Siempre me he preguntado qué relación existe entre las matemáticas y la religión. Como científica que soy, licenciada en Ciencias Químicas y profesora de Secundaria de Matemáticas, he compaginado mi labor docente con mis estudios en Ciencias Religiosas. Esto me llevó a cuestionarme a menudo la posible complementariedad de ambas disciplinas, las matemáticas y la religión, ¿realmente se complementan?, ¿existe armonía entre ellas?
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Ambas titulaciones comparten el término de “ciencias”, pues la ciencia es el conocimiento, la sabiduría. Sin embargo, mientras que la simplicidad de los números resulta evidente, la fe se caracteriza por su complejidad y su raíz basada en experiencias humanas.
La Biblia no es un tratado de matemáticas, pero las Escrituras contienen números, símbolos y lógicas matemáticas que a mi modo de ver, guardan estrecha relación con la esencia misma de las matemáticas. Se demuestra que los números, en este sentido, no solo se aplican al mundo físico, sino que también poseen un significado trascendente en el ámbito de la religión.
El número 7
El número 7, considerado sagrado, se entrelaza entre las escrituras, apareciendo de forma recurrente, el cual simboliza la plenitud, la perfección divina y espiritual, que revela verdades eternas. Representa la consumación del acto creativo de Dios (Gen 2, 2-3). En el libro de Levítico, capítulo 26, se mencionan las siete fiestas de Israel, y en el Apocalipsis se describen las siete iglesias de Asia Menor. Ejemplos como estos muestran cómo el número siete se asocia a la plenitud y al orden divino.
Otros números también resultan significativos. El número 12 hace referencia al pueblo de Dios: las doce tribus de Israel y los doce apóstoles escogidos por Jesús. El número 40 simboliza la purificación: Moisés pasó cuarenta días en el monte Sinaí (Ex 24,18), y el diluvió que duró cuarenta días y cuarenta noches (Gn 7,12) .

No solo los números en las Escrituras, también lo hacen conceptos matemáticos como son, las medidas, proporciones, etc. El relato del arca de Noé (Gn 6, 15) muestra cómo Dios trasmite instrucciones con valores numéricos precisos para la construcción del arca, haciéndonos ver la presencia de las matemáticas en las divinas instrucciones. Del mismo modo, la construcción del templo de Salomón (1 Re 6), revela la importancia de la geometría como reflejo de la armonía y orden divino. Incluso en el libro del Apocalipsis se describe la geometría de la Nueva Jerusalén con medidas concretas y descripción cuadrangular del nuevo pueblo de Dios (Ap 21,16).
Además, la lógica matemática está relacionada con las parábolas, donde Jesús emplea comparaciones y estructuras lógicas para transmitir enseñanzas de fe y valores humanos. En la parábola de los talentos, Jesús explicó conceptos como la justicia y generosidad; en la parábola del hijo pródigo, el perdón. Podría decirse que Jesús usa “las matemáticas de la misericordia y el perdón”, como conceptos para enseñarnos experiencias humanas y lecciones de fe.
Incluso ciertos acontecimientos históricos reflejan estas conexiones divinas y matemáticas. La fecha del Concilio de Nicea, en el año 325, donde se afirmó la divinidad de Cristo, puede interpretarse desde un aspecto simbólico y matemáticamente fácil de recordar, pues 3 más 2 suman 5.
En definitiva, las matemáticas y la religión, lejos de ser mundos opuestos, pueden encontrarse en un terreno común donde el orden, la lógica y la simbología numérica nos invitan a descubrir un lenguaje compartido entre lo humano, lo divino y lo eterno. Como indicó el papa León XIV, matemático y teólogo, “la armonía de la fe y la razón no es una oposición, sino un diálogo que revela la unidad del conocimiento humano y divino”. Sus palabras refuerzan la idea de que tanto la religión como las matemáticas buscan, desde distintos lenguajes, la verdad última y universal.