Tribuna

‘Fratelli Tutti’: “Mi casa es el mundo, mi familia, la humanidad”

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Este eslogan o lema, que encontré escrito en italiano en un póster hace casi 50 años, ha orientado e iluminado intensamente mi vida. Gracias a él, me he podido sentir en casa allá donde he ido, porque todo el mundo es mi casa; aunque me ha tocado vivir en España, Paraguay, Marruecos, Bolivia y, en menor medida, Francia, Italia y otros países, yo siempre he estado en mi casa; nunca he cambiado de casa, solo de habitación. Y en quienes he encontrado, he descubierto siempre hermanos y hermanas, porque toda la humanidad es mi familia, porque “todo hombre es mi hermano” (título del mensaje de san Pablo VI para la IV Jornada Mundial de la Paz, en el ya lejano 1 de enero de 1971).



¡Qué gozo encontrar todo esto, dicho de mejor forma y con mayor fuerza, en la reciente encíclica ‘Fratelli Tutti’ del papa Francisco! Dice el Santo Padre que no “pretende resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos” (FT 6)

Eso es: la fraternidad universal, el sentimiento de ser hermano de todos y de que todos son mis hermanos, el compromiso por hacer de la humanidad una sola familia, la familia humana, la familia de los hijos de Dios.

No se trata de esperar a que los otros me traten como hermano, sino de adelantarme a considerar y a tratar a todos como hermanos. En eso consiste “hacerse prójimo”, en aproximarse, acercarse, abordar al otro con benevolencia, actitud positiva de aceptación incondicional. Como hizo el samaritano con el judío apaleado, robado y agredido. En este sentido hablamos de una Iglesia que debe ser “samaritana”, a la imagen del buen samaritano.

No se trata de establecer un tratado de “reciprocidad”, una especie de “do ut des”, un modo de comercio afectivo-espiritual, sino de tomar una decisión unilateral y primera de nuestra parte: hacerme prójimo de todos, considerarme hermano de todos y considerar a todos hermanos, amarles sin esperar nada a cambio; en definitiva, amar a los demás como Dios me ama: gratuita e incondicionalmente, dando el primer paso y manteniendo la posición independientemente de la respuesta recibida.

(…)

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