Tribuna

Las mujeres de la Biblia: Betsabé

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La primera mención de Betsabé –“hija de juramento”– en la Escritura es en la famosa escena en la que David, que sestea en su palacio de Jerusalén, se encapricha de una hermosa mujer a la que ve bañarse desnuda mientras su ejército guerrea en Rabat Amón, en Transjordania (2 Sam 11).



El adulterio con la esposa de Urías, el oficial hitita que sirve en el ejército de David, es evidente por parte del rey, pero no queda nada claro en el texto bíblico si Betsabé se resiste a esas relaciones o si participa en ellas de buen grado. En todo caso, en el desarrollo de los acontecimientos, con las maniobras que emprende el rey David para cargar a Urías con la responsabilidad del embarazo de su esposa, Betsabé no hace tampoco nada por aclarar la situación.

Tras la muerte/asesinato de Urías, la situación se cierra aparentemente con el duelo que guarda Betsabé por su marido, y, acto seguido y sin solución de continuidad, su matrimonio con David. Pero el niño será la víctima que acabe pagando con su vida el pecado de su padre, aunque, significativamente, el texto lo presenta como “el niño que la mujer de Urías había dado a David” (2 Sam 12,15).

Un poco más adelante se ofrece una fina descripción psicológica del rey David ante la enfermedad del niño y su posterior muerte. Esa descripción está completamente focalizada en David, estando ausente la figura de la madre. Esta vuelve a entrar en escena al final: “David consoló a su mujer Betsabé. Fue y se acostó con ella. Dio a luz un hijo y lo llamó Salomón. El Señor lo amó y mandó al profeta Natán que le pusiera el nombre de Yedidías [‘amado de Yahvé’], en consideración al Señor” (2 Sam 12,24-25).

Mujeres de la Biblia: Betsabé

Betsabé no vuelve a pisar el escenario hasta el primer libro de los Reyes, en el contexto de un rey David ya anciano y sometido a fuerzas encontradas de cara a su sucesión. De hecho, por una parte está su hijo Adonías, apoyado por el general Joab y el sacerdote Abiatar; por la otra, el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y algunos otros altos cargos de la corte de David apoyan a Salomón.

En esta “candidatura”, no obstante, ocupará un lugar fundamental Betsabé, que, probablemente valiéndose de su puesto de esposa “favorita” del rey, es la que trata de convencer al anciano David para que nombre sucesor suyo a su hijo Salomón.

La última vez que aparece Betsabé es en 1 Re 2, una vez que Salomón ya es rey de Israel. Y lo hace en una situación curiosa, habida cuenta de que es el candidato perdedor, Adonías, el que pide a Betsabé que interceda ante su hijo –y hermano suyo por parte de padre– para que le conceda a Abisag, la muchacha sunamita que cuidaba del anciano David en sus últimos tiempos.

Betsabé accede a la petición. La descripción de la escena resulta de sumo interés, porque pone de relieve la importancia de la figura de la “reina madre”: Salomón se levanta, hace una inclinación ante ella y dispone un trono a su derecha para que se siente (cf. Sal 45,10). Sin embargo, la reacción ante la petición de su madre resultará extremadamente airada, tanto que le llevará incluso a decretar la muerte de Adonías (cf. 1 Re 2,22-25).

Podríamos preguntarnos por qué Betsabé intercede por Adonías en una cuestión que se podría interpretar como una pretensión regia, como así parece deducirse de la reacción de Salomón: hacerse con la mujer o el harén del rey (cf. 2 Sam 16,21) se considera un acto de poder, es decir, de reclamación de legitimidad dinástica.

¿Será que Betsabé considera el asunto desde una perspectiva puramente amorosa, sin valorar verdaderamente su alcance político? En ese caso, quizá estaría pensando simplemente en alejar de la esfera de su hijo el peligro que podría suponer la presencia de esa joven y hermosa mujer (cf. 1 Re 1,1-4), que podría convertirse en una rival en cuanto a su influencia sobre el rey.

*Artículo original aparecido en la revista Religión y Escuela