Tribuna

Las claves del viaje de Parolin a Moscú

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La visita del secretario de Estado del Vaticano a Rusia arroja un saldo positivo. Por ahora cabe decir que ha discurrido según el programa previsto, breve, pero apretado para tan poco tiempo. El cardenal Pietro Parolin cubrió el primer día -21 de agosto de 2017- reunido con los obispos católicos del país y celebrando la misa en la catedral de la Inmaculada Concepción de Moscú. Más tarde se entrevistó con el metropolita Hilarión de Volokolamsk, responsable de las relaciones exteriores del Patriarcado.

El martes 22, estuvo por la mañana reunido con el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serghei Lavrov; y en la tarde, con su santidad Kirill, patriarca de Moscú y de toda Rusia. El 23, se trasladó a Sochi, donde lo recibió el presidente ruso Vladimir Putin, con quien intercambió impresiones de política internacional, poniendo con ello término al viaje, ya que el 24 regresó a Roma.

Acompañaron en esas horas a Parolín el nuncio apostólico Celestino Migliore y Visvaldas Kulbokas, consejero de Nunciatura. Su entrevista con Hilarión tuvo lugar en el Monasterio Danilov, de Moscú: el número dos del Vaticano pudo así felicitar al número dos del Patriarcado por sus 30 años de sacerdocio: “La ordenación sacerdotal fue para mí el momento más bello de mi vida”, confidenció Parolin a Hilarión, quien agradeció al purpurado sus esfuerzos cuando los preparativos del famoso encuentro en La Habana. Ambos repasaron, además, el desarrollo de las relaciones entre sus respectivos organismos, según informó unas horas después el representante Igúmnov.

La Habana abrió el camino

Días antes del viaje, Parolín había declarado a la agencia Tass que el encuentro con la “jerarquía ortodoxa rusa testimonia la apertura instaurada en los últimos años hasta la cita en La Habana, que sirvió –dijo– para “darnos ojos nuevos y vernos no con el fondo del cuadro del pasado, sino en el de la comunión deseada y buscada entre católicos y ortodoxos”.

El camino ecuménico, en su opinión, pide “amor, paciencia, tenacidad y empeño”, algo que propiciaron las reliquias de san Nicolás de Bari en Moscú, recibidas también con entusiasmo y devoción en San Petersburgo, y que pudieron venerar a su paso por Rusia no menos de 2, 5 millones de fieles.

La baza diplomática

Parolin reservó para el último día su encuentro con Putin en Sochi. De los preparativos, declaraciones previas, acompañantes, y lo poco desvelado hasta el presente, sale a la superficie que la visita ha tenido un marcado carácter diplomático.

Ya en declaraciones a La Stampa se había permitido adelantar: “Voy a Rusia como colaborador del Papa para construir un ambiente de justicia y de paz”. Colaborador, explicaba luego, de aquel que quiere construir puentes para que crezca en el mundo la capacidad de comprenderse. Construir puentes es compartir relaciones bilaterales que ya existían entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.

Reitero, pese a todo, que la principal baza de Parolin en Rusia ha sido la diplomática: es decir, afrontar con las más altas autoridades de la Iglesia y del Estado el contexto de las actividades internacionales en el que Rusia tiene presencia activa, como el tema de Medio Oriente, Siria, Ucrania, país al que se propone ir el año próximo y principal punto ecuménico a tratar. El hecho de no haber acudido esta vez el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos,  indica que dicho aspecto ha quedado esta vez al margen.

Francisco ya debería haber ido a Moscú

“Diálogo significa ponerse los zapatos del otro, comprender su punto de vista”, ha dicho Parolin. Derribando los muros de la indiferencia, Francisco espera hacer nuevos espacios de encuentro y colaboración. Esta vez ha sido afrontar la delicada cuestión política en Oriente Medio, sobremanera Siria, donde Rusia y Turquía están librando una guerra contra el yihadismo.

Más adelante será el turno del cardenal Koch. Parolin, sin embargo, ha dejado también este sutil matiz: recordar a Moscú que lo de La Habana, el encuentro entre Francisco y Kirill, se va quedando atrás, y que a estas alturas debieran haber sido ya visitadas Roma por Kirill, y Moscú por el Papa. Todo lo que así no sea, puede correr el riesgo de contentarse con vivir del cuento.