Tribuna

Las salesianas de Cerdanyola del Vallès: así se vive en una casa de 39 hermanos

Compartir

Estaba de colonias y han venido a buscarme y me han traído aquí, dicen que, porque en casa no me ayudan, no se preocupan de mí... pero yo quiero estar con mis padres, aunque a veces me asusta oír cómo se pelean y me escondo para no verlo. Yo creo que mi madre me quiere, pero no entiendo por qué cuando vuelvo de la escuela aún está dormida y yo tengo que comer lo que encuentro. A veces la vecina me invita a pasar a su casa y allí se come bien…”.



Eso es lo que Carla expresaba el día que llegó a nuestra casa, el CRAE “Llar Les Vinyes” en Cerdanyola del Vallès (Barcelona), desconcertada, dolida, sin entender lo que le estaba pasando. Al llegar se encontró con unos educadores que le esperaban, le habían preparado su cama, su armario, su espacio de juego, de vida diaria, compartida con otros 39 chicos y chicas dispuestos a acogerla como una hermana más. “En casa tenía dos hermanos –le dice uno de 12 años–, aquí he encontrado a más”.

La “segunda” familia

Carla tiene 8 años, se incorpora a un grupo de cuatro niños y cinco niñas, algunos ya adolescentes, que con los educadores van a ser su nueva unidad de convivencia en un piso como el de otras familias. Así hay otros tres pisos en el mismo edificio. Todos comparten patio, espacios comunes de juego, de encuentro, de reuniones, incluso de visitas familiares cuando es posible.

Tres días más tarde, cuando se hace posible la llamada con su madre, escuchamos: “Mamá, te quiero mucho, no sufras por mí, esto no es como nos habían dicho, ya lo verás cuando puedas venir. Nos tratan muy bien, ya voy a la escuela, ¡y comemos cuatro veces al día! Me han dicho que cuando papá y tu hagáis los deberes podré estar con vosotros… por favor, ¡hacedlos bien!”.

Carla se esfuerza por estar bien, tiene momentos difíciles, a veces se desahoga con los educadores, a veces dando golpes, rompiendo cosas o peleándose con cualquiera, porque todo le supera. Luego es un encanto de niña, cariñosa, colaboradora, dispuesta a hacer sus deberes… “Es como mi segunda familia”, dice más adelante cuando se le pregunta cómo se siente en la Llar.

Está feliz porque el equipo de atención a familias va a recibir a sus padres que han aceptado un acompañamiento directo, este es el primer paso. Luego a través de encuentros con las terapeutas, pondrán sobre la mesa su proyecto de vida y se sentirán arropados para ir adquiriendo las habilidades parentales necesarias.

Carla se va de la Llar con sus padres, los tres felices, agradecidos, pidiendo continuidad en el acompañamiento, empoderados, capaces de ser familia.

Así, sin que casi nadie se entere, se va potenciando la familia a partir de pequeños gestos, sin hacer ruido, con una capacidad de donación muy por encima del compromiso profesional, solo a veces, desde la fe, siempre poniendo piedra sobre piedra para la construcción del Reino, la humanización de nuestra frágil sociedad.