Tribuna

Las mujeres de la Biblia: Débora

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Jericó es la primera ciudad que conquista Israel tras la salida de Egipto. Según el libro de Josué, “el Señor dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres. Los israelitas la ocuparon y se instalaron en ella. El Señor les concedió paz en todas sus fronteras, tal como había jurado a sus padres, y ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente. El Señor puso en sus manos a todos sus enemigos” (Jos 21,43-44).



Sin embargo, el comienzo del libro de los Jueces presenta una situación completamente distinta, con una gran parte del territorio en manos de los cananeos: “¿Quién de nosotros subirá primero contra los cananeos, para luchar contra ellos?” (Jue 1,1), dicen los israelitas. Precisamente, ese es el contexto de esos personajes conocidos como “jueces”, que en realidad son figuras carismáticas con funciones fundamentalmente militares, de liberación del pueblo y su territorio.

La Escritura nos habla de doce “jueces”: seis con historias más o menos extensas (jueces mayores) y otros seis de los que apenas conocemos unos pocos datos (jueces menores). Valga como muestra de estos últimos: “Después de Abimélec surgió Tolá para salvar a Israel. Era hijo de Fuá, hijo de Dodó, de Isacar, y moraba en Samir, en la montaña de Efraín. Juzgó a Israel veintitrés años. Murió y lo enterraron en Samir” (Jue 10,1-2).

Entre los “jueces” de Israel hay una mujer, Débora (“abeja”), la cuarta de la nómina. Curiosamente, de Débora –cuyo marido se llama Lapidot– se dice que sí ejercía funciones judiciales. Se la llama “profetisa” y se la presenta sentada bajo una palmera entre Ramá y Betel para impartir justicia a Israel (Jue 4,4-5). Pero, igual que sus colegas, su principal actividad estará ligada a la guerra.

Mujeres de la Biblia: Debora

El texto la describe en relación con el “general” Barac, ordenándole que presente batalla contra Sísara, jefe del ejército del rey Yabín. Incluso se puede apreciar un cierto rasgo de humor o ironía cuando Barac responde a Débora: “Si vienes conmigo, iré, pero si no vienes conmigo, no iré” (Jue 4,8). En hebreo suena así: ’im-telkí ‘immí wehalaktí, we’im-lo’ talkí ‘immí lo’ ’élek.

La contestación de Débora es un prodigio de ambigüedad: “Iré contigo, solo que no te corresponderá la gloria por la expedición que vas a emprender, pues el Señor entregará a Sísara en mano de una mujer” (4,9). Esa mujer a la que se refiere Débora, ¿es ella misma o Yael, que, en efecto, matará a Sísara mediante un engaño? (cf. 4,17-22). En todo caso, lo que se subraya es la superioridad de una mujer frente a la fuerza militar de un varón.

Las últimas veces que se menciona a Débora es en Jue 5, donde encontramos un largo cántico puesto en labios de Débora y de Barac (aunque parece que es Débora la que propiamente lo entona: “Y yo, Débora, me puse en pie, me puse en pie como una madre en Israel” [5,7]). Según los expertos, ese cántico es de las partes más antiguas de la Biblia hebrea. Por cierto, al final del mismo hay una poderosa agrupación de mujeres: la madre de Sísara se preocupa por su tardanza, a lo que “las más sabias de sus damas” responden que estará repartiéndose el botín: telas de colores… y muchachas.

*Artículo original aparecido en la revista Religión y Escuela