Tribuna

“José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa…” (Lc 2, 20)

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“Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto…”, (Mt 1, 18ss). Este es parte del relato que alude al origen de Jesús y de su familia, que sirve de inspiración e iluminación, en la noche de la Vigilia, a la espera del nacimiento del Niño Dios. Una espera que no ha estado exenta de dificultades y apremios en un año que, por cierto, nunca olvidaremos como sociedad ni menos como Iglesia, porque la pandemia ha robado la atención de todo el mundo sembrando muerte, crisis económica, cesantía, pobreza, estado de depresión, crisis de pánico y también pérdida de la fe.



Sin embargo, en medio de este contexto, el papa Francisco ha proclamado el año 2021 como año jubilar dedicado a San José, por medio de la Carta apostólica: Patris corde, “Con corazón de Padre”. Así, los creyentes tendrán la oportunidad de reivindicarse: reconciliarse con Dios por medio de la confesión, comulgar y elevar una plegaria por el Papa tal como lo ha enseñado la Iglesia. He de esperar que esta Buena Noticia permita dar nuevos bríos a la fe de cada creyente y esperanza para una Iglesia que ha sentido los efectos de la pandemia, como también el crecimiento del secularismo y su construcción de una sociedad sin Dios. En este sentido, el mundo creyente intenta sobrevivir y no perder la esperanza en quien ha depositado su confianza, Jesús.

La figura de José

Por eso, el hecho de que el Papa haya honrado a la persona de san José, padre adoptivo de Jesús, como la instancia para adjudicar un Año Jubilar, es una oportunidad y tarea para anunciar con alegría. José es el hombre justo, como lo definen los evangelios, quien muchas veces pasa como el pariente pobre de la Sagrada Familia. Porque la situación que él vivió y en el contexto de su época, sin duda que era una tarea para alguien con carácter, convicción y coraje.

San José es un ejemplo de vida y santidad, que tanto escasean por estos días. Pero, más allá de sus virtudes como “hombre justo”, quizás hay un detalle que se olvida a la hora de contemplar el pesebre de Belén: José era un hombre como cualquiera, un artesano, descendiente de la casa de David, el gran rey. Pero al mismo tiempo, sencillo y humilde como para aceptar a una mujer como María, que queda embarazada antes de vivir en matrimonio como lo enseñaba la tradición y la cultura Israelita.

De la persona de José se dice muy poco en los evangelios ¡tanto! que pasa como inadvertido. Pero su participación en la vida de María y de Jesús, no busca elogios ni roba protagonismo al propio Jesús que es el personaje principal de la postal en Belén. Como niños recién nacidos son muchos los que vuelcan su mirada hacia lo alto para encontrarse con Dios y escuchar al coro de los ángeles que anuncia: ¡Hoy nos ha nacido un Salvador…!

La fe, a prueba

En medio de las pocas o muchas expectativas que pueda traer el Niño Dios, la fe del que cree es puesta a prueba. Porque la lista de síntomas de decadencia que vive la sociedad de hoy es para que cualquier “paciente” continúe en una unidad de cuidados intensivos. En efecto, con leyes que apuestan por el aborto como en la Argentina, donde, al parecer se aprobará la ley, el empeño del presidente Joe Biden que, en su afán de favorecer campañas abortivas, exigirá a las instituciones religiosas que ayuden, con aportes, a su empleados en situaciones de aborto, la realidad y escasez que vive Venezuela como también el crecimiento de su emigración (según datos de la ONU, seis millones de venezolanos han migrado), los niveles de cesantía y de pobreza que ha dejado esta pandemia, y en el ámbito político, cómo la “democracia” ha perdido su razón de ser, sobre todo porque en muchos países se reviste de populismos o autoritarismos que no permiten un desarrollo integral de las personas.

Y por su parte, la Iglesia que intenta abogar por cambios no tanto en el “contenido” de su doctrina sino en la “forma” de cómo ha de ser aplicada. Donde el papa Francisco vive la constante vigilia de quienes buscan sacar sus dichos y palabras fuera de contexto. Donde un sector de la jerarquía cuestiona las intervenciones y presencia del Papa emérito. Mientras que otros, postulan que el Papa en ejercicio debe consultar algunas decisiones con el Papa emérito. Al respecto, el cardenal australiano George Pell, dice que es tiempo que el Papa emérito ─Benedicto XVI─ deje su investidura blanca, porque aquello es propio del Papa en ejercicio. No se puede dar la sensación de que hay dos patrones en un mismo predio. Además, cómo la Iglesia se adapta a esta nueva sociedad, tan pluralista, heterogénea, volátil, atea y relativista donde el mal es interpretado como bien y el bien como mal.

Navidad

En el contexto actual, los desafíos del mundo creyente y sus interrogantes son muchos. Y en ese sentido, sabemos que un Año Jubilar dedicado a San José para el 2021 y el advenimiento de una nueva Navidad no resuelve la situación y el momento histórico que vivimos como sociedad. Pero el solo hecho de vivir una Navidad más, de contemplar una y otra vez la escena del pesebre, la mirada atenta, protectora y paterna de José sobre su familia, la espera paciente de la Virgen María a la llegada del Hijo de Dios, todo esto nos da paz y expresa lo más genuino de lo que contemplamos y vivimos en la Navidad.

No creo que nadie en Navidad quiera vivir el yugo de la soledad, la privación de una caricia, la lejanía de los seres queridos, el flagelo de una enfermedad, la eterna amargura de un fracaso o del auto que no se pudo renovar. En Navidad, todos, creyentes o no, buscan la “ilusión” perdida de la inocencia y la tierna mirada de la hospitalidad. El Niño Dios es y será aquella “ilusión” perdida, la “ternura” sin límites y la “hospitalidad” hecha vida.