Tribuna

Hans Küng: un zahorí certero

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Hans Küng dedicó páginas amplias e intensas a la cristología, habló con pasión y claridad, trató de abrir caminos necesarios, incluso urgentes. Y, como no podía ser menos en un autor profundamente moderno, la sitúa en su historia.



Sabe, y lo proclama, que ha entrado en una etapa nueva e irreversible: ha caído, aunque no del todo, el literalismo bíblico; se ha reconocido, incluso por el Concilio, la legítima autonomía del mundo. La figura de Jesús se impone con el irrefutable realismo de su auténtica y real humanidad, y la perspectiva ha cambiado de manera radical.

Antes se partía de la divinidad de Cristo, del Verbo-Logos, explicada con las categorías religioso-culturales del helenismo, con sus resonancias del simbolismo bíblico y del derecho romano. Entonces se necesitaba explicar cómo era posible que el Verbo pudiese ser reconocido en cuanto hombre verdaderamente humano.

Ahora partimos espontáneamente de Jesús de Nazaret, nacido de mujer en nuestra historia, para tratar de comprender –como les sucedía a su familia y a sus paisanos– qué significa confesarlo como el Cristo glorioso, el Hijo primogénito de Dios, al mismo tiempo que, como dice la epístola a los Hebreos, “no se avergüenza de llamarnos hermanos”.

Küng, tras una cuidadosa mirada a Hegel, estudiando el significado revolucionario de la encarnación, se esforzó con infatigable denuedo teológico en recuperar a Jesús, sin perder el significado originario de la confesión cristológica de su divinidad. La acogida que su Ser cristiano (1974) encontró entre cristianos en busca y agnósticos o ateos que no renuncian a la llamada del Misterio, demuestra que tocaba el punto vivo, sintonizaba con la inquietud general y ofrecía respuestas significativas.

Su intento se situaba en el justo punto de salida para toda cristología futura, que, ya no puede dejar de ser –como me gusta decir e intento elaborar– una “Jesucristología”. Es decir, un tratado que no tenga su punto de partida en el Cristo-Logos y los problemas trinitarios así suscitados, sino que se apoye en su origen natural primigenio: el Jesús real de carne y hueso, consubstancial con nosotros.

Propuesta adelantada

Estoy convencido de que su propuesta, justo porque ha entrado por el portal del futuro, será cada vez más y mejor comprendida en su intención creyente y en buena parte de sus opciones teológicas. Basta leer hoy el libro Discusión sobre el ‘Ser cristiano’ de Hans Küng (1971, en alemán), promovido por Urs von Baltasar y que juntó a un superior plantel de teólogos (Deissler, Grillmeier, Kasper, Kremer, Lehmann, Rahner, Ratzinger, Riedlinger, Schneider, Stoeckler).

Creo que hoy, incluso para los protagonistas que sigan vivos, no resultará (tan) fácil, como seguramente parecía entonces, reconocer el acierto o la justicia de buena parte de las críticas que allí se hacen. Y es muy probable que el tiempo aumentará todavía esta impresión. En el fondo, existía un cierto desnivel en los paradigmas globales de que se partía, y la propuesta de Küng estaba más adentrada en el actual.

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