los envites de la ideología materialista y atea, porque sus raíces son profundas y robustas.

Entrega de la propia vida

Los veinte relatos, a veces enternecedores y otras escalofriantes, escondidos tras la “cortina de bambú”, nos ofrecen un abanico de personas de carne y hueso, que narran cómo viven, en ocasiones entregando su vida en la clandestinidad y a pesar de las continuas trabas y controles de las autoridades comunistas. Algunos de los protagonistas de estos capítulos vivieron más de treinta años en campos de concentración y cárceles maoístas, dando un ejemplo de fortaleza. Otros viven su fe en la clandestinidad por temor a represalias en sus familias o a la pérdida de empleo.

Las religiosas nos dejan una estela de presencia samaritana con su dedicación y entrega en residencias de ancianos, leproserías o centros de acogida a huérfanos y discapacitados. Una dimensión de la misericordia, samaritana y caritativa de la fe, que impacta a quienes se acercan, cada vez en mayor número, a la Iglesia en China.