No existe el título de “sacramentólogo”, pero Leonardo Boff bien lo merece. Podría recibir también el título de místico de ojos abiertos o místico horizontal. ¿Por qué? Porque ha hecho de lo diario un lugar de fe, porque ha metido a los pobres y sus esperanzas en el núcleo de la fe. Según él, no se es bueno porque se es creyente, sino que si no eres bueno no eres creyente. La vida en el núcleo de la fe.
- ¿Todavía no sigues a Vida Nueva en INSTAGRAM?
- EDITORIAL: Leonardo Boff: el hombre libre de la liberación
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Lo comprobará quien lea su librito ‘Los sacramentos de la vida’, donde desgrana una lista amplia de situaciones vitales que para él son cauce sacramental de encuentro con Dios porque discurren, fe y vida, por la misma senda. Quien quiera leer algo sustancioso, reflexivo y sereno encontrará en este libro algo sorprendente: la vida apunta a lo profundo.
Encuentro con el misterio
Efectivamente, Boff nos descubre algo inherente a la realidad: lo que vivimos, lo que nos acontece, las creaturas y las cosas creadas apuntan a una realidad más profunda. No solamente dicen lo que se ve, sino que desvelan una realidad que se oculta pero que está ahí. De tal modo que toda la realidad se convierte en cauce de encuentro con el misterio.
Llevados de su mano, vamos entendiendo que las puertas de acceso al misterio son muchas y de variados tamaños. No solamente están las puertas de la Palabra, de la Espiritualidad y de la Mística. Están también las pequeñas puertas de lo cotidiano, los accesos humildes, las entradas casi ocultas. Toda senda lleva al puerto de la profundidad, esa dimensión que, según P. Tillich, habría que recuperar a marchas forzadas para que nuestra vida no caiga en el negro abismo de la deshumanización.
Bien podría tomar Leonardo Boff al pie de la letra aquel hermoso verso de Sab 12, 1: “Todas las cosas, Señor, llevan tu alma incorruptible”. Todas las cosas, las creadas por Dios y las creadas a lo largo de la historia por los humanos. Cada cosa con la que entramos en contacto es un referente que apunta a lo profundo, un sacramento en la vida y desde la vida.
A Leonardo Boff podría aplicársele, con modestia, aquello que los antiguos biógrafos decían de san Francisco de Asís. “En una obra cualquiera canta al artífice de todas; cuanto descubre en las hechuras, lo refiere al hacedor. Se goza en todas las obras de las manos del Señor, y a través de tantos espectáculos de encanto intuye la razón y la causa que les da vida” (1 Cel 166).
