La Iglesia celebra en 2025 los 1.700 años del Concilio de Nicea, ciudad conocida hoy como Iznik, en la actual Turquía.
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Corría el año 325 y la Iglesia naciente tuvo que luchar contra varias herejías para ir aclarando sus posturas y postulados y ofrecer, así, a los cristianos un conjunto doctrinal de verdades conforme a la Biblia y a la teología incipiente.
En la ciudad egipcia de Alejandría había un presbítero llamado Arrio que afirmaba y predicaba que “la segunda persona de la Trinidad, Jesucristo, no era Dios como el Padre, sino una criatura, que el Padre adoptó como hijo”.
Combate del arrianismo
Para combatir este herejía, Constantino el Grande convocó el I Concilio Ecuménico de la Iglesia, que se celebró en Nicea. Se reunieron 318 padres conciliares, presididos por el obispo Osio, natural de Córdoba, desde el 20 de mayo hasta el 19 de junio.
El propio Constantino inició los trabajos del Sínodo, invitando a los participantes a buscar la concordia y la paz. Arrio, junto a diecisiete obispos, defendió su doctrina sin éxito alguno.
Fue un mes de fuertes discusiones tratando de rebatir y condenar la doctrina herética de Arrio para aprobar que “Jesucristo, como segunda Persona de la Trinidad, es Hijo de Dios, de la misma naturaleza que el Padre”.
Credo niceno
Al final, el arrianismo fue condenado y sus defensores fueron enviados al exilio. El Concilio de Nicea formuló el Credo, el símbolo de la fe, que más tarde se ratificó en otro concilio, celebrado en Constantinopla. El Credo de Nicea, redactado en el año 325, es el que profesamos y rezamos los cristianos de hoy, desde hace 1700 años, en el que se dice: “Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos… de la misma naturaleza que el Padre…”.
Las sesiones conciliares se desarrollaron en medio de un clima apasionado y polémico. La expresión más repetida fue “Cristo es Dios”. Con el paso del tiempo, esta historia se resumió en una conocida frase o dicho popular que usamos cuando algo ha provocado una situación polémica con fuertes discusiones: “Se armó la de Dios es Cristo” o sus similares, “se armó un Cristo” o “se armó la de Dios”. La más conocida “se armó la de Dios es Cristo”, sería más exacta y conforme a lo definido por el Concilio niceno que se armó la de Cristo es Dios.